Marcha realizada el lunes 20 de julio de 2015 AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario. Hoy hemos madrugado bastante, puesto que hemos de tomar una avioneta que nos llevará desde Homer hasta la península de Katmai, parque nacional y reserva en la que se encuentra la mayor concentración de osos grizzly de toda Alaska. El vuelo de casi una hora, sobrevuela todo el tiempo el océano Pacífico, dejando unas millas al sur la isla de Kodiak, donde esta variedad de oso pardo alcanza su máxima expresión y tamaño. A la media hora de vuelo empezamos a acercarnos a Katmai, dejando el cabo Douglas y el gran volcán nevado del mismo nombre a nuestra derecha. Unos cuantos islotes antes de que la avioneta empiece a descender y para nuestra sorpresa enfile la misma playa en la que unos minutos después acaba aterrizando sin mayor dificultad. Ya desde lo alto, se podían ver grizzlys por todos los lados, algunos incluso en la playa. Menos mal, que nada más bajar de la avioneta, una joven guía, que dice llamarse Catherine, pero a la que quiere que llamemos Cat, parece saber de qué va la vaina y nos infunde cierta tranquilidad, a pesar de que no vaya armada, ni tan siquiera lleve el famoso spray de gas pimienta que unos días después acabaremos comprando. Tras explicarnos unas pautas muy básicas pero muy importantes en cuanto al comportamiento en el grupo y con respecto a los osos, nos ponemos en marcha. Recorremos los primeros trescientos metros por las rodadas de la avioneta, tras aterrizar en una playa que se encuentra con la marea baja. Nos dirigimos hacia el sur, e inmediatamente abandonamos la playa para irnos adentrando en una vegetación que se nos antoja demasiado alta, para poder ver con margen de seguridad a los muchos osos que rondan por allí. Tras sortear algunos troncos de árboles que hay en la línea de playa, arrastrados por las fuertes marejadas de esta zona, hemos llegado a un senderito bastante pisado, que usan los osos en su recorrido desde el río más cercano hasta la playa. En este primer tramo vamos observando los osos que tras hartarse de salmones, pastan a sus anchas como si de vacas se tratasen. Estamos tan absortos viéndolos a corta distancia, que no nos damos cuenta hasta que tenemos encima a un joven oso que nos entra por detrás y que viene por el mismo sendero que estamos utilizando nosotros. Lejos de irritarse o molestarle nuestra presencia, parece ignorarnos y se sale del camino, poco antes de llegar a nuestra altura, para dirigirse a la playa. Pero no hemos hecho más que reiniciar la marcha, cuando a menos de ocho o diez metros delante de nosotros se levanta una hembra que abriendo la boca y mirándonos de reojo al mismo tiempo, nos ha detectado mucho antes de que supiéramos que se encontraba en el mismo recorrido. Cat nos dice que nos agachemos y guardemos silencio, manteniendo en todo momento la calma. Al parecer con estos poderosos plantígrados hay que hacer lo contrario a lo que nos parecería normal, que es salir corriendo. Según Cat, ninguno de los más de cuatro mil osos que hay en Katmai, tienen en principio ningún motivo para atacar a una persona, salvo que cometa algún error, como podría ser: el de interferir en su camino, realizar alguna acción que pudiera asustarles, o acercarse más de lo prudente a alguna madre con su cría o a alguno de los imponentes machos que incluso marcan distancias con otros parientes, tanto machos como hembras. Menos mal, que antes de subir a la avioneta nos calzaron unas botas de agua, que ahora nos permiten adentrarnos cómodamente en una zona encharcada, cerca del río en el que se encuentra otro grupo de machos y hembras. Hemos cruzado uno de los ríos y por la izquierda nos hemos vuelto a acercar a la playa, en la que un par de grupos de personas con sus guías, observan como dos osos corren tras otro que lleva un salmón en la boca. Parece un documental en el que como suele ocurrir, los perseguidores acaban alcanzando y arrebatando el sabroso bocado al que lo había capturado. Un poco más allá, una hembra con su cría se alejan unos cientos de metros del grupo anterior, hasta que en una tranquila zona de la playa se pone a amamantar a una cría que se nos antoja un poquito grande para seguir mamando, como lo hace. En el regreso, volvemos de nuevo hacia el interior, pues hemos visto a cierta distancia un par de machos, de tamaño considerable, que no paran de pastar, y que sólo de vez en cuando levantan la cabeza para tantear la situación, más que nuestra, del resto de sus parientes. En estos minutos de contemplación, a una distancia un poco mayor, aprovechamos tanto la guía como nosotros para comer una fruta y recordar que con los osos no se puede llevar ningún tipo de comida (sobre todo pescado) que pueda llamarles la atención y producir una situación de riesgo. Tras recorrer otro corto tramo en el interior y cruzar nuevamente el segundo río, nos vamos acercando de nuevo a la playa, para hacer el último trayecto hasta la avioneta por una playa en la que aún nos cruzaremos con otro par de osos, en este caso hembras.
March held on Monday, July 20, 2015 NOTICE: It is understood that anyone who wants to do this same route assumes the responsibility that an activity entails that is not exempt from possible risks or incidents, in an environment in which common sense and circumstances can make the difference between having a good day or the opposite. Today we got up quite early, since we have to take a plane that will take us from Homer to the Katmai Peninsula, a national park and reserve where the largest concentration of grizzly bears in all of Alaska is found. The flight of almost an hour, flies over the Pacific Ocean all the time, leaving Kodiak Island a few miles to the south, where this variety of brown bear reaches its maximum expression and size. Half an hour into the flight we began to approach Katmai, leaving Cape Douglas and the great snow-capped volcano of the same name on our right. A few islets before the plane begins to descend and to our surprise it heads for the same beach where a few minutes later it ends up landing without much difficulty. Already from above, grizzlies could be seen everywhere, some even on the beach. Luckily, as soon as we got off the plane, a young guide, who says her name is Catherine, but whom she wants us to call Cat, seems to know what the hell is going on and gives us a certain peace of mind, despite the fact that she is not armed, do not even carry the famous pepper spray that a few days later we will end up buying. After explaining some very basic but very important guidelines regarding behavior in the group and with respect to bears, we get going. We travel the first three hundred meters along the tracks of the plane, after landing on a beach that is found at low tide. We head south, and immediately leave the beach to go into a vegetation that seems too high, to be able to see with a safety margin the many bears that roam there. After avoiding some tree trunks that are on the beach line, dragged by the strong swells in this area, we have reached a well-trodden little path, used by bears on their way from the nearest river to the beach. In this first section we are observing the bears that after getting fed up with salmon, graze freely as if they were cows. We are so engrossed in watching them at close range that we don't realize it until we have a young bear on top of us coming up behind us and coming down the same path we are using. Far from being irritated or bothered by our presence, he seems to ignore us and turns off the road, shortly before reaching us, to head for the beach. But we have only restarted the march, when less than eight or ten meters in front of us a female stands up, opening her mouth and looking at us askance at the same time, she has detected us long before we knew she was in the same route. Cat tells us to crouch down and be quiet, staying calm at all times. Apparently with these powerful plantigrades we have to do the opposite of what would seem normal to us, which is to run away. According to Cat, none of the more than four thousand bears in Katmai have, in principle, any reason to attack a person, unless they make a mistake, such as: interfering with their path, performing some action that could scare them , or get closer than is prudent to a mother with her calf or to one of the imposing males that even mark distances with other relatives, both males and females. Luckily, before boarding the plane we were fitted with wellies, which now allow us to comfortably enter a flooded area, near the river where another group of males and females is found. We have crossed one of the rivers and on the left we have once again approached the beach, where a couple of groups of people with their guides observe how two bears run after another that is carrying a salmon in its mouth. It looks like a documentary in which, as often happens, the pursuers end up reaching and snatching the tasty morsel from the one who had captured it. A little further on, a female with her calf moves away a few hundred meters from the previous group, until in a quiet area of the beach she begins to nurse a calf that seems a little big to us to continue suckling, as it does. . On the way back, we go back inland again, because we have seen at some distance a pair of males, of considerable size, that do not stop grazing, and that only occasionally raise their heads to test the situation, more than our from the rest of his relatives. In these minutes of contemplation, at a slightly greater distance, we take advantage of both the guide and ourselves to eat a fruit and remember that with bears you cannot take any type of food (especially fish) that can attract their attention and produce a risky situation. After traveling another short section inland and crossing the second river again, we approach the beach again, to make the last trip to the plane along a beach where we will still come across another pair of bears, in this case females.
Comments