Castillo y huerta de Ricote, desde Ojós
near Ojós, Murcia (España)
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Trail photos
Itinerary description
Siguiendo con las rutas propuestas en el libro de J.J. López Moreno, "El valle de Ricote a través de sus fortalezas", hoy toca el castillo de Ricote y la preciosa huerta de este pueblo, desde Ojós (en el libro, la ruta se titula CASTILLO DE RICOTE.
Curiosamente (e imagino que absolutamente adrede por el autor del libro), la ruta lineal arranca y termina, respectivamente, en dos antiguos lavaderos públicos: lavadero de Ojós y lavadero de Ricote. Por enmedio, la subida al castillo de Ricote (Sendero local MU 26) y una ruta molona con un montón de detalles preciosos, un pelín deslucidos por esta época de calor criminal; pero qué queréis que os diga, no me puedo quedar en casa.
Bien, arrancamos en Ojós. Aparque fácil por la zona y arrancada desde el mismísimo lavadero, en el centro del pueblo, donde arranca uno de los itinerarios turísticos del Valle de Ricote, muy bien indicado y del que tiraremos durante parte de la ruta. Ascendemos por él, con el ruido del agua a nuestra derecha, por la rambla proveniente de Ricote. Tomamos durante un rato la carretera que une los dos pueblos, para ser fiel al trazado del libro, pero a la vuelta optaremos por otro camino, como luego veremos. Pasamos el cementerio de Ojós y llegamos al de Ricote, pero antes es imperdonable no desviarse un pelín para visitar la olivera milenaria y echar un traguico de agua a su sombra. Seguimos ruta, con susto incluido por un par de perros muy agresivos en una finca (cerrada eso sí, pero aviso porque el susto te lo llevas) y llegamos al inicio del SL del castillo, tras pasar junto al trasvase Tajo-Segura. Viajar a Ricote, sólo por la ascensión al castillo, ya merece la pena; es una gozada muy asequible, aunque ya se avisa en el cartel de salida (y al llegar arriba) que el sendero homologado finaliza ANTES de entrar al recinto del castillo, por el posible peligro de desprendimientos. La verdad es que servidor se quedó boquiabierto al llegar a las ruinas. Lo poco que había visto desde la distancia, y alguna fotillo vista por ahí, no dan idea de lo que te vas a encontrar; y no es que quede gran cosa, desde luego, pero la perspectiva desde la entrada, y por poca imaginación que se tenga, da idea del pedazo de fortaleza que tuvo ser. Espectacular. Y sobra explayarse sobre las vistas: maravillosas, con el continuo rumor del agua en el azud del Solvente. Sobre esto último, J.J. López siempre lo llama SORBENTE, y su tesis tiene toda la lógica del mundo, ya que en ese punto el río es SORBIDO por el hombre para crear las acequías que comenzaron a hacer del valle de Ricote lo que hoy es. Es más, en un texto medieval ya se nombra así, SORBENTE. Así que lo de SOLVENTE, parece una degeneración de la lengua, pero a ver quién lucha con la tradición.
Bueno, iniciando bajada, con el calor apretando y el sol ya bastante vertical, puedes optar por almorzar a la sombra en alguno de los oportunos bancos colocados a lo largo del sendero. Sigo ruta y entro en Ricote, bordeando por su calle más meridional para, a la altura del más famoso restaurante del pueblo, introducirme de lleno en la huerta ricotí (que también se merece una visita por sí sola). Se solapan marcas de varios tipos (uno de ellos el del PR-MU 8, senda de los moriscos), por lo que es difícil perderse hasta llegar a las ruinas de la Ermita de la Virgen de las huertas (levantada sobre la antigua mezquita) y, después, a los antiguos molinos y al lavadero público, ambos nutridos por la Fuente grande, que es la que dio vida a esta preciosa huerta. Por cierto, los molinos son de cubo; no como los fluviales. El que quiera aprender, que busque o lea los interesantes carteles in situ.
En el lavadero termina la ruta propuesta en el libro. Se podría hacer así y haber dejado coche en la cercana casa forestal de La calera, pero yo vuelvo sobre mis pasos y, de nuevo en el pueblo, tomo el antes nombrado itinerario turístico, que me adentra por otra zona de la huerta y me lleva de nuevo cerca de los cementerios, ya con un calor rayano en lo insoportable.
Fin de ruta en la siempre molona MARILÍ, donde los riquísimos bizcochos borrachos, con los que maridan de maravilla una cola hasta los topes de hielo.
Ruta fácil, con la lógica precaución -y aconsejable calzado de agarre- al llegar al castillo, pero un poco larga hecha en esta fecha. En cualquier otra época es una gozada altamente recomendable.
Muchas gracias a J.J. López y a la asociación La carrahila, de Abarán, por su trabajo.
Llegada
Curiosamente (e imagino que absolutamente adrede por el autor del libro), la ruta lineal arranca y termina, respectivamente, en dos antiguos lavaderos públicos: lavadero de Ojós y lavadero de Ricote. Por enmedio, la subida al castillo de Ricote (Sendero local MU 26) y una ruta molona con un montón de detalles preciosos, un pelín deslucidos por esta época de calor criminal; pero qué queréis que os diga, no me puedo quedar en casa.
Bien, arrancamos en Ojós. Aparque fácil por la zona y arrancada desde el mismísimo lavadero, en el centro del pueblo, donde arranca uno de los itinerarios turísticos del Valle de Ricote, muy bien indicado y del que tiraremos durante parte de la ruta. Ascendemos por él, con el ruido del agua a nuestra derecha, por la rambla proveniente de Ricote. Tomamos durante un rato la carretera que une los dos pueblos, para ser fiel al trazado del libro, pero a la vuelta optaremos por otro camino, como luego veremos. Pasamos el cementerio de Ojós y llegamos al de Ricote, pero antes es imperdonable no desviarse un pelín para visitar la olivera milenaria y echar un traguico de agua a su sombra. Seguimos ruta, con susto incluido por un par de perros muy agresivos en una finca (cerrada eso sí, pero aviso porque el susto te lo llevas) y llegamos al inicio del SL del castillo, tras pasar junto al trasvase Tajo-Segura. Viajar a Ricote, sólo por la ascensión al castillo, ya merece la pena; es una gozada muy asequible, aunque ya se avisa en el cartel de salida (y al llegar arriba) que el sendero homologado finaliza ANTES de entrar al recinto del castillo, por el posible peligro de desprendimientos. La verdad es que servidor se quedó boquiabierto al llegar a las ruinas. Lo poco que había visto desde la distancia, y alguna fotillo vista por ahí, no dan idea de lo que te vas a encontrar; y no es que quede gran cosa, desde luego, pero la perspectiva desde la entrada, y por poca imaginación que se tenga, da idea del pedazo de fortaleza que tuvo ser. Espectacular. Y sobra explayarse sobre las vistas: maravillosas, con el continuo rumor del agua en el azud del Solvente. Sobre esto último, J.J. López siempre lo llama SORBENTE, y su tesis tiene toda la lógica del mundo, ya que en ese punto el río es SORBIDO por el hombre para crear las acequías que comenzaron a hacer del valle de Ricote lo que hoy es. Es más, en un texto medieval ya se nombra así, SORBENTE. Así que lo de SOLVENTE, parece una degeneración de la lengua, pero a ver quién lucha con la tradición.
Bueno, iniciando bajada, con el calor apretando y el sol ya bastante vertical, puedes optar por almorzar a la sombra en alguno de los oportunos bancos colocados a lo largo del sendero. Sigo ruta y entro en Ricote, bordeando por su calle más meridional para, a la altura del más famoso restaurante del pueblo, introducirme de lleno en la huerta ricotí (que también se merece una visita por sí sola). Se solapan marcas de varios tipos (uno de ellos el del PR-MU 8, senda de los moriscos), por lo que es difícil perderse hasta llegar a las ruinas de la Ermita de la Virgen de las huertas (levantada sobre la antigua mezquita) y, después, a los antiguos molinos y al lavadero público, ambos nutridos por la Fuente grande, que es la que dio vida a esta preciosa huerta. Por cierto, los molinos son de cubo; no como los fluviales. El que quiera aprender, que busque o lea los interesantes carteles in situ.
En el lavadero termina la ruta propuesta en el libro. Se podría hacer así y haber dejado coche en la cercana casa forestal de La calera, pero yo vuelvo sobre mis pasos y, de nuevo en el pueblo, tomo el antes nombrado itinerario turístico, que me adentra por otra zona de la huerta y me lleva de nuevo cerca de los cementerios, ya con un calor rayano en lo insoportable.
Fin de ruta en la siempre molona MARILÍ, donde los riquísimos bizcochos borrachos, con los que maridan de maravilla una cola hasta los topes de hielo.
Ruta fácil, con la lógica precaución -y aconsejable calzado de agarre- al llegar al castillo, pero un poco larga hecha en esta fecha. En cualquier otra época es una gozada altamente recomendable.
Muchas gracias a J.J. López y a la asociación La carrahila, de Abarán, por su trabajo.
Llegada
Hora Inicio: 8:17 17 jul. 2020
Hora Fin: 11:52 17 jul. 2020
Distancia recorrida: 10,2 km (03:35)
Tiempo en movimiento: 02:56
Velocidad media: 2,84 km/h
Vel. en Mov.: 3,47 km/h
Velocidad Máxima: 7,52 km/h
Altura Mínima: 120 m
Altura Máxima: 436 m
Velocidad Ascenso: 265,2 m/h
Velocidad Descenso: -260,9 m/h
Ganancia Altitud: 462 m
Pérdida Altitud: -460 m
Tiempo Ascenso: 01:44
Tiempo Descenso: 01:45
Waypoints
Waypoint
581 ft
Mirador del Peñón
Waypoint
627 ft
Cementerio de Ojós
Waypoint
869 ft
Ojo, susto perros (tras alambrada, pero muy agresivos)
Waypoint
899 ft
Trasvase Tajo-Segura
Waypoint
0 ft
Casa forestal de La calera
Comments (2)
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Information
Easy to follow
Scenery
Moderate
Ruta bonita, con buenas vista
Gracias por las estrellicas, Chaplyn. Me alegra que te gustará. El mérito principal, para La carrahíla.
Saludicos.