Cañón del Río Bailón-Cerro Bramadero-Las Chorreras (Zuheros)
near Zuheros, Andalucía (España)
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Itinerary description
Esta ruta discurre por algunos de los paisajes más emblemáticos y hermosos del Parque Natural Sierras Subbéticas, como el cañón del río Bailón y las Chorreras, consideradas Zona de Reserva, por lo que se precisa de autorización para realizarla -que se ha de obtener de forma presencial en el
Centro de Visitantes Santa Rita, pasado el pk 11 de la A-339 (carretera Cabra-Priego).
Dicho esto, el punto de partida es el aparcamiento habilitado en la calle Barrera, en la parte baja de Zuheros, junto al puente del río Bailón, de donde arranca el sendero del mismo nombre. Empieza con una prolongada subida por un camino empedrado (al que se une por la derecha la vía pecuaria de la Colada del Pozuelo), que asciende hasta el Portillo Alto, desde donde hay unas magníficas vistas de Zuheros y de la parte más profunda del cañón, con los impresionantes tajos del Capitán y del Temblaero (que forman el Charco Hondo). Empiezo a bajar por un estrecho sendero, que desciende hacia el Bailón y que lo va a cruzar en varias ocasiones. Su lecho va seco, pues es un río fantasma que sólo lleva agua en épocas de copiosas lluvias, pero con un gran caudal subterráneo: la naturaleza caliza del suelo lo hace muy poroso y favorece la infiltración del agua, así como la presencia de fenómenos cársticos resultantes de la disolución de la roca, en superficie (poljés, dolinas, lapiaces o cañones como éste) y subterráneos (cuevas y simas). La importancia de estas formaciones geológicas hizo que el Parque Natural fuese declarado Geoparque Europeo y Global por la UNESCO en 2006.
Además, el río desaparece al precipitarse por un sumidero o “ponor”, una cavidad en su cauce. En el otoño de 2012, tras las primeras lluvias de la temporada, se abrió uno de esos agujeros en el paraje conocido como "Alameílla Negra". Las fuertes lluvias pueden no obstante hacer que el agua se acumule en su estrecho cauce, arrastrando rocas (que ocupan el lecho del río, dificultando su cruce) y hasta ocasionando riadas tan destructivas como la de febrero de 1948, que arrancó de cuajo el Puente Viejo (de un solo ojo, construido en ladrillo en 1868) y destruyó el Puente Nuevo, 150 metros aguas abajo, cortando la carretera de la estación de Doña Mencía a Luque.
Continúo por esta garganta abierta a lo largo de millones de años en el Macizo de Cabra-Zuheros, cuyas paredes pueden alcanzar los 100 metros de desnivel, por el sendero que discurre por el fondo del cañón, que se corresponde con la vereda de las Pilas al Vadillo; en esta época del año destacan los majuelos en flor, un arbusto espinoso de la familia de las rosáceas, con vistosas flores blancas. Las laderas también está salpicadas de flores silvestres, amarillas, violetas, rojas... pudiendo ver muchos abrigos y covachas formadas por la corriente del río, entre las que destaca la cueva del Fraile, así conocida por la forma de la roca que hay en su entrada (semejando un fraile encapuchado y rezando) y en cuyo interior se hallaron pinturas neolíticas (como en algún otro abrigo). Algunas de estas oquedales son usadas también por algunas aves para nidificar, como el búho real o el halcón peregrino.
El sendero sigue su curso zigzagueante, haciendo honor al nombre del río, que cruza en no menos de cinco ocasiones (en este tramo también se lo conoce como Camino del Guijarro); luego, al poco de pasar junto a la Fuente de la Mora, se le une por la izquierda el arroyo del Moreno o de la Zarzaílla y unos metros después se bifurca: continúo por la senda de la derecha (por la colada de las Pilas), que va un trecho junto al Bailón para luego dejarlo, subiendo al Hoyo Hondillo. Aquí tenemos una buena perspectiva del cañón y de las laderas que lo forman, de aspecto muy distinto por su diferente orientación: mientras la izquierda se tapiza de un denso bosque, en la de la derecha, más soleada, el encinar es más ralo, predominando el lapiaz.
El sendero, tras dejar el claro, se introduce ahora en un tupido bosque de encinas, recubiertas de líquenes y sobre piedras musgosas, que nos recuerda a un bosque encantado, de cuento. Vamos recorriendo así el cerro Bramadero a media ladera, pasando junto a las ruinas del cortijo de la Fuenfría antes de que la senda se vaya abriendo y se llegue junto a un magnífico ejemplar de encina (en cuyo tronco hay un hueco en donde cabe una persona): es “La Serrana”, incluida en el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de la provincia. También en la ladera de este cerro se encuentra la sima de la Fuenfría (a unos 500 metros del cortijo), o “El Simajo” en el habla de los pastores locales: sería el primer sumidero por el que drenaron las aguas del Bailón, desde el polje de la Nava.
Cruzando el arroyo de la Fuenfría, aparece un pequeño navazo, donde se encuentra el manantial del mismo nombre (además de dos pilares de piedra para abrevar ganado, un poco por debajo de la fuente). Esta surgencia, originada por la existencia de margas impermeables, tiene un abundante caudal de agua, que se encauza hasta Zuheros para el consumo de sus habitantes (al igual que ocurre con la fuente de la Zarzaílla). La abundancia de agua hizo que alrededor existieran huertas en el pasado (vestigios de las cuales son los almendros, membrillos, granados, nogales o higueras que aún se pueden ver).
Este enclave es una encrucijada de caminos que van a Zuheros, a Cabra (por la Nava) y a Luque, por la Vereda Marchaniega, por la que sigo pero en dirección a la Nava, recorriendo una llanura que, en el pasado, fue tierra cultivada tras su desmonte; se pueden ver majanos o montones de piedras extraídas del terreno, que también se usaban para construir eras, bancales o cortijos. A la izquierda se levanta un cerrete (cerro del Cordobés), en cuya cima se pueden encontrar, perdidos en la vegetación, los restos de una fortificación íbera, construida con enormes sillares de roca caliza. Al lado contrario de la vereda, junto al correspondiente panel explicativo, se puede ver la paleodolina, formada en el Jurásico al emerger las calizas del mar, ser erosionadas formando una depresión circular y luego volver a sumergirse. Muy cerca están las ruinas del cortijo de Pedro Rebola, con sus blancas piedras, antes de entrar en un frondoso encinar entre los cerros del Chaparral y los Zapateros; las encinas muestran un porte recortado en su parte inferior, debido al ramoneo del ganado. Aquí me desvío del camino marcado, para llegar atravesando el bosque a un navazo recorrido por una alambrada a la izquierda (al otro lado de la cual pasta el ganado y se puede ver a lo lejos el cortijo de Don Francisco Camacho), y a la derecha delimitado por la línea de encinas. Dirigiéndome hacia ésta, me encuentro con el arroyo de la Fuenseca, que nace en el poljé del mismo nombre, o del Navazuelo, que también se llama. Sigo el curso del arroyo dirección a la Nava (donde desagua en el Bailón), pero antes forma las dos cascadas conocidas como las Chorreras, en una zona con fallas que dividen el poljé en diferentes alturas (el Navazuelo queda en la superior). Este paraje es de gran belleza, sobre todo tras una temporada de lluvias que hacen que la escorrentía superficial del agua caiga (“chorree”) por las moles calizas. Tras visitar la Chorrera “de arriba”, hay que
bajar por una senda sinuosa que discurre por una pared lateral para llegar a la chorrera inferior, donde el salto de las aguas ricas en bicarbonatos favorece su precipitación, formando travertinos.
Siguiendo el curso del arroyo, se llega a la Nava, otra de las joyas geológicas y paisajísticas del parque. Es una llanura de origen kárstico recorrida por un río (polje o poljé), cuya longitud siempre supera el kilómetro (pudiendo ser de decenas de kilómetros, con anchura variable desde unos centenares de metros a unos pocos kilómetros); su fondo es plano, originándose por la disolución de las calizas y el acúmulo superficial de arcillas de descalcificación, pudiendo conservar la humedad (por lo que es un buen lugar para cultivar). Aunque no todos son iguales desde el punto de vista hidrológico: los hay inundados (permanente o recurrentemente) y los predominantemente secos, como éste, que suelen estar a mayor altura y ser menos maduros. Con el tiempo, el fondo se hunde poco a poco y permanece más tiempo encharcado por las aguas subterráneas. En la Nava de Cabra aún quedan resaltes rocosos, como islotes, no cubiertos por sedimentos arcillosos, con vegetación autóctona, los hums (señalando que no han terminado los procesos disolutivos de la roca caliza).
Inicio la vuelta por la Vereda Marchaniega, entrando nuevamente, al llegar al fondo de la Nava, en el bosque de chaparros. Llegado a la Fuenfría, continúo por la Vereda Marchaniega, pasando junto al cortijo del Peral, antes de dejar el camino a la izquierda, para llegar a un cercado; por el lateral del mismo, sigo por una estrecha vereda que se introduce en el cerro Bramadero y desemboca en el Hoyo Hondillo, desde donde otra senda baja al Cañón del Bailón. El resto de la vuelta hasta Zuheros lo hago por el mismo camino de ida, disfrutando de las vistas del pueblo desde el mirador del Charco Hondo y en la bajada desde el Portillo Alto.
Centro de Visitantes Santa Rita, pasado el pk 11 de la A-339 (carretera Cabra-Priego).
Dicho esto, el punto de partida es el aparcamiento habilitado en la calle Barrera, en la parte baja de Zuheros, junto al puente del río Bailón, de donde arranca el sendero del mismo nombre. Empieza con una prolongada subida por un camino empedrado (al que se une por la derecha la vía pecuaria de la Colada del Pozuelo), que asciende hasta el Portillo Alto, desde donde hay unas magníficas vistas de Zuheros y de la parte más profunda del cañón, con los impresionantes tajos del Capitán y del Temblaero (que forman el Charco Hondo). Empiezo a bajar por un estrecho sendero, que desciende hacia el Bailón y que lo va a cruzar en varias ocasiones. Su lecho va seco, pues es un río fantasma que sólo lleva agua en épocas de copiosas lluvias, pero con un gran caudal subterráneo: la naturaleza caliza del suelo lo hace muy poroso y favorece la infiltración del agua, así como la presencia de fenómenos cársticos resultantes de la disolución de la roca, en superficie (poljés, dolinas, lapiaces o cañones como éste) y subterráneos (cuevas y simas). La importancia de estas formaciones geológicas hizo que el Parque Natural fuese declarado Geoparque Europeo y Global por la UNESCO en 2006.
Además, el río desaparece al precipitarse por un sumidero o “ponor”, una cavidad en su cauce. En el otoño de 2012, tras las primeras lluvias de la temporada, se abrió uno de esos agujeros en el paraje conocido como "Alameílla Negra". Las fuertes lluvias pueden no obstante hacer que el agua se acumule en su estrecho cauce, arrastrando rocas (que ocupan el lecho del río, dificultando su cruce) y hasta ocasionando riadas tan destructivas como la de febrero de 1948, que arrancó de cuajo el Puente Viejo (de un solo ojo, construido en ladrillo en 1868) y destruyó el Puente Nuevo, 150 metros aguas abajo, cortando la carretera de la estación de Doña Mencía a Luque.
Continúo por esta garganta abierta a lo largo de millones de años en el Macizo de Cabra-Zuheros, cuyas paredes pueden alcanzar los 100 metros de desnivel, por el sendero que discurre por el fondo del cañón, que se corresponde con la vereda de las Pilas al Vadillo; en esta época del año destacan los majuelos en flor, un arbusto espinoso de la familia de las rosáceas, con vistosas flores blancas. Las laderas también está salpicadas de flores silvestres, amarillas, violetas, rojas... pudiendo ver muchos abrigos y covachas formadas por la corriente del río, entre las que destaca la cueva del Fraile, así conocida por la forma de la roca que hay en su entrada (semejando un fraile encapuchado y rezando) y en cuyo interior se hallaron pinturas neolíticas (como en algún otro abrigo). Algunas de estas oquedales son usadas también por algunas aves para nidificar, como el búho real o el halcón peregrino.
El sendero sigue su curso zigzagueante, haciendo honor al nombre del río, que cruza en no menos de cinco ocasiones (en este tramo también se lo conoce como Camino del Guijarro); luego, al poco de pasar junto a la Fuente de la Mora, se le une por la izquierda el arroyo del Moreno o de la Zarzaílla y unos metros después se bifurca: continúo por la senda de la derecha (por la colada de las Pilas), que va un trecho junto al Bailón para luego dejarlo, subiendo al Hoyo Hondillo. Aquí tenemos una buena perspectiva del cañón y de las laderas que lo forman, de aspecto muy distinto por su diferente orientación: mientras la izquierda se tapiza de un denso bosque, en la de la derecha, más soleada, el encinar es más ralo, predominando el lapiaz.
El sendero, tras dejar el claro, se introduce ahora en un tupido bosque de encinas, recubiertas de líquenes y sobre piedras musgosas, que nos recuerda a un bosque encantado, de cuento. Vamos recorriendo así el cerro Bramadero a media ladera, pasando junto a las ruinas del cortijo de la Fuenfría antes de que la senda se vaya abriendo y se llegue junto a un magnífico ejemplar de encina (en cuyo tronco hay un hueco en donde cabe una persona): es “La Serrana”, incluida en el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares de la provincia. También en la ladera de este cerro se encuentra la sima de la Fuenfría (a unos 500 metros del cortijo), o “El Simajo” en el habla de los pastores locales: sería el primer sumidero por el que drenaron las aguas del Bailón, desde el polje de la Nava.
Cruzando el arroyo de la Fuenfría, aparece un pequeño navazo, donde se encuentra el manantial del mismo nombre (además de dos pilares de piedra para abrevar ganado, un poco por debajo de la fuente). Esta surgencia, originada por la existencia de margas impermeables, tiene un abundante caudal de agua, que se encauza hasta Zuheros para el consumo de sus habitantes (al igual que ocurre con la fuente de la Zarzaílla). La abundancia de agua hizo que alrededor existieran huertas en el pasado (vestigios de las cuales son los almendros, membrillos, granados, nogales o higueras que aún se pueden ver).
Este enclave es una encrucijada de caminos que van a Zuheros, a Cabra (por la Nava) y a Luque, por la Vereda Marchaniega, por la que sigo pero en dirección a la Nava, recorriendo una llanura que, en el pasado, fue tierra cultivada tras su desmonte; se pueden ver majanos o montones de piedras extraídas del terreno, que también se usaban para construir eras, bancales o cortijos. A la izquierda se levanta un cerrete (cerro del Cordobés), en cuya cima se pueden encontrar, perdidos en la vegetación, los restos de una fortificación íbera, construida con enormes sillares de roca caliza. Al lado contrario de la vereda, junto al correspondiente panel explicativo, se puede ver la paleodolina, formada en el Jurásico al emerger las calizas del mar, ser erosionadas formando una depresión circular y luego volver a sumergirse. Muy cerca están las ruinas del cortijo de Pedro Rebola, con sus blancas piedras, antes de entrar en un frondoso encinar entre los cerros del Chaparral y los Zapateros; las encinas muestran un porte recortado en su parte inferior, debido al ramoneo del ganado. Aquí me desvío del camino marcado, para llegar atravesando el bosque a un navazo recorrido por una alambrada a la izquierda (al otro lado de la cual pasta el ganado y se puede ver a lo lejos el cortijo de Don Francisco Camacho), y a la derecha delimitado por la línea de encinas. Dirigiéndome hacia ésta, me encuentro con el arroyo de la Fuenseca, que nace en el poljé del mismo nombre, o del Navazuelo, que también se llama. Sigo el curso del arroyo dirección a la Nava (donde desagua en el Bailón), pero antes forma las dos cascadas conocidas como las Chorreras, en una zona con fallas que dividen el poljé en diferentes alturas (el Navazuelo queda en la superior). Este paraje es de gran belleza, sobre todo tras una temporada de lluvias que hacen que la escorrentía superficial del agua caiga (“chorree”) por las moles calizas. Tras visitar la Chorrera “de arriba”, hay que
bajar por una senda sinuosa que discurre por una pared lateral para llegar a la chorrera inferior, donde el salto de las aguas ricas en bicarbonatos favorece su precipitación, formando travertinos.
Siguiendo el curso del arroyo, se llega a la Nava, otra de las joyas geológicas y paisajísticas del parque. Es una llanura de origen kárstico recorrida por un río (polje o poljé), cuya longitud siempre supera el kilómetro (pudiendo ser de decenas de kilómetros, con anchura variable desde unos centenares de metros a unos pocos kilómetros); su fondo es plano, originándose por la disolución de las calizas y el acúmulo superficial de arcillas de descalcificación, pudiendo conservar la humedad (por lo que es un buen lugar para cultivar). Aunque no todos son iguales desde el punto de vista hidrológico: los hay inundados (permanente o recurrentemente) y los predominantemente secos, como éste, que suelen estar a mayor altura y ser menos maduros. Con el tiempo, el fondo se hunde poco a poco y permanece más tiempo encharcado por las aguas subterráneas. En la Nava de Cabra aún quedan resaltes rocosos, como islotes, no cubiertos por sedimentos arcillosos, con vegetación autóctona, los hums (señalando que no han terminado los procesos disolutivos de la roca caliza).
Inicio la vuelta por la Vereda Marchaniega, entrando nuevamente, al llegar al fondo de la Nava, en el bosque de chaparros. Llegado a la Fuenfría, continúo por la Vereda Marchaniega, pasando junto al cortijo del Peral, antes de dejar el camino a la izquierda, para llegar a un cercado; por el lateral del mismo, sigo por una estrecha vereda que se introduce en el cerro Bramadero y desemboca en el Hoyo Hondillo, desde donde otra senda baja al Cañón del Bailón. El resto de la vuelta hasta Zuheros lo hago por el mismo camino de ida, disfrutando de las vistas del pueblo desde el mirador del Charco Hondo y en la bajada desde el Portillo Alto.
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