Camino de la Piedra Gorda-senderos Aldea del Cerezo-Azuel y Azuel-Cardeña (P.N. Sierra de Cardeña-Montoro)
near Cardeña, Andalucía (España)
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Ruta por el Parque Natural de la Sierra de Cardeña-Montoro, en la Comarca de los Pedroches (el Fahs al ballut, “Valle de las bellotas”, así llamado en la Edad Media por la abundancia de encinas, quejigos y alcornoques); declarado espacio protegido en 1989 (con un 63% de la extensión del parque perteneciente al municipio de Cardeña), aquí se puede disfrutar de una de las mejores dehesas andaluzas y se encuentra una de las pocas poblaciones de roble melojo que quedan en Andalucía y de las últimas en Córdoba.
Llego a Cardeña (municipio a mayor altitud de toda la provincia cordobesa, a 821 msnm, en el denominado batolito granítico de los Pedroches) por la carretera nacional que enlaza Córdoba con Ciudad Real (la N-420), aparcando en el Paseo de Andalucía, cerca del Ayuntamiento (data de 1930, cuando la población se independizó de Montoro); en su origen, fue una de las doce ventas francas que, con la exención de cualquier tipo de tributo, concedió en 1397 Enrique Ill a la ciudad de Córdoba en los caminos que iban a Almodóvar del Campo y la actual Ciudad Real por Adamuz y El Villar, en la ruta Córdoba-Toledo: surgieron así las ventas de la Chaparrera, de San Antonio, del Puerto, de la Fresnedilla, del Charco, del Cerezo, de Azuel y Cardeña, que ya en el siglo XVI formaban parte del término municipal de Montoro. Hay que decir que hasta finales del XVIII los caminos más importantes que comunicaban Andalucía con la Meseta pasaban por la zona occidental de Los Pedroches (y no por Despeñaperros), para continuar por el Valle de Alcudia, siendo el más transitado el llamado Camino de Las Ventas, entre Sevilla y Toledo (que se hacía en ocho jornadas de camino y dos más de descanso, siendo para ello imprescindibles las ventas, situadas, en un territorio bastante despoblado, a menos de 10 kilómetros una de otra).
Doblo unos metros más adelante por la calle Robledillo, para salir del núcleo urbano por la calle Azuel, un camino de tierra que llega a una carretera, frente a una rotonda; la sigo a la derecha, cruzando sobre la N-420, para llegar a otra rotonda donde un poste direccional indica el inicio unos 350 metros más adelante del sendero señalizado Camino de Piedra Gorda.
Este camino está delimitado por cercas ganaderas que tienen la particularidad de que sus hincos (que normalmente en otras zonas están hechos de madera o de metal) son vigas de granito (algunas tapizadas por líquenes); más adelante aparecen los característicos muros de piedra de la comarca. El granito (roca muy común que conforma el 15% de los continentes emergidos) está omnipresente en el paisaje. El magma incandescente, una vez solidificado en el interior de la tierra, se muestra al exterior gracias a plegamientos orogénicos o a la erosión de los materiales superficiales y entonces queda expuesto a la acción del agua y el viento; compuesto por granos visibles de cuarzo y mica, aglutinados en una matriz de feldespato blanquecino que hace las veces de cemento de unión de todo el conjunto, los minerales que lo componen muestran distintos grados de resistencia a la erosión, siendo la más habitual en esta zona en forma de capas de cebolla: el agua va disolviendo los feldespatos más superficiales y, poco a poco, los granos de cuarzo y mica se acaban soltando, dando a las rocas la característica forma redondeada que puede verse en los suelos de textura arenosa, localmente conocidas como “bolos” o “lomo de ballena”. La más emblemática es la Piedra Gorda (que da nombre al sendero, localizada a poco más de un kilómetro de su inicio); junto a este bolo, hay una pequeña depresión que acumula agua temporalmente, donde se refresca y desparasita el ganado porcino.
Incluso el granito parece estar relacionado con el nombre de la comarca de Los Pedroches, por su paisaje pedregoso. Se ha usado, gracias a su dureza e impermeabilidad (e incluso por su aspecto estético), por los habitantes de la sierra para la construcción de viviendas tradicionales, abrevaderos, comederos y, sobre todo, muros, realizados con gran maestría; también es común su uso en diques, escolleras, cimentaciones, embalses, pavimentos, estatuas y hasta en encimeras de cocinas, en lugar del más delicado mármol.
Sigo el cómodo sendero recorriendo unas dehesas relativamente recientes, con ejemplares de encinas
bastante jóvenes, acompañado del canto de las aves (abundan las abubillas, los herrerillos, los chochines y las palomas torcaces, incluso pueden verse pequeñas rapaces como el azor o el gavilán o grandes como el buitre leonado o alguna águila imperial, aunque predomina la urraca).
La ganadería (tanto la vacuna como la ovina o porcina) es la que da lugar a estas extensas dehesas, como la que se puede ver en el Cortijo de la Gavia, donde hay que abrir sendas cancelas y, por descontado, dejarlas cerradas, pues sirven para controlar el ganado.
Tras dejarlo atrás se atraviesa el cauce del arroyo de Navalaborrica, seco, pues, como el del Risquillo y el de Fariñas que se cruzan antes, es un cauce estacional que, durante la época de lluvias, puede llevar gran volumen de agua, para lo que sirven
las compuertas colgantes que se abren a favor de la corriente en
caso de riadas; también los muros de piedra tienen unas pequeñas aberturas cerca del suelo que sirven de aliviaderos para rebajar la presión del agua sobre las paredes y evitar así que sean derribadas en algún punto.
Unos quinientos metros más adelante acaba el sendero, uniéndose a una vía pecuaria, la Colada de Azuel al Cerezo. La sigo a mi izquierda, llegando pronto a una ancha pista (por donde discurre el sendero del Reloj), que cruzo para continuar por el camino de enfrente, más estrecho, por donde sigue el sendero Aldea del Cerezo-Azuel, paralelo al arroyo del Valle. Paso nuevamente junto a cortijos y explotaciones ganaderas, antes de alcanzar la N-420; al frente hay un camino que a los pocos metros desemboca en la Colada de Azuel al Cerezo, por la que sigo hasta llegar a otro camino que sale a mi izquierda y que se convierte en una senda por la que se entra en el Tejar de Azuel, curioso parque periurbano que nació hace más de 25 años cuando varios vecinos decidieron reconstruir un antiguo tejar (un horno de cocer tejas) y se empezaron a crear caminos y diferentes esculturas hechas con metal reciclado.
Ya en Azuel, me dirijo al suroeste de esta pequeña pedanía de Cardeña, hacia el Mirador del Cerro de los Tomillos, desde donde se tiene una buena panorámica de las sierras ciudarrealenses (Navalmanzano, Quintana y Madrona).
Sigo hasta la carretera A-3200 (por la que va la Vereda de Azuel a Conquista ), continuando por ella unos 300 metros hasta el arranque de un camino (Vereda de Azuel a Villanueva de Córdoba ), con un hito de piedra con azulejos representando una de las estaciones de penitencia de una vía dolorosa. Aquí comienza el sendero
Azuel-Cardeña, éste ya fuera
de los límites del parque natural. Sigo los hitos del via crucis (la Vereda de Azuel a Villanueva de Córdoba continúa a la derecha en el primer cruce de caminos), hasta llegar a otra bifurcación: el via crucis sigue en dirección a la Ermita de la Virgen del Romero (situada junto a los restos del Castillo del Guijarro, en realidad un doble torreón de origen andalusí), pero hay una cancela cerrada con candado y con un cartel prohibiendo el paso; junto a ella hay otra puerta que puede abrirse, pero con otro cartel avisando de la presencia de ganado bravo, lo cual me disuade de intentar llegar a la ermita y continúo por el sendero Azuel-Cardeña. Éste entronca con el Cordel de Fuencaliente a Marmolejo, una vía pecuaria tradicional (con su anchura legal originaria de más de 30 metros) paralela a la N-420, cuyo origen era el transporte de ganado entre el Valle de Alcudia y la campiña jienense.
Paso junto a otro cruce de caminos en el punto más alto del sendero, debidamente balizado (el ramal derecho se dirige al Cortijo del Castillo) y, ya dando vistas a Cardeña,
por una pequeña vaguada que forma el arroyo del Arenoso; aquí, en su cabecera, muy abierta y sin apenas vegetación de ribera (aunque puede disfrutarse del colorido de los trigales verdes mezclados con florecillas violetas, jaramagos amarillos y rojas amapolas), se encuentra casi seco por tratarse de un cauce de carácter estacional, pero aguas abajo va excavando el terreno dando lugar al Valle del Arenoso, en el límite oeste del parque natural, que vierte sus aguas al embalse del mismo nombre.
Sólo resta entrar en Cardeña, por su parte norte (junto al cementerio), para finalizar esta ruta, sencilla al transcurrir prácticamente en su totalidad por caminos de dehesa, pero que he considerado, por su longitud, como de dificultad moderada.
Llego a Cardeña (municipio a mayor altitud de toda la provincia cordobesa, a 821 msnm, en el denominado batolito granítico de los Pedroches) por la carretera nacional que enlaza Córdoba con Ciudad Real (la N-420), aparcando en el Paseo de Andalucía, cerca del Ayuntamiento (data de 1930, cuando la población se independizó de Montoro); en su origen, fue una de las doce ventas francas que, con la exención de cualquier tipo de tributo, concedió en 1397 Enrique Ill a la ciudad de Córdoba en los caminos que iban a Almodóvar del Campo y la actual Ciudad Real por Adamuz y El Villar, en la ruta Córdoba-Toledo: surgieron así las ventas de la Chaparrera, de San Antonio, del Puerto, de la Fresnedilla, del Charco, del Cerezo, de Azuel y Cardeña, que ya en el siglo XVI formaban parte del término municipal de Montoro. Hay que decir que hasta finales del XVIII los caminos más importantes que comunicaban Andalucía con la Meseta pasaban por la zona occidental de Los Pedroches (y no por Despeñaperros), para continuar por el Valle de Alcudia, siendo el más transitado el llamado Camino de Las Ventas, entre Sevilla y Toledo (que se hacía en ocho jornadas de camino y dos más de descanso, siendo para ello imprescindibles las ventas, situadas, en un territorio bastante despoblado, a menos de 10 kilómetros una de otra).
Doblo unos metros más adelante por la calle Robledillo, para salir del núcleo urbano por la calle Azuel, un camino de tierra que llega a una carretera, frente a una rotonda; la sigo a la derecha, cruzando sobre la N-420, para llegar a otra rotonda donde un poste direccional indica el inicio unos 350 metros más adelante del sendero señalizado Camino de Piedra Gorda.
Este camino está delimitado por cercas ganaderas que tienen la particularidad de que sus hincos (que normalmente en otras zonas están hechos de madera o de metal) son vigas de granito (algunas tapizadas por líquenes); más adelante aparecen los característicos muros de piedra de la comarca. El granito (roca muy común que conforma el 15% de los continentes emergidos) está omnipresente en el paisaje. El magma incandescente, una vez solidificado en el interior de la tierra, se muestra al exterior gracias a plegamientos orogénicos o a la erosión de los materiales superficiales y entonces queda expuesto a la acción del agua y el viento; compuesto por granos visibles de cuarzo y mica, aglutinados en una matriz de feldespato blanquecino que hace las veces de cemento de unión de todo el conjunto, los minerales que lo componen muestran distintos grados de resistencia a la erosión, siendo la más habitual en esta zona en forma de capas de cebolla: el agua va disolviendo los feldespatos más superficiales y, poco a poco, los granos de cuarzo y mica se acaban soltando, dando a las rocas la característica forma redondeada que puede verse en los suelos de textura arenosa, localmente conocidas como “bolos” o “lomo de ballena”. La más emblemática es la Piedra Gorda (que da nombre al sendero, localizada a poco más de un kilómetro de su inicio); junto a este bolo, hay una pequeña depresión que acumula agua temporalmente, donde se refresca y desparasita el ganado porcino.
Incluso el granito parece estar relacionado con el nombre de la comarca de Los Pedroches, por su paisaje pedregoso. Se ha usado, gracias a su dureza e impermeabilidad (e incluso por su aspecto estético), por los habitantes de la sierra para la construcción de viviendas tradicionales, abrevaderos, comederos y, sobre todo, muros, realizados con gran maestría; también es común su uso en diques, escolleras, cimentaciones, embalses, pavimentos, estatuas y hasta en encimeras de cocinas, en lugar del más delicado mármol.
Sigo el cómodo sendero recorriendo unas dehesas relativamente recientes, con ejemplares de encinas
bastante jóvenes, acompañado del canto de las aves (abundan las abubillas, los herrerillos, los chochines y las palomas torcaces, incluso pueden verse pequeñas rapaces como el azor o el gavilán o grandes como el buitre leonado o alguna águila imperial, aunque predomina la urraca).
La ganadería (tanto la vacuna como la ovina o porcina) es la que da lugar a estas extensas dehesas, como la que se puede ver en el Cortijo de la Gavia, donde hay que abrir sendas cancelas y, por descontado, dejarlas cerradas, pues sirven para controlar el ganado.
Tras dejarlo atrás se atraviesa el cauce del arroyo de Navalaborrica, seco, pues, como el del Risquillo y el de Fariñas que se cruzan antes, es un cauce estacional que, durante la época de lluvias, puede llevar gran volumen de agua, para lo que sirven
las compuertas colgantes que se abren a favor de la corriente en
caso de riadas; también los muros de piedra tienen unas pequeñas aberturas cerca del suelo que sirven de aliviaderos para rebajar la presión del agua sobre las paredes y evitar así que sean derribadas en algún punto.
Unos quinientos metros más adelante acaba el sendero, uniéndose a una vía pecuaria, la Colada de Azuel al Cerezo. La sigo a mi izquierda, llegando pronto a una ancha pista (por donde discurre el sendero del Reloj), que cruzo para continuar por el camino de enfrente, más estrecho, por donde sigue el sendero Aldea del Cerezo-Azuel, paralelo al arroyo del Valle. Paso nuevamente junto a cortijos y explotaciones ganaderas, antes de alcanzar la N-420; al frente hay un camino que a los pocos metros desemboca en la Colada de Azuel al Cerezo, por la que sigo hasta llegar a otro camino que sale a mi izquierda y que se convierte en una senda por la que se entra en el Tejar de Azuel, curioso parque periurbano que nació hace más de 25 años cuando varios vecinos decidieron reconstruir un antiguo tejar (un horno de cocer tejas) y se empezaron a crear caminos y diferentes esculturas hechas con metal reciclado.
Ya en Azuel, me dirijo al suroeste de esta pequeña pedanía de Cardeña, hacia el Mirador del Cerro de los Tomillos, desde donde se tiene una buena panorámica de las sierras ciudarrealenses (Navalmanzano, Quintana y Madrona).
Sigo hasta la carretera A-3200 (por la que va la Vereda de Azuel a Conquista ), continuando por ella unos 300 metros hasta el arranque de un camino (Vereda de Azuel a Villanueva de Córdoba ), con un hito de piedra con azulejos representando una de las estaciones de penitencia de una vía dolorosa. Aquí comienza el sendero
Azuel-Cardeña, éste ya fuera
de los límites del parque natural. Sigo los hitos del via crucis (la Vereda de Azuel a Villanueva de Córdoba continúa a la derecha en el primer cruce de caminos), hasta llegar a otra bifurcación: el via crucis sigue en dirección a la Ermita de la Virgen del Romero (situada junto a los restos del Castillo del Guijarro, en realidad un doble torreón de origen andalusí), pero hay una cancela cerrada con candado y con un cartel prohibiendo el paso; junto a ella hay otra puerta que puede abrirse, pero con otro cartel avisando de la presencia de ganado bravo, lo cual me disuade de intentar llegar a la ermita y continúo por el sendero Azuel-Cardeña. Éste entronca con el Cordel de Fuencaliente a Marmolejo, una vía pecuaria tradicional (con su anchura legal originaria de más de 30 metros) paralela a la N-420, cuyo origen era el transporte de ganado entre el Valle de Alcudia y la campiña jienense.
Paso junto a otro cruce de caminos en el punto más alto del sendero, debidamente balizado (el ramal derecho se dirige al Cortijo del Castillo) y, ya dando vistas a Cardeña,
por una pequeña vaguada que forma el arroyo del Arenoso; aquí, en su cabecera, muy abierta y sin apenas vegetación de ribera (aunque puede disfrutarse del colorido de los trigales verdes mezclados con florecillas violetas, jaramagos amarillos y rojas amapolas), se encuentra casi seco por tratarse de un cauce de carácter estacional, pero aguas abajo va excavando el terreno dando lugar al Valle del Arenoso, en el límite oeste del parque natural, que vierte sus aguas al embalse del mismo nombre.
Sólo resta entrar en Cardeña, por su parte norte (junto al cementerio), para finalizar esta ruta, sencilla al transcurrir prácticamente en su totalidad por caminos de dehesa, pero que he considerado, por su longitud, como de dificultad moderada.
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