Camino de Santiago Francés por Aragón. Etapa 4: Arrés - Ruesta
near Arrés, Aragón (España)
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Itinerary description
De nuevo nos disponemos a recorrer una etapa preciosa de principio a fin. Afrontamos una jornada larga y sin poblaciones a pie de camino, aunque si lo precisamos podremos subir a Artieda, a cuya entrada pasaremos.
Bajamos desde Arrés por camino y senda hasta conectar con una pista. Desde el principio nos veremos inmersos en un mar verde de cereal, que en esta época está de un verde intenso.
Ayer ya veíamos Berdún, un pueblo que ocupa el alto de un cerro, y que hoy sigue vigilando nuestra marcha. Detrás de su silueta se elevan nevadas montañas pirenaicas, una estampa de ensueño imposible de capturar con la cámara de un teléfono.
El camino es muy cómodo, y vamos ganando kilómetros, eso sí, sin perder la atención para no desviarnos del camino en algún cruce.
El primer pueblo que vemos, al que no nos acercamos, es Martes. No creo que diste más de un kilómetro, así que es asequible para quien quiera visitarlo. Yo he seguido buceando, siguiendo siempre alguna de las líneas blancas que atraviesan estos inmensos campos verdes. A media distancia, sierras y montes cierran el horizonte visual a derecha e izquierda.
El siguiente pueblo es Mianos, pero también a desmano. Hay que estar atentos cuando conectamos con un camino asfaltado, ya que debemos ignorarlo y girar a la derecha. Hay varios paneles y postes direccionales, incluso una pequeña flecha amarilla en el suelo marca que se siga recto, pero a la derecha vemos una de las estacas del Camino que nos acompañan desde Somport, así que vamos hacia allá, en dirección a una caseta de labor en mitad de la ladera.
Enseguida deberemos descender hasta un pequeño cauce, y nos adentramos en un bosquete fresco y bonito que además sirve para quebrar la monotonía. En algunos puntos estaba embarrado, si ha llovido poco antes puede presentar cierta dificultad y quizás en tal caso lo mejor sea continuar de frente en el cruce antes citado (el de los paneles y el asfalto), que transita por caminos, ya que poco después, y girando a la derecha, reconecta con el Camino.
Mianos queda arriba a nuestra izquierda, bastante más retirado que Martes. El Camino nos lleva ahora a realizar varias subidas y bajadas cortas, pero que van castigando nuestras piernas.
Artieda, que ya vislumbramos desde antes de llegar a las inmediaciones de Mianos, se hace presente. Es la población por la que más cerca pasaremos, y llevamos encima unos dieciocho kilómetros. Sería ideal entrar para reponer fuerzas, pero hay que salvar un desnivel de cien metros, y aún falta una decena de kilómetros para rematar la etapa, así que paso de largo y en un rato haré un parada para comer y beber de las provisiones que traigo.
La oportunidad llega un par de kilómetros más adelante, en una oportuna área de descanso cubierta a cuya sombra me siento unos minutos.
Encaro tras ello el último tramo. El camino llega a una carretera que hay que tomar a la izquierda, siguiendo por el estrecho arcén durante menos de un kilómetro (hoy miércoles apenas llevaba tráfico, pero hay que ir con precaución porque el arcén es muy estrecho), cuando las flechas y un cartel nos desvían a la derecha por la vieja carretera A-1601.
Aquí sí que no pasa un alma. Se avanza tranquila y sosegadamente por este amable piso de asfalto roto, hasta que un montoncito de piedras y sus correspondientes flechas amarillas nos mandan subir por una senda a la izquierda.
Debemos salvar un buen repecho, pero muy breve y en un minuto estamos ya en alto, fuera de la carreterita. Aquí empieza el sector de la etapa que más me ha gustado, ya que nos adentramos en un robledal por el que andaremos durante unos tres kilómetros.
Tras cruzar la carretera nos asomamos a la cola del Embalse de Yesa, ese mar de los Pirineos, y tras ello nos introducimos de lleno en el bosque de robles por una senda estrecha que serpentea en una levísima e inapreciable ascensión. Caminamos, pues, protegidos por la sombra de los árboles, paso a paso, cansados por la acumulación de kilómetros pero contentos por el entorno que estamos transitando.
De repente llegamos a un claro y vemos a la derecha la Ermita de San Juan Bautista, cuyo exterior ha sido restaurado, y cuyas pinturas originales se trasladaron al Museo Diocesano de Jaca. Un panel nos informa de todo esto.
Ya no queda más de un kilómetro para llegar a Ruesta. La senda aviva la pendiente, no mucho, pero sí lo suficiente para notarlo a estas alturas. Salimos finalmente a la carretera y vemos las torres del Castillo de Ruesta, que queda a la derecha (por la tarde subiré a visitarlo, por eso hay fotos del castillo, que en realidad queda fuera de la ruta), y enseguida es la iglesia la que nos ofrece su hermosa y recia fisonomía.
También está en ruinas, como todo Ruesta. Vale la pena dar una vuelta por sus calles, pero eso será por la tarde, ahora toca comer, ducharse y lavar la ropa. El albergue es un verdadero lujo, y su restaurante más.
Bajamos desde Arrés por camino y senda hasta conectar con una pista. Desde el principio nos veremos inmersos en un mar verde de cereal, que en esta época está de un verde intenso.
Ayer ya veíamos Berdún, un pueblo que ocupa el alto de un cerro, y que hoy sigue vigilando nuestra marcha. Detrás de su silueta se elevan nevadas montañas pirenaicas, una estampa de ensueño imposible de capturar con la cámara de un teléfono.
El camino es muy cómodo, y vamos ganando kilómetros, eso sí, sin perder la atención para no desviarnos del camino en algún cruce.
El primer pueblo que vemos, al que no nos acercamos, es Martes. No creo que diste más de un kilómetro, así que es asequible para quien quiera visitarlo. Yo he seguido buceando, siguiendo siempre alguna de las líneas blancas que atraviesan estos inmensos campos verdes. A media distancia, sierras y montes cierran el horizonte visual a derecha e izquierda.
El siguiente pueblo es Mianos, pero también a desmano. Hay que estar atentos cuando conectamos con un camino asfaltado, ya que debemos ignorarlo y girar a la derecha. Hay varios paneles y postes direccionales, incluso una pequeña flecha amarilla en el suelo marca que se siga recto, pero a la derecha vemos una de las estacas del Camino que nos acompañan desde Somport, así que vamos hacia allá, en dirección a una caseta de labor en mitad de la ladera.
Enseguida deberemos descender hasta un pequeño cauce, y nos adentramos en un bosquete fresco y bonito que además sirve para quebrar la monotonía. En algunos puntos estaba embarrado, si ha llovido poco antes puede presentar cierta dificultad y quizás en tal caso lo mejor sea continuar de frente en el cruce antes citado (el de los paneles y el asfalto), que transita por caminos, ya que poco después, y girando a la derecha, reconecta con el Camino.
Mianos queda arriba a nuestra izquierda, bastante más retirado que Martes. El Camino nos lleva ahora a realizar varias subidas y bajadas cortas, pero que van castigando nuestras piernas.
Artieda, que ya vislumbramos desde antes de llegar a las inmediaciones de Mianos, se hace presente. Es la población por la que más cerca pasaremos, y llevamos encima unos dieciocho kilómetros. Sería ideal entrar para reponer fuerzas, pero hay que salvar un desnivel de cien metros, y aún falta una decena de kilómetros para rematar la etapa, así que paso de largo y en un rato haré un parada para comer y beber de las provisiones que traigo.
La oportunidad llega un par de kilómetros más adelante, en una oportuna área de descanso cubierta a cuya sombra me siento unos minutos.
Encaro tras ello el último tramo. El camino llega a una carretera que hay que tomar a la izquierda, siguiendo por el estrecho arcén durante menos de un kilómetro (hoy miércoles apenas llevaba tráfico, pero hay que ir con precaución porque el arcén es muy estrecho), cuando las flechas y un cartel nos desvían a la derecha por la vieja carretera A-1601.
Aquí sí que no pasa un alma. Se avanza tranquila y sosegadamente por este amable piso de asfalto roto, hasta que un montoncito de piedras y sus correspondientes flechas amarillas nos mandan subir por una senda a la izquierda.
Debemos salvar un buen repecho, pero muy breve y en un minuto estamos ya en alto, fuera de la carreterita. Aquí empieza el sector de la etapa que más me ha gustado, ya que nos adentramos en un robledal por el que andaremos durante unos tres kilómetros.
Tras cruzar la carretera nos asomamos a la cola del Embalse de Yesa, ese mar de los Pirineos, y tras ello nos introducimos de lleno en el bosque de robles por una senda estrecha que serpentea en una levísima e inapreciable ascensión. Caminamos, pues, protegidos por la sombra de los árboles, paso a paso, cansados por la acumulación de kilómetros pero contentos por el entorno que estamos transitando.
De repente llegamos a un claro y vemos a la derecha la Ermita de San Juan Bautista, cuyo exterior ha sido restaurado, y cuyas pinturas originales se trasladaron al Museo Diocesano de Jaca. Un panel nos informa de todo esto.
Ya no queda más de un kilómetro para llegar a Ruesta. La senda aviva la pendiente, no mucho, pero sí lo suficiente para notarlo a estas alturas. Salimos finalmente a la carretera y vemos las torres del Castillo de Ruesta, que queda a la derecha (por la tarde subiré a visitarlo, por eso hay fotos del castillo, que en realidad queda fuera de la ruta), y enseguida es la iglesia la que nos ofrece su hermosa y recia fisonomía.
También está en ruinas, como todo Ruesta. Vale la pena dar una vuelta por sus calles, pero eso será por la tarde, ahora toca comer, ducharse y lavar la ropa. El albergue es un verdadero lujo, y su restaurante más.
Waypoints
Intersection
1,947 ft
Derecha
Las señales son confusas. Se puede continuar de frente y conectar poco más adelante, aunque no sé si es trazado oficial del Camino de Santiago.
Intersection
1,921 ft
Si quieres visitar Artieda, se sube desde aquí
Tiene albergue de peregrinos, por tanto se puede pernoctar.
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