Arriate. Garganta del Arroyo de la Ventilla

Arriate, por donde pasaba el “camino de Gibraltar a Madrid”, es un pueblo que en su día perteneció a Ronda y que tras el empeño de los arriateños logró independizarse. Su nombre proviene del árabe “Arriadh” que significa “Los Verjeles”.

El río Guadalcobacín y el propio Arroyo de la Ventilla han contribuido a esta denominación de “vergel”. Encontramos referencias históricas donde se describe la importancia económica de sus frutales (perales, manzanos, ciruelos,…) que junto a la vegetación y arboleda a lo largo del río y del arroyo hacen de esta tierra un auténtico vergel.

Tras la ruta viene el otro disfrute, probar y traerte para casa los productos de la tierra por la que caminas. En Arriate elaboran unas excelentes chacinas y una bebida casera a base de especias y aguardiente llamada mistela (preguntar por Miguel López “el Canario”). En el caso de las chacinas me llegué a la casa Orozco, junto a la Iglesia, donde te reciben en el zaguán de la casa con un trato familiar y te muestran los productos que elaboran de forma tradicional sin conservantes ni colorantes…no tengo adjetivos ni para la zurrapa de lomo ni para los chorizos fritos en manteca…son para jamar y no para ponerles adjetivos.

Iniciamos la ruta en calle Casas Nuevas que nos lleva directamente al Arroyo de la Ventilla y tan sólo pisar el sendero, presentimos que la ruta promete, ya el primer puente invita a detenerse y admirar el entorno.

La siguiente pausa la hacemos en la Cueva del Molino de Cantos y en los restos que aún quedan del molino, para continuar hasta el Mirador-Observatorio de aves desde donde divisamos la “Cueva del Vigía” y casi toda la Garganta. Volvemos sobre nuestros pasos hasta el sendero para continuar hasta el Puente de la Ventilla y es en este tramo donde disfrutamos de un mar de helechos, que en ocasiones mas que andar, parece que estás buceando bajo helechos.

Una vez en el Puente volvemos por la otra orilla hasta conectar nuevamente con el sendero de ida y llegamos a una pequeña área recreativa desde donde subimos la cuesta que nos lleva al Camino de Panabarro que nos deja en la parte alta de Arriate.

Si en la ida disfrutamos del mar de helechos, a la vuelta el disfrute es con una sinfonía de verdes que debe sentirse, utilizando términos musicales, en “tempo lento” para empapar nuestras retinas y que el nervio óptico no sólo envíe las señales al cerebro sino también al alma.