De Benamahoma al Castillo de Aznalmara (P.N. Sierra de Grazalema)
near Benamahoma, Andalucía (España)
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Ruta por el Parque Natural de Grazalema, que luce sus mejores galas en estas fechas primaverales, saliendo desde la pedanía grazalemeña de Benamahoma y llegando al Castillo de Aznalmara (o de Tavizna), ya en el término municipal de Benaocaz.
Dejamos Benamahoma por su parte alta, siguiendo la calle Real (coincidiendo con el Cordel de Arcos) hasta llegar a la A-372; frente a la parada de autobús se encuentra el inicio del Sendero Arroyo del Descansadero, que une la localidad con el área recreativa Los Llanos del Campo (donde se abandona el Cordel de Arcos).
Subimos por una bonita senda a la sombra de quejigos, algarrobos y encinas, siguiendo una antigua calzada medieval que enlazaba Benamahoma con Grazalema, desviándonos brevemente para visitar las ruinas de un antiguo molino harinero (construido en el siglo XVII) que aprovechaba la fuerza de la caída del agua del arroyo para mover las ruedas que lo ponían a funcionar: éste en concreto recibe el nombre de Molino del Susto, pues sus restos invadidos por la vegetación invitan a creer en que aquí ocurren fenómenos extraños como aparición de luces resplandecientes, avistamiento de ovnis, escuchas de llantos infantiles…
Continuamos sendero adelante cruzando la A-372 y caminando junto a la carretera, pasando por una zona de juncos y adelfas, presentes por la proximidad del arroyo. Vemos a un lado del sendero las ruinas de una calera (y poco después una cantera de piedra caliza de la que se abastecería para producir la cal tan usada en las fachadas de las casas de los pueblos andaluces, especialmente en estas serranías), llegando a la fuente del Arroyo del Descansadero, rodeada de sauces llorones y pinos; fue construida por el ICONA a principios del siglo XX y sirvió de abrevadero para el ganado.
Poco después volvemos a cruzar la carretera frente a una cancela que da acceso a un área de reserva, siguiendo el carril que nos lleva a los Llanos del Berral, hasta hace pocos años cultivados con cereal (se puede ver una antigua era en la que se trillaba el trigo). Dejamos el Cerro del Albarracinejo a nuestra derecha, introduciéndonos en un bosque de acebuches, encinas y grandes quejigos, con el arroyo de los Charcones (originado por las aguas provenientes de la Sierra de Albarracín) a nuestra izquierda, llegando a un mirador (fin del sendero balizado) desde donde se tiene una impresionante panorámica del Cerro del Castillo, coronado por la fortaleza nazarí, a donde nos van a llevar nuestros pasos y a la que subiremos, aunque desde este lugar nos parezca de entrada inaccesible.
Comenzamos ahora un descenso por una estrecha senda, entre jaras, matagallos y muchas aulagas (muy recomendable el llevar pantalón largo), siguiendo el curso del arroyo de los Charcones (que baja acusadamente para encontrarse con el río Tavizna) hasta un poco antes de su desembocadura, cuando la senda se desvía para cruzar el barranco de otro arroyo, junto al Manantial de la Máquina (hay que cruzar una angarilla hecha con un somier antes de llegar a esta surgencia). Franqueamos luego una cancela, llegando (junto a las ruinas de una casa) a una pista cementada que, entre parcelas, nos baja hasta el Pontón de Tavizna, que salva este río tributario del Majaceite (también llamado El Bosque y Guadalcacín), principal afluente del Guadalete; el Tavizna circula encajonado entre los cerros de las Peñuelas y El Vasco por su margen derecha y el Cerro del Castillo por la izquierda. Para llegar a este último hay que pasar al otro margen del río, lo que se puede hacer por una estrecha senda que hay que coger justo al pasar el puente (si lleva mucho caudal de agua, podemos tener difícil el encontrarla); un vecino del lugar nos aconsejó continuar el camino de la izquierda (antes de cruzar el Pontón), pasando la Finca el Huertezuelo (casa rural) y siguiendo una senda junto al río que lleva a una cancela (que puede abrirse) y a un paso que salva el cauce. Nos encontramos frente a otra parcela, continuando a la derecha entre el río y la alambrada que delimita la propiedad por un estrecho sendero entre la vegetación de ribera y debiendo estar muy atentos para encontrar una sendita a la izquierda, casi oculta por la vegetación, por la que empezamos a subir por las laderas de Aznalmara entre una tupida vegetación mediterránea. Hay que salvar la alambrada por un saltadero habilitado para tal efecto a la espalda de la casa, continuando por la estrecha senda siempre por sus bifurcaciones a la derecha; después la seguimos en dirección suroeste, hasta que la vegetación se aclara permitiendo disfrutar de una amplia panorámica, sobre todo al llegar a un collado (con vistas al Peñón del Castillo, a las Sierras de La Silla, El Endrinal, El Pinar…).
Guiándonos por hitos de piedras, llegamos al pie del Castillo de Aznalmara (o de Tavizna) por su lado sur, el más accesible. El vocablo de origen árabe "Aznalmara" podría significar "fortaleza del agua amarga", aunque también, según un texto de la Diputación de Cádiz, "Castillo de las Doncellas"; levantado en época nazarí (entre los siglos XIII y XIV), probablemente sobre un asentamiento ibero-romano, formó parte del sistema defensivo occidental del antiguo Reino de Granada, gracias a su buen emplazamiento, controlando una amplia zona entre Benaocaz y Arcos. Durante el siglo XV, en 1410, tiene lugar su conquista por las tropas comandadas por el Condestable Rui López Dávalos (y enviadas por el Infante Don Fernando de Antequera), en la que destacan las gentes de Arcos con Pedro Mateos de Palacios al frente (al que Don Fernando le confirió la alcaidía de la fortaleza), cambiando más tarde de manos hasta su definitiva toma por las tropas del Marqués de Cádiz en 1485.
Subimos por un terreno pedregoso y empinado, primero en dirección norte y, en el tramo final, viramos al este, para entrar en el castillo, después de pasar entre los muros de la antigua puerta en recodo, por su lado más elevado, donde se alza la Torre del Homenaje; de planta cuadrada, conserva sus ventanas saeteras y almenas (debió de tener dos plantas separadas por estructuras de madera). Entramos al interior del Patio de Armas, delimitado por lienzos de muralla y torreones cuadrangulares rematados por almenas, donde se encuentran una alberca y un aljibe; hacia el lado occidental puede verse una torre pentagonal a la que accede por una rampa, que se construiría por las tropas napoleónicas para emplazar su artillería. También había una poterna (puerta secundaria para huir en caso de necesidad) en el lado noroeste de la fortaleza.
Tras admirar las espléndidas panorámicas de 360⁰ que se tienen desde este punto (Sierras de la Silla, Albarracín, del Pinar, Endrinal, el Coargazal, el Jauletas, el Caíllo, el Ojo del Moro…), descendemos con precaución intentando seguir el mismo senderillo, pasando junto a la deteriorada fuente de Aznalmara, y, con buenas vistas del Valle del Tavizna, volviendo hacia el río; salimos en esta ocasión por la izquierda del Pontón, continuando por el camino de ida. La subida, ahora, hasta el Mirador los Llanos del Berral quizás sea el tramo de mayor exigencia física, con el sol ya alto castigándonos, pero la hacemos a buen ritmo, siguiendo luego el cómodo camino hasta el área recreativa Los Llanos del Campo, desde donde conectamos con el Sendero Arroyo del Descansadero para regresar a Benamahoma y poner punto final a este recorrido por tan bella Sierra.
Dejamos Benamahoma por su parte alta, siguiendo la calle Real (coincidiendo con el Cordel de Arcos) hasta llegar a la A-372; frente a la parada de autobús se encuentra el inicio del Sendero Arroyo del Descansadero, que une la localidad con el área recreativa Los Llanos del Campo (donde se abandona el Cordel de Arcos).
Subimos por una bonita senda a la sombra de quejigos, algarrobos y encinas, siguiendo una antigua calzada medieval que enlazaba Benamahoma con Grazalema, desviándonos brevemente para visitar las ruinas de un antiguo molino harinero (construido en el siglo XVII) que aprovechaba la fuerza de la caída del agua del arroyo para mover las ruedas que lo ponían a funcionar: éste en concreto recibe el nombre de Molino del Susto, pues sus restos invadidos por la vegetación invitan a creer en que aquí ocurren fenómenos extraños como aparición de luces resplandecientes, avistamiento de ovnis, escuchas de llantos infantiles…
Continuamos sendero adelante cruzando la A-372 y caminando junto a la carretera, pasando por una zona de juncos y adelfas, presentes por la proximidad del arroyo. Vemos a un lado del sendero las ruinas de una calera (y poco después una cantera de piedra caliza de la que se abastecería para producir la cal tan usada en las fachadas de las casas de los pueblos andaluces, especialmente en estas serranías), llegando a la fuente del Arroyo del Descansadero, rodeada de sauces llorones y pinos; fue construida por el ICONA a principios del siglo XX y sirvió de abrevadero para el ganado.
Poco después volvemos a cruzar la carretera frente a una cancela que da acceso a un área de reserva, siguiendo el carril que nos lleva a los Llanos del Berral, hasta hace pocos años cultivados con cereal (se puede ver una antigua era en la que se trillaba el trigo). Dejamos el Cerro del Albarracinejo a nuestra derecha, introduciéndonos en un bosque de acebuches, encinas y grandes quejigos, con el arroyo de los Charcones (originado por las aguas provenientes de la Sierra de Albarracín) a nuestra izquierda, llegando a un mirador (fin del sendero balizado) desde donde se tiene una impresionante panorámica del Cerro del Castillo, coronado por la fortaleza nazarí, a donde nos van a llevar nuestros pasos y a la que subiremos, aunque desde este lugar nos parezca de entrada inaccesible.
Comenzamos ahora un descenso por una estrecha senda, entre jaras, matagallos y muchas aulagas (muy recomendable el llevar pantalón largo), siguiendo el curso del arroyo de los Charcones (que baja acusadamente para encontrarse con el río Tavizna) hasta un poco antes de su desembocadura, cuando la senda se desvía para cruzar el barranco de otro arroyo, junto al Manantial de la Máquina (hay que cruzar una angarilla hecha con un somier antes de llegar a esta surgencia). Franqueamos luego una cancela, llegando (junto a las ruinas de una casa) a una pista cementada que, entre parcelas, nos baja hasta el Pontón de Tavizna, que salva este río tributario del Majaceite (también llamado El Bosque y Guadalcacín), principal afluente del Guadalete; el Tavizna circula encajonado entre los cerros de las Peñuelas y El Vasco por su margen derecha y el Cerro del Castillo por la izquierda. Para llegar a este último hay que pasar al otro margen del río, lo que se puede hacer por una estrecha senda que hay que coger justo al pasar el puente (si lleva mucho caudal de agua, podemos tener difícil el encontrarla); un vecino del lugar nos aconsejó continuar el camino de la izquierda (antes de cruzar el Pontón), pasando la Finca el Huertezuelo (casa rural) y siguiendo una senda junto al río que lleva a una cancela (que puede abrirse) y a un paso que salva el cauce. Nos encontramos frente a otra parcela, continuando a la derecha entre el río y la alambrada que delimita la propiedad por un estrecho sendero entre la vegetación de ribera y debiendo estar muy atentos para encontrar una sendita a la izquierda, casi oculta por la vegetación, por la que empezamos a subir por las laderas de Aznalmara entre una tupida vegetación mediterránea. Hay que salvar la alambrada por un saltadero habilitado para tal efecto a la espalda de la casa, continuando por la estrecha senda siempre por sus bifurcaciones a la derecha; después la seguimos en dirección suroeste, hasta que la vegetación se aclara permitiendo disfrutar de una amplia panorámica, sobre todo al llegar a un collado (con vistas al Peñón del Castillo, a las Sierras de La Silla, El Endrinal, El Pinar…).
Guiándonos por hitos de piedras, llegamos al pie del Castillo de Aznalmara (o de Tavizna) por su lado sur, el más accesible. El vocablo de origen árabe "Aznalmara" podría significar "fortaleza del agua amarga", aunque también, según un texto de la Diputación de Cádiz, "Castillo de las Doncellas"; levantado en época nazarí (entre los siglos XIII y XIV), probablemente sobre un asentamiento ibero-romano, formó parte del sistema defensivo occidental del antiguo Reino de Granada, gracias a su buen emplazamiento, controlando una amplia zona entre Benaocaz y Arcos. Durante el siglo XV, en 1410, tiene lugar su conquista por las tropas comandadas por el Condestable Rui López Dávalos (y enviadas por el Infante Don Fernando de Antequera), en la que destacan las gentes de Arcos con Pedro Mateos de Palacios al frente (al que Don Fernando le confirió la alcaidía de la fortaleza), cambiando más tarde de manos hasta su definitiva toma por las tropas del Marqués de Cádiz en 1485.
Subimos por un terreno pedregoso y empinado, primero en dirección norte y, en el tramo final, viramos al este, para entrar en el castillo, después de pasar entre los muros de la antigua puerta en recodo, por su lado más elevado, donde se alza la Torre del Homenaje; de planta cuadrada, conserva sus ventanas saeteras y almenas (debió de tener dos plantas separadas por estructuras de madera). Entramos al interior del Patio de Armas, delimitado por lienzos de muralla y torreones cuadrangulares rematados por almenas, donde se encuentran una alberca y un aljibe; hacia el lado occidental puede verse una torre pentagonal a la que accede por una rampa, que se construiría por las tropas napoleónicas para emplazar su artillería. También había una poterna (puerta secundaria para huir en caso de necesidad) en el lado noroeste de la fortaleza.
Tras admirar las espléndidas panorámicas de 360⁰ que se tienen desde este punto (Sierras de la Silla, Albarracín, del Pinar, Endrinal, el Coargazal, el Jauletas, el Caíllo, el Ojo del Moro…), descendemos con precaución intentando seguir el mismo senderillo, pasando junto a la deteriorada fuente de Aznalmara, y, con buenas vistas del Valle del Tavizna, volviendo hacia el río; salimos en esta ocasión por la izquierda del Pontón, continuando por el camino de ida. La subida, ahora, hasta el Mirador los Llanos del Berral quizás sea el tramo de mayor exigencia física, con el sol ya alto castigándonos, pero la hacemos a buen ritmo, siguiendo luego el cómodo camino hasta el área recreativa Los Llanos del Campo, desde donde conectamos con el Sendero Arroyo del Descansadero para regresar a Benamahoma y poner punto final a este recorrido por tan bella Sierra.
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