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El Trevenque y el cabrero

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Trail stats

Distance
14.28 mi
Elevation gain
3,953 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
3,953 ft
Max elevation
6,549 ft
TrailRank 
18
Min elevation
2,598 ft
Trail type
Loop
Coordinates
407
Uploaded
January 17, 2016
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near Cájar, Andalucía (España)

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Itinerary description

Rutas de Antaño:

El curso 1977 1978 fue muy prolífico en lo que a montaña se refiere. El curso anterior habíamos estado haciendo ya algunos pinitos como he comentado, incluso nos fuimos Alberto, Migue, Miguel Arcángel, Juárez y yo más algún otro que no recuerdo a lo que nosotros llamamos campamento de verano a Carchuna, donde instalamos las tiendas un mástil y estuvimos seis días en la playa haciendo el Tom Sawyer. No sé como no nos echaron del grupo por aquello.

Lo cierto es que el curso en septiembre empezó con nuevos aires. Se creó la tropa Mainake. Antonio, Manolo y un nuevo personaje, Andrés Mustafá, nos juntaron a todos y dijeron que todo iba a cambiar que eramos Scouts y que eso era algo muy importante. Bueno a mi lo que me gustaba es que nos plantearon que teníamos que intentar salir de excursión todos los fines de semana. Excursiones de un día. Y que todos los meses teníamos que hacer al menos una acampada.

¡Qué pasada! Me pegué todo el año leyendo libros de escultismo, de técnicas de acampada, nudos y de no sé cuantas cosas más. ¿De dónde sacaba el tiempo para estudias mi octavo de EGB? La verdad es que no lo sé.

Lo cierto es que esta ruta, que ya está repetida en mi muro se hizo asidua. La montaña llega a ser en ocasiones algo repetitivo, haces una ruta, y la vuelves a hacer y la vuelves a hacer... y parece que nunca te cansas.
Pero en esta ocasión hubo para mi algo especial. Cuando alcanzamos la cumbre del Trevenque me quedé, como siempre, ensimismado ante la visión del Veleta con su nieve. Parecia que estaba ahí, tan cerca, tan al alcance de la mano. Pero lo más importante fue que durante el descenso, en la Cuerda del Trevenque, nos encontramos con un cabrero. Estuvimos sentados charlando con él. Aquel buen hombre con su cigarro liado y la piel curtida por el sol me dejó perplejo. A mi, un niño tonto de ciudad, no se me había ocurrido que hubiese gente que vivía de las montañas. Ni que se pudiese subir con un simple zurrón. Pero nuestra sorpresa fue cuando terminamos de hablar nos levantamos y se perdió Cuerda del Trevenque abajo sin que se le cayese el cigarro de la boca y que para cuando nos quisimos dar cuenta se nos perdió de la vista del ritmo que llevaba y con el que nosotros no podíamos ni soñar.

Todavía hoy, más de 40 años después, a menudo me acuerdo de aquel hombre. Aquel pastor que nos enseñó, con sólo verlo, como se anda por la montaña.

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