Caminata y Café. Apología a las Malas Noticias; Veredas Rincón y Río Suárez, Puente Nacional Santander, Agosto de 2022

Abiertos con temor, esos sobres de temidas e inminentes misivas, que ya se sabía qué iban a dictar en sus líneas, días supuestamente oscuros atrás, en los que me cobijaba con sofocantes mantos de mi estupidez, veía con absurdo drama y lamento, que perdía circunstancias y personas, ignorando la ganancia y la gran sonrisa de paz interior que ello conllevaba; qué errado y risiblemente resentido estaba, pero así, alegrándome ahora, porque todo sucediera así, tal cual fue, pues todo ello me trajo hasta un mejor lugar (el tiempo presente), comienzo a afrontar y asumir la misión de ver mucho más dentro de mí, saber qué se está haciendo mal y abordarlo, asaltarlo con la fuerza del hartazgo y sin piedad, suprimirlo o mejorarlo al menos, porque no todo se puede domar; conocer qué se hace bien y congraciarme por ello, sin sentarme en el cómodo paraje del conformismo, pero intentando alcanzar, la satisfacción de saber en qué se es bueno, para motivarme a hacerlo más.

El reloj de mi salud, de mi cuerpo, necesita más cuerda y atención que nunca y debo tomar fuerzas para lo que se viene, para ser positivo y recibir esas cartas, con la mejor comprensión y aceptación, sin tampoco entregarme a esas malas visiones, que suponen una falaz elongación del sufrimiento (de la vida más bien). No sería fácil o quizás sí, pero aún lo ignoraba, porque no lo había afrontado, por navegar en mi innata cobardía.

El día en que se hacía homenaje al trabajo de las familias cafeteras, que viven y promueven esta apreciada bebida, nos fuimos con mi hermano mayor a recorrer un inédito camino, que nos llevaría por emblemáticos lugares como el balneario de toda la vida, El Chimbral o la calle de La Cantarrana y parajes por donde las vistas a pueblos y paisajes, daban lo mejor de sí.

Se encuentran todo tipo de senderos, barro, piedra, placas de asfalto, tierra o incluso prados y traviesos charcos que se cuelan hacia los pies. Se ven cuatro poblados distintos desde las partes altas y a veces la espesura frondosa, no deja ver mucho más allá; además de disfrutar de bellos cafetales, que hacían premonición de la fiesta que se celebraba en el parque principal de nuestro pueblito, en donde el café entre costales que reposaban en los viejos camperos Jeep Willis llamados Jipaos, danzas y degustaciones del mejor café de la región, nos daban la bienvenida, al final de este largo camino.

Para hacer gala de esta jornada en plena cima, con mis hornillas artesanales, le he preparado un buen tinto a mi hermano, antes del descenso que nos llevaría a casa. Un hueco en la tierra del camino para proteger la llama del travieso viento y minutos después me elevo en su aroma provocador, aquel que quienes pueden saborearlo, quizá dejan en segundo plano. Yo no puedo beberlo por las consecuencias en mi cuerpo, pero por ello mismo, disfruto prepararlo, ofrecerlo a quien lo vaya a disfrutar y sentir su fragancia, que avisa ya cuando se pueda servir. Me podría quejar de ello, pero disfruto de todo lo anterior y me basta. Es menester que no todo lo puedo, para seguir pudiendo; es agradable estar en la compañía de mi hermano, sus bromas que me recuerdan a mi papá o atesorar algunos de los recuerdos familiares de mis padres, quizá ya borrosos en mi memoria o incluso desconocidos.

Se puede decir que este duro camino, es una perfecta catapulta a lo que se ha de emprender de aquí en adelante. Me hallo inmensamente afortunado en medio del infortunio, de los límites impuestos, del no tenerlo todo, del no poderlo todo, de ver escaso lo que otros desperdician y todo esto entenderlo como gran aliciente e impulso. Supuestamente cansaría y a veces el agotamiento es tangible, ¿y qué? (...) el paisaje hay que saborearlo, hay que degustar cada respiro, hay que acomodarse, entender que todo no es acorde a nuestros caprichos y vivir, con el propósito de disfrutar haciéndolo.

Al fin y al cabo, las noticias aunque al inicio malas, sólo impulsan a mejores lugares, pensamientos, actitudes y momentos. ¡Bienvenidas!.