Ezcaray Siete Puentes 2018-05-28

Precioso recorrido cuya belleza no ha podido empañar el pésimo día, de suave pero continuo y pertinaz sirimiri. Torrencial bajada desde el majestuoso San Lorenzo del río Usaya, en una sucesión de pequeños saltos, alegres cascadas y acaracolados remolinos. Bajaba alegre, cantarín, agradeciendo las aguas y nieves recibidas este largo invierno. El río serpenteaba veloz por un hayedo de grandes y exuberantes ejemplares, y los senderistas subíamos sudorosos, lentamente, encogidos, a su vera, ora a la izquierda ora a la derecha, merced a sus siete frágiles puentes. Sudorosos, sí, bajo la ropa de lluvia, en una mano el bastón y en la otra el paraguas, parándonos de vez en cuando, en cualquier recodo del bosque, a contemplar extasiados el hayedo y el arroyo, verde brillante y perlado aquel, blanco y espumoso este.
¡Pena de día! sin juego de luces, sin sol entre las ramas, agua en el suelo y agua en el cielo... ¡Y pena de octavo puente! Lo echamos en falta. Siete puentes... ¿qué les hubiera costado hacer uno más? Era el último cruce del arroyo, antes de pasar definitivamente a la margen derecha y ascender por un anodino pinar. Ahí, en el vado último, quiso el río despedirse de nosotros con un lavado de pies generalizado e incluso acoger en sus aguas a un par de senderistas deseosos del primer baño de la temporada. Sin consecuencias. Alguna magulladura para el recuerdo.
Dicen los que por allí han pasado, que la bajada por la margen derecha, entre pinos, brezos y matorrales, tiene unas vistas preciosas sobre la demanda y el San Lorenzo. Nosotros no pudimos atestiguarlo. La niebla cubrió primero el fondo del barranco y fue subiendo poco a poco hacia nuestra posición, de forma que hubo un momento, ¡que no cunda el pánico!, en que no veíamos más allá de 20 m. Fue solo un momento. San GPS nos echó una mano y ¡oh milagro!, el senderito, que se había difuminado, apareció otra vez bajo nuestros pies. Mereció la pena la salida de senderismo-aventura.
Retraso: por las subidas, los pasos de los arroyos, la niebla, las vacas de amenazadora mirada y tiernos terneros, algún que otro despiste y la consiguiente espera de los despistados.
Primera parte sin problemas de orientación, pero sí de mucha agua en el camino a partir del séptimo puente y cruce del vado alto del Usaya con agua por encima de los tobillos. Supongo que en años normales, de menos lluvia, no habrá ese problema. Segunda parte con problemas de orientación, con muy pocas señalizaciones y muchas dudas, pues el sendero se fundía y confundía con las veredas del ganado entre Arrecila y Zomicia. Un poco antes e Orucha, el sendero se ensancha y se convierte en camino.
Moderado, al menos después de grandes lluvias o con niebla