Caminando al Cielo. Puente Nacional, Santa Sofía Junio de 2006
near Puente Nacional, Santander (Republic of Colombia)
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Trail photos
Itinerary description
Te recuerdo cómo si fuese ayer, cómo si viva estuvieras susurrando y dando de comer a mis pasadas vivencias y caminos contigo, a mis recuerdos. Me desamarro de la comodidad aburridora de mi casa y camino unos cuantos kilómetros para encontrarte en la casita en medio de un mar verde, techada con humildad y cercada con amor, florecido y colorido en tus matas, en las aves que comen los plátanos y las medias naranjas que a ellos les dejas a cambio de un canto en la distancia de agradecimiento. allí me recibes con los brazos abiertos y disparas a quemaropa, una advertencia de acostarnos a la misma hora que las gallinas, para ganarle al sol a salir en la futura mañana y caminar para cumplir con la palabra hecha promesa a los cristianos verdaderos y de bien, de acercarse al pobre, al enfermo y al preso. Salimos a las cuatro, no sin antes enjalmar la potranca que llevaría mijagas de efímera esperanza en su lomo y beber ese chocolate ahumado mientras el calor de la estufa de leña y los Ave María, nos arropan. Caminamos mucho, subiendo a tierras frias, donde la yuca no sale de la tierra, donde el viento pinta de rojos y morados las mejillas de quienes con él trabajan bajo el sol, donde la danza de los eucaliptos y robles, dejan el aire con un aroma que hace consciente e interesante el respirar. Mi nana caminaba más rápido que yo, llevando su potranca al cabresto, venciendo cuanta loma hubiese, mientras yo me sumergía en el sudor de mi flojera. Veríamos una gran y vieja cruz de madera para saber que llegaríamos al límite con las tierras de Boyacá, donde un pobre hombre de su misma sangre, araba la tierra con ferrea voluntad y gran necesidad, mientras avanzaba, corría su tanque de oxígeno, que le permitía tener un soplo más de vida, un surco más en el oscuro y fertil suelo que lo alimenta. Era increible, caminar toda una mañana, subiendo el filo que separa mi tierra de Boyacá y don Vicente, el primo de mi madre Carmen, peinaba la tierra con su asadón, mientras con su mirada apuñalaba el horizonte, esperando una alegría, un momento de paz sin esa deficiencia pulmonar que aunque no le impedía trabajar, si le hacía más pesada la carga. Un tanque de oxigeno arrastrado como un yugo, que irónicamente le daba permiso de vivir otro poquito más, mientras araba. Descargamos la potranca de frutos de la tierra que le hacían compañía en la vieja cocina a la omnipresente y única papa. La sonrisa le transformaba cuando nos ve llegar. El almuerzo fue la excusa para ponerse al día en noticias, ¿Cómo sigue primo?, ¿Ya fue al médico?, ¡Veo que respira mejor y no tan lijero! (Rápido) y para desenjalmar la bestia y pintar esa vacía cocina, con el verde de los plátanos machos, aguacates y limones, el amarillo de las naranjas y limas, el rojo de las guayabas y pomarrosas y el marrón de la yuca. Saturamos el aire de viejo encierro, con aromas de yerbabuenas y el poleo, bendita cura para el asma y para el alma. Su casa, apostada en la cara del filo montañoso que casi no conozco, arropada por las altas nubes, donde literalmente el viento no tiene a donde más ir y no le queda otra que regresar por donde vino, una altura que nos hacía respirar hondo, mucho más que don Vicente, que a pesar de su cánula, y su dolencia, se veía más acostumbrado a tomar aire en esas alturas, con admirable acomodo y resignación. Con un inabarcable paisaje como sala de estar y con una amabilidad como vestido y cobija, Don Vicente nos despide con agradecimiento y alegría fugaz, pues sabe que mi madre y yo debemos regresar, al otro lado de la cuchilla, tras tan sólo estar una hora y diez minutos en su compañía. Mi nana se queda meditabunda y ahora yo le gano al paso, de regreso. Sus pies le incomodan mientras nos aplasta una noche muy oscura, con música de perros bravos, currucús y grillos, pensaba para sí misma, si volvería a ver a su primo Vicente, con quien jugaba de niña, si le volvería a ver con vida, por ese estado de salud tan duro. Llegamos a la casa de mi nana a las 9 de la noche, cansados pero con el deber de cumplir con la palabra,¨ Visita al enfermo, al pobre y al preso¨. Don vicente era de los tres, por que ademas de enfermo y pobre, era preso de la condena mortal a la que estaba atado. Cuando regresé al pueblo, solo pensaba en estas tres condiciones de don Vicente mientras mi imperceptible y abundante fortuna se delataba, (nadie sabe con la sed que otro vive, nadie sabe de su fortuna, hasta que la ve escasa en los demás) No tengo tales ataduras por ahora. La vida es extraña, dos años después mi nana da su último aliento de vida, sola, acostada en el mismo camino, un sábado santo, regresando de una misa. Su primo Vicente, aun vive, aun ora por ella, aun se encomienda a quien llegaba a su lejana casa con costales llenos de esperanza, aun ve con nostalgia la puerta de golpe, por la que ella y yo una vez llegamos y espera paciente su turno de caminar al cielo y visitarla, lleno de esperanza.
Waypoints
River
5,322 ft
Quebrada Jarantivá
Intersection
8,451 ft
Venta de Almojabanas, La Muralla
Comments (3)
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Tremendo recorrido, acompañado de unas muy buenas fotos y una muy buena crónica, gracias Marius por compartir el trazado.
Gracias, querido amigo. Este ha sido un buen recorrido caminando con una de las personas más importantes en mi vida y ya no está físicamente.
Una casita humilde, pero muy agradable y tú nana aunque ya no está, muy trabajadora y muy guapa para caminar, tristes recuerdos, esas fotos parecen como si fuera ayer.