El Nevero y el Pelado (y varios dosmiles más) desde el puerto de Navafría

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Reseña de la ruta en Adventoorer: El Nevero y el Pelado desde el puerto de Navafría.

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Por la zona del Nevero hay unos cuantos dosmiles a los que quiero ir. Son cerrillos y cotas sin nombre, sin más interés que el de tacharlos de la lista… Pero un día hay que darse la paliza de subirlos todos y quitárselos de enmedio.

Así que allá que voy. Y cómo no, escojo el mejor día: ayer cayeron unos veinte centímetros de nieve. Debe de ser la última nevada del invierno, que ha sido bastante desastroso. Y la nieve que ha caído es de esas que no valen para nada más que para estorbar. Andar por ella es un latazo. Te hundes mucho y hay que hacer mucha fuerza para avanzar.

Pero como tengo un día libre, voy para allá.

No madrugo mucho, y luego me arrepiento, porque hoy es laborable y pillo un buen atasco para llegar. Son más de las diez cuando aparco en el puerto de Navafría.

Como siempre digo, la primera subida es horrorosa. En un suspiro te metes 400 metros de desnivel. Y con esta nieve resulta agotadora. Pero al final llego al Nevero, descanso un poco y pienso si seguir o no. Ya que estoy aquí, me fastidia volverme, pero veo que tal y como está la cosa, va a ser muy muy duro avanzar. Así que me planteo llegar al Cerro Malo, ver a qué hora lo consigo, y decidir allí si sigo o no.

Desde el Nevero hay una buena bajada. Si hay un camino, está cubierto por la nieve, así que tiro por donde sea. Como no sé por dónde voy, no paro de meterme entre los arbustos, por donde la nieve está menos densa, así que me hundo mucho. Caminar es muy complicado. Intento como sea ir por zonas más abiertas, donde supongo que la nieve está más compacta, pero no hay forma. Poco a poco llego abajo, cruzo un arroyuelo bien bonito, y empiezo a subir.

Buf, estoy hecho polvo. Desde aquí echo un vistazo hacia lo que creo que es el Pelado. No me parece muy lejano, y aquí ya voy más en llano. No parece que haya tantos arbustos, y se ve toda la ruta que me queda, todo el cordal entero. Así que me decido a seguir, ahora un poco más rápido.

Cuando llego a lo que creía que era el Pelado me doy cuenta de que es el Regajo Hondo, y veo el Pelado mucho más lejos. Ay… Pero desde aquí es casi llano, y veo claramente un camino que va hasta la cima, así que tiro alegremente.

Pero enseguida me doy cuenta de que ir por el camino es casi peor que ir por los arbustos. Hay mucha nieve y de compacta, nada de nada. Estoy hasta el gorro ya de esta nieve tan blanducha, pero aquí sí que no me queda más remedio que seguir. Prefiero volver por el cordal, más llano, que repetir los desniveles que hay desde el Nevero.

La siguiente cima a la que voy es una cota al norte del Cerro Negro. No tiene nombre siquiera. Hay un camino que va desde el Pelado hasta casi la cima, y llegar sin nieve sería cosa de media hora o así, pero en estas condiciones tardo una barbaridad. Ya estoy muy cansado y tengo miedo de que se me haga tarde. Acaban de cambiar la hora, así que tengo más margen, pero aun así me queda mucho camino aún, y el sol empieza a bajar.

En esta cota como un poco, pero no me paro a descansar. Sigo directamente hacia el Cerro Negro. En esta subidita es cuando empiezan a subírseme los músculos de las piernas. El esfuerzo de tener que levantar la pierna a cada paso para sacarla de la nieve me va pasando factura. Estiro como buenamente puedo y sigo avanzando, despacito. Pienso que como me pase algo por aquí iba a ser un problema. No hay ni el Tato en esta zona. No he visto a nadie en todo el día. Y no tengo cobertura en absoluto.

Al rato llego al Cerro Negro. Sigo al sur hacia el cordal. Me cuesta mucho llegar, me duele todo, pero una vez allí estoy más tranquilo, porque desde aquí ya no hay pérdida hasta el coche. Pero eso sí, queda aún mucho.

Me lo tomo con más calma todavía. No quiero hacer un esfuerzo y que me dé algo. Pero la subida a Peñacabra es demoledora. Se me suben músculos que no había sentido nunca. Me paro a estirar como buenamente puedo y sigo despacito. Me caigo un par de veces dándome un buen tortazo contra la nieve. Menos mal que nadie me ve…

Luego viene el Porrinoso. Esta parte va mejor, hay menos nieve y más piedra y avanzo bien. Pero desde aquí veo el Nevero, y ya estoy sufriendo por la subida que voy a tener que hacer. Desde allí la vuelta será un paseo, todo hacia abajo, pero alcanzarlo me va a costar.

En efecto, parece que no llego nunca. No paro de subir y subir, pero como voy tan despacio, es como si no avanzara nada. Me paro, avanzo unos pasos, me paro, avanzo otra vez…

Al final llego, por fin. Veo algunas huellas de gente que ha venido hasta aquí y se ha dado la vuelta. Ahora estoy mucho mejor. Lo que queda no es nada. Ya no siento los dolores. Y la primera subida, que de ida es una tortura, de vuelta es una gozada. Con la nieve bajo medio esquiando, resbalando sin parar.

Sin nieve la ruta no habría sido igual. Mucho más rápida y más cómoda.

Qué maravilla volver a sentarse en el coche...

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