Cañón del río Cárdena y pico del Fraile

Dejamos el coche en Moncabril y enseguida nos encontramos con el sendero, a la entrada del pueblo. El camino está muy bien señalizado con indicaciones de color naranja cada cierta distancia.

Empezamos un ascenso no demasiado pronunciado, pero continuo. Al poco de comenzar nos encontramos a la izquierda con el río Segundera, pero solo un momento, porque enseguida encontramos el cauce del Cárdena.

En el avance podemos contemplar bosquecillos, principalmente de robles, praderas y helechales, para poco a poco ir cambiando a un paisaje más de montaña, en el que el que las paredes del cañón se van haciendo más abruptas.

En esas estábamos cuando oímos a nuestra espalda el ladrido de un perro, por lo que me paré a esperar a ver qué venía por detrás. Así nos alcanzó un montañero con su perro, que nos adelantó, pero con el que volvimos a coincidir un kilómetro más adelante, justo cuando el sendero atraviesa el río Cárdena. El río venía con más agua de la habitual, por lo que no podía cruzarse sobre piedras y nos obligó a descalzarnos y vadearlo con ayuda de los bastones, porque la corriente tenía su fuerza.

Un poco más adelante llegamos al embalse de Cárdena, bordeado por una pista, que tomamos hacia la derecha para encontrarnos con la laguna de Payón y con el embalse de Garandones, que marca el punto más alto de la ruta.

El camino empieza a descender, suavemente al principio, bordeando las lagunas de Mancaso y del Cuadro, así como el pico del Fraile. Pasado este punto empezamos a tener unas magníficas vistas del lago de Sanabria y del valle del Tera.

El problema viene de que la bajada se vuelve mucho más empinada y la pista se torna en un sendero plagado de piedras sueltas, en el que resulta muy dificultoso avanzar, por el riesgo de caer por un resbalón. Son más o menos tres kilómetros que se hacen eternos, porque hay que afrontarlos con muy poco velocidad.

El sendero termina llegando a Moncabril, con lo que terminamos el recorrido circular sin más contratiempos.