En busca de la Cruz del Mierlo. La Pedriza
near Manzanares el Real, Madrid (España)
Viewed 23 times, downloaded 1 times
Trail photos
Itinerary description
Cuenta Alfredo Merino en Metrópoli que el objetivo de esta ruta está ligado a la historia más truculenta de cuantas han sucedido en La Pedriza del Manzanares, macizo limitado por esta Sierra de los Porrones, cuya afilada línea de cumbres la donó el otro nombre con que también se la conoce: Cuerda del Hilo.
Su protagonista fue un humilde cabrero quien tuvo a la altura de su mano buena posición social, fama y fortuna. Todo lo despreció por no abandonar la vida elemental y sencilla que siempre llevó en las majadas serranas. A la postre, aquello le costó la vida. Contémoslo.
Era el Mierlo, también llamado Mirlo por algunos, un cabrero que apacentaba su ganado en el tiempo que sucedió aquella tremenda historia: la del Cancho de los Muertos.
Esta arriscada piedra era el refugio de una conocida cuadrilla de bandoleros que asolaba la comarca. En una de aquellas, secuestraron a la hija de un personaje importante de la corte madrileña para pedir un fuerte rescate.
Para no perder el tiempo, en ausencia de su jefe dos de aquellos buscavidas se enfrentaron ya que ambos querían ser el primero en abusar de la joven. La pelea terminó con la muerte de uno de los rivales.
Enterado el capitán a su regreso, mandó al superviviente arrojar por el abismo situado al pie de su guarida al muerto. Quería dar un golpe de autoridad al resto de la tropa, de manera que cuando el bandido obedecía el mandato, le empujó tras el cadáver al grito de "la muerte es el castigo para quien quiere apropiarse de lo que se le ha encomendado".
Viéndose condenado, el infortunado se agarró a la pierna de su capitán, arrastrándole con él al precipicio. Consternados, los bandidos que quedaban se dispersaron por la sierra.
Hasta aquí lo conocido de la leyenda. Ahora viene el desenlace. Abandonada por sus captores, la joven vagó durante un tiempo perdida por los laberintos pedriceros. Allí la encontró más muerta que viva el Mierlo, quien la socorrió, llevándola a la Corte con su familia.
Quisieron los padres de la dama recompensar a aquel hombre que les devolvió la hija que creían ya perdida. Hasta su propia casa le ofrecieron en señal de agradecimiento. Pero el buen cabrero rechazó todo y volvió con sus cabras que había dejado en el monte.
Olvidada por el paso de los años, fue el guadarramista Bernardo Constancio de Quirós quien recogió la historia en 1919 en la revista Peñalara, la biblia montañera de la época. Así concluyó el relato: "volvió el Mirlo a su chozo tornando a su antigua vestimenta, consistente en un pedazo de sayal atado a los riñones con una tomiza".
Hombre sabio como los de su estirpe, el Mierlo sabía que la elemental existencia con su hato de cabras era la mejor de las fortunas. Pero la vida en ocasiones se muestra cruel y así lo fue con el infortunado cabrero.
De vuelta a sus soledades, al poco apareció muerto en su majada favorita. Cuenta la leyenda que lo mató alguno de aquellos bandidos, en venganza por rescatar a su precioso rehén. Un piadoso compañero trazó con piedras una elemental cruz, que se mantiene acostada en el suelo donde cayó, junto al arruinado chozo que tantas noches le dio cobijo.
https://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/19/ocio/1295456002.html
Su protagonista fue un humilde cabrero quien tuvo a la altura de su mano buena posición social, fama y fortuna. Todo lo despreció por no abandonar la vida elemental y sencilla que siempre llevó en las majadas serranas. A la postre, aquello le costó la vida. Contémoslo.
Era el Mierlo, también llamado Mirlo por algunos, un cabrero que apacentaba su ganado en el tiempo que sucedió aquella tremenda historia: la del Cancho de los Muertos.
Esta arriscada piedra era el refugio de una conocida cuadrilla de bandoleros que asolaba la comarca. En una de aquellas, secuestraron a la hija de un personaje importante de la corte madrileña para pedir un fuerte rescate.
Para no perder el tiempo, en ausencia de su jefe dos de aquellos buscavidas se enfrentaron ya que ambos querían ser el primero en abusar de la joven. La pelea terminó con la muerte de uno de los rivales.
Enterado el capitán a su regreso, mandó al superviviente arrojar por el abismo situado al pie de su guarida al muerto. Quería dar un golpe de autoridad al resto de la tropa, de manera que cuando el bandido obedecía el mandato, le empujó tras el cadáver al grito de "la muerte es el castigo para quien quiere apropiarse de lo que se le ha encomendado".
Viéndose condenado, el infortunado se agarró a la pierna de su capitán, arrastrándole con él al precipicio. Consternados, los bandidos que quedaban se dispersaron por la sierra.
Hasta aquí lo conocido de la leyenda. Ahora viene el desenlace. Abandonada por sus captores, la joven vagó durante un tiempo perdida por los laberintos pedriceros. Allí la encontró más muerta que viva el Mierlo, quien la socorrió, llevándola a la Corte con su familia.
Quisieron los padres de la dama recompensar a aquel hombre que les devolvió la hija que creían ya perdida. Hasta su propia casa le ofrecieron en señal de agradecimiento. Pero el buen cabrero rechazó todo y volvió con sus cabras que había dejado en el monte.
Olvidada por el paso de los años, fue el guadarramista Bernardo Constancio de Quirós quien recogió la historia en 1919 en la revista Peñalara, la biblia montañera de la época. Así concluyó el relato: "volvió el Mirlo a su chozo tornando a su antigua vestimenta, consistente en un pedazo de sayal atado a los riñones con una tomiza".
Hombre sabio como los de su estirpe, el Mierlo sabía que la elemental existencia con su hato de cabras era la mejor de las fortunas. Pero la vida en ocasiones se muestra cruel y así lo fue con el infortunado cabrero.
De vuelta a sus soledades, al poco apareció muerto en su majada favorita. Cuenta la leyenda que lo mató alguno de aquellos bandidos, en venganza por rescatar a su precioso rehén. Un piadoso compañero trazó con piedras una elemental cruz, que se mantiene acostada en el suelo donde cayó, junto al arruinado chozo que tantas noches le dio cobijo.
https://www.elmundo.es/elmundo/2011/01/19/ocio/1295456002.html
Waypoints
You can add a comment or review this trail
Comments