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Cerro de la Matilla-Puerto de la Nava. Desde Otiñar

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Trail stats

Distance
10.97 mi
Elevation gain
3,625 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
3,625 ft
Max elevation
4,822 ft
TrailRank 
29
Min elevation
1,917 ft
Trail type
Loop
Time
4 hours 52 minutes
Coordinates
4343
Uploaded
February 16, 2015
Recorded
February 2015
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near Otiñar, Andalucía (España)

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Itinerary description

El viernes noche miré el tiempo por Internet y daba que el sábado había una ligerísima posibilidad de agua al medio día, y garantía total de agua durante todo el domingo. Luego está bien claro: cambio mi ruta de bici del domingo al sábado, y las tareas del sábado, ya las haré el domingo.
El sábado, me levanto a eso de las 7 de la mañana con la intención de hacer una nueva ruta que tengo planificada para la bici. Me aseo, me visto, preparo el desayuno y cuando me asomo al patio, resulta que está lloviendo. ¡ …dita sea! Lloviendo no voy a salir con la bici. Bueno está que si vas en ruta y comienza a caer agua, te tengas que aguantar, pero salir lloviendo, es una locura. ¿Y ahora qué hago? Todavía no son las 8 de la mañana, y no me puedo poner tan temprano a realizar mis tareas, porque son ruidosas y despertaría a toda la familia, así que me acuesto de nuevo a echar una cabezada hasta un poco más tarde.
Me levanto el domingo, y como estaba previsto, está lloviendo y bien cerrado, así que es un buen día para hacer una ruta de marcha, preciosa, que ya he recorrido alguna otra vez. Desayuno, cojo el coche y me voy para Otiñar. Allí comienza esta fantástica ruta, que a lo mejor no conoces, y es una verdadera joya. Son casi 1100 metros de desnivel acumulado.
Se trata de subir por detrás del Castillo de Otiñar hasta el Cerro de la Matilla hasta encontrar una pista que sube desde la carretera del Pantano. Desde allí, bajamos hasta el Arroyo de la Hoya del Caño, y antes de atravesar el barranco, parte una vereda a la izquierda, que es la que sube hasta el Puerto de la Nava. Es una vereda inmunda y mezquina, totalmente abandonada y arruinada, tan pendiente que a veces te tienes que agarrar hasta con las manos y tan descarnada que hasta las cabras le dan de lado. Pero no dudes que merece la pena.
Lo que la hace especialmente delicada en este día es la lluvia que no cesa en toda la mañana. Pero no hay problema, porque llevo paraguas … o eso creía yo. El quid de la cuestión es que paraguas, llevo, pero no lo puedo abrir por la cantidad de maleza que obstaculiza el camino. Lo abro y lo cierro al menos 100 veces, por lo que no me aprovecha demasiado y me calo hasta los huesos. El barro también pone su puntito de riesgo a la aventura y debo tener mucho cuidado con las piedras resbaladizas, con las piedras sueltas, y con el barro que atasca mis botas.
A pesar de ello, la ruta discurre por un sendero en lo profundo de un barranco, y si miro para el lado opuesto del barranco, se ve la lluvia cayendo incesante mientras el viento la azota y la convierte en cortinas verticales, como a franjas. Es espectacular.
En un momento dado, oigo un ruido por la ladera de enfrente, de piedras que ruedan por la fuerte pendiente, y veo cómo una familia de jabalíes sube a toda velocidad la cuesta arriba. Papá jabalí, cuatro o cinco jabatillos y mamá jabalí (lo de papá y mamá puede ser intercambiable), en fila india y con gran disciplina. Es una visión espectacular y simpática y voy mascullando, cuesta arriba, que nadie debería tener derecho a quitar la vida a estos seres tan bellos.
Ya casi llegando al Puerto de la Mata, a 1540 mt. de altitud, debajo y a un paso del imponente pico de La Pandera, se encuentran unos prados pequeños entre el bosque de pinos, como los de las montañas de Heidi, que todavía se encuentran nevados por la nieve que ha caído hace dos o tres semanas. La visión es fantástica e invita a tirarse al suelo, a hacer el ángel o algo parecido, pero llevo demasiado frío como para pararme demasiado. Ni el thinsulate de las botas ha logrado detener el agua que me cae desde arriba, desde abajo y desde todos los lados, y los piés van, no húmedos, sino empapados. Y al chubasquero, tampoco sé por qué lo llaman así, porque se traga toda el agua que le eches.
Pero las circunstancias son pura anécdota. Lo bonito, lo precioso, es la naturaleza con sus paisajes, sus animales y sus sonidos, y por otra parte estás tú, que eres el centro del universo, con tu trabajo, tu esfuerzo y tu afán de superación. Eso es lo verdaderamente importante. El agua, el barro, las piedras sueltas y las pendientes resbaladizas no son más que insignificancias y se les debe respetar, pero no pensar que no podremos con ellas.

PD: disculpad las fotos. Están tomadas con un móvil chungo y no son nada del otro mundo. Además, no tenía mucha batería y no he podido tomar más.

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