El Barrancón. Sierra de Los Filabres
near Bacarés, Andalucía (España)
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Trail photos
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Itinerary description
Desde Bacares, al pie de la Tetica, echamos a andar remontando algunas empinadas calles que pronto nos sacan del pueblo para en pocos minutos adentrarnos por un senderillo que apenas se deja entrever por la altura de las hierbas que alegres crecen a su aire a ambos lados. Ha estado lloviendo la noche anterior refrescando aún más el campo que este año luce esplendoroso. El día no ha podido presentarse mejor. Viento en calma, cielo azul reventón y manga corta durante todo el trayecto. Caminamos entre almendros con frutos en plena madurez a los que algunos lugareños están templando con varas para dirigirlas a los fardos. extendidos a sus pies.
La ahora pista se adentra en un pinar donde se distinguen abundantes setas y como no, el sabroso níscalo. Parada obligada para tomar un sorbo de agua y porqué no, ojear algunos ejemplares de robellones. En su punto, con el tamaño perfecto, asomando tímidamente la mayoría aunque algunos -envalentonados- emergían con descaro entre las agujas para mostrar su vestido naranja.
Las setas nos retrasan algunos minutos pero proseguimos nuestro camino. Comenzamos a descender buscando el río Barrancón por una senda que el desuso hace se vaya perdiendo siendo devorada y casi tapada por la vegetación.
Seguimos ahora tomando altura hasta llegar a una piedra de forma, disposición y emplazamiento llamativos a cuya base nos apostamos para dar cuenta de la pertinente refacción.
Volvemos a bajar al cauce para nuevamente remontar por vereda en gran parte de mampostería que nos lleva, ladera y aguas arriba, hasta unas labores abandonadas donde es fácil ver algunas parras de uva molinera enredadas en zarzamoras ofreciendo su carnoso fruto.
Cruzamos de nuevo el caudal y ya ascendemos y continuamos por pista que al menos nos permite disfrutar -desde la altura- del recorrido de ida que hemos traído.
Nos volvemos a introducir en otro pinar donde los níscalos vuelven a sobresalir.
Cuando la pista se aproxima a Bacares tomamos un sendero señalizado que nos deja tras zigzagueante bajada en el punto de partida.
Es ésta una ruta de las más que numerosas nos ofrece esta olvidada y sorprendente sierra. No hace demasiados años los numerosos poblados y cortijadas que albergaba enmudecieron para siempre.
Sí he podido constatar algo que no pasa desapercibido y me confirman los compañeros de ruta. Es una sierra silenciosa, callada, donde es difícil cruzarte con álguien; en la que otrora rebotaban los ecos que hoy han callado. De ahí la expresión que han acuñado y martillea mi cabeza cuando la oí y de los Filabres hablo: "La soledad de los Filabres".
Era el décimo segundo día del mes de octubre.
La ahora pista se adentra en un pinar donde se distinguen abundantes setas y como no, el sabroso níscalo. Parada obligada para tomar un sorbo de agua y porqué no, ojear algunos ejemplares de robellones. En su punto, con el tamaño perfecto, asomando tímidamente la mayoría aunque algunos -envalentonados- emergían con descaro entre las agujas para mostrar su vestido naranja.
Las setas nos retrasan algunos minutos pero proseguimos nuestro camino. Comenzamos a descender buscando el río Barrancón por una senda que el desuso hace se vaya perdiendo siendo devorada y casi tapada por la vegetación.
Seguimos ahora tomando altura hasta llegar a una piedra de forma, disposición y emplazamiento llamativos a cuya base nos apostamos para dar cuenta de la pertinente refacción.
Volvemos a bajar al cauce para nuevamente remontar por vereda en gran parte de mampostería que nos lleva, ladera y aguas arriba, hasta unas labores abandonadas donde es fácil ver algunas parras de uva molinera enredadas en zarzamoras ofreciendo su carnoso fruto.
Cruzamos de nuevo el caudal y ya ascendemos y continuamos por pista que al menos nos permite disfrutar -desde la altura- del recorrido de ida que hemos traído.
Nos volvemos a introducir en otro pinar donde los níscalos vuelven a sobresalir.
Cuando la pista se aproxima a Bacares tomamos un sendero señalizado que nos deja tras zigzagueante bajada en el punto de partida.
Es ésta una ruta de las más que numerosas nos ofrece esta olvidada y sorprendente sierra. No hace demasiados años los numerosos poblados y cortijadas que albergaba enmudecieron para siempre.
Sí he podido constatar algo que no pasa desapercibido y me confirman los compañeros de ruta. Es una sierra silenciosa, callada, donde es difícil cruzarte con álguien; en la que otrora rebotaban los ecos que hoy han callado. De ahí la expresión que han acuñado y martillea mi cabeza cuando la oí y de los Filabres hablo: "La soledad de los Filabres".
Era el décimo segundo día del mes de octubre.
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