BARBAGAIN DESDE ALTSASUA
near Altsasu, Navarra (España)
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Itinerary description
22-JUN-14 12:11:40 PM
3 HORAS 20 MINUTOS EN MOVIMIENTO
EL SENTIDO DEL RECORRIDO ES ACONSEJABLE REALIZARLO COMO EL DESCRITO.
«¿Me dará la mano? El vigilante no me la dio» ––pensó, y miró a la mujer de un modo
diferente, con cierto aire inquisitivo. Ella se levantó, porque él también se había levantado, y se mostró algo turbada, ya que no había entendido todo lo que K había dicho. A causa de esa turbación dijo algo que no quería haber dicho y que estaba completamente fuera de lugar:
––No se lo tome muy en serio, señor K ––dijo con voz temblorosa y, naturalmente, olvidó darle la mano.
––No sabía que se lo tomaba tan en serio ––dijo K, repentinamente agotado al comprobar la inutilidad de todos los beneplácitos de aquella mujer. Ya desde la puerta preguntó:
––¿Está en casa la señorita Bürstner?
––No ––dijo la señora Grubach, y sonrió con simpatía al dar esa breve y seca información––. Está en el teatro. ¿Desea algo de ella? ¿Quiere que le dé algún recado?
––Sólo quería conversar un poco con ella.
––Lamentablemente no sé cuándo regresará; cuando va al teatro suele llegar tarde.
––Da igual ––dijo K, e inclinó la cabeza hacia la puerta para irse––, sólo quería disculparme por haber sido el causante de que ocuparan su habitación esta mañana.
––Eso no es necesario, señor K, usted es demasiado considerado, la señorita no sabe nada de nada, había abandonado la casa muy temprano, ya está todo ordenado, usted mismo lo puede comprobar.
Abrió la puerta de la habitación de la señorita Bürstner.
––Gracias, lo creo ––dijo K, pero fue hacia la puerta abierta. La luna iluminaba la oscura habitación. Lo que pudo ver parecía en orden, ni siquiera la blusa colgaba en el picaporte de la ventana. Los almohadones de la cama alcanzaban una altura llamativa: sobre ellos caía la luz de la luna.
––La señorita viene con frecuencia muy tarde por la noche ––dijo K, y contempló a la señora Grubach como si fuera responsable de esa costumbre.
––¡Ah, la gente joven! ––dijo la señora Grubach con un tono de disculpa.
––Cierto, cierto ––dijo K––, pero no se deben extremar las cosas. ––No, claro que no –– dijo la señora Grubach––. Tiene mucha razón, señor K. Tal vez también en este caso. No quiero criticar a la señorita Bürstner, ella es una muchacha buena y amable, ordenada, puntual, trabajadora, yo aprecio todo eso, pero algo es verdad: debería ser más prudente y discreta. Este mes ya la he visto dos veces con un hombre diferente en calles apartadas.
K
3 HORAS 20 MINUTOS EN MOVIMIENTO
EL SENTIDO DEL RECORRIDO ES ACONSEJABLE REALIZARLO COMO EL DESCRITO.
«¿Me dará la mano? El vigilante no me la dio» ––pensó, y miró a la mujer de un modo
diferente, con cierto aire inquisitivo. Ella se levantó, porque él también se había levantado, y se mostró algo turbada, ya que no había entendido todo lo que K había dicho. A causa de esa turbación dijo algo que no quería haber dicho y que estaba completamente fuera de lugar:
––No se lo tome muy en serio, señor K ––dijo con voz temblorosa y, naturalmente, olvidó darle la mano.
––No sabía que se lo tomaba tan en serio ––dijo K, repentinamente agotado al comprobar la inutilidad de todos los beneplácitos de aquella mujer. Ya desde la puerta preguntó:
––¿Está en casa la señorita Bürstner?
––No ––dijo la señora Grubach, y sonrió con simpatía al dar esa breve y seca información––. Está en el teatro. ¿Desea algo de ella? ¿Quiere que le dé algún recado?
––Sólo quería conversar un poco con ella.
––Lamentablemente no sé cuándo regresará; cuando va al teatro suele llegar tarde.
––Da igual ––dijo K, e inclinó la cabeza hacia la puerta para irse––, sólo quería disculparme por haber sido el causante de que ocuparan su habitación esta mañana.
––Eso no es necesario, señor K, usted es demasiado considerado, la señorita no sabe nada de nada, había abandonado la casa muy temprano, ya está todo ordenado, usted mismo lo puede comprobar.
Abrió la puerta de la habitación de la señorita Bürstner.
––Gracias, lo creo ––dijo K, pero fue hacia la puerta abierta. La luna iluminaba la oscura habitación. Lo que pudo ver parecía en orden, ni siquiera la blusa colgaba en el picaporte de la ventana. Los almohadones de la cama alcanzaban una altura llamativa: sobre ellos caía la luz de la luna.
––La señorita viene con frecuencia muy tarde por la noche ––dijo K, y contempló a la señora Grubach como si fuera responsable de esa costumbre.
––¡Ah, la gente joven! ––dijo la señora Grubach con un tono de disculpa.
––Cierto, cierto ––dijo K––, pero no se deben extremar las cosas. ––No, claro que no –– dijo la señora Grubach––. Tiene mucha razón, señor K. Tal vez también en este caso. No quiero criticar a la señorita Bürstner, ella es una muchacha buena y amable, ordenada, puntual, trabajadora, yo aprecio todo eso, pero algo es verdad: debería ser más prudente y discreta. Este mes ya la he visto dos veces con un hombre diferente en calles apartadas.
K
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