ARNARSTAPI-HELLNAR-PENÍNSULA DE SNAEFELLSBAER-SUROESTE DE ISLANDIA-PASEO COSTERO

Marcha realizada el domingo 3 de agosto de 2014
AVISO: Se entiende, que todo aquel que quiera realizar esta misma ruta, asume la responsabilidad que conlleva una actividad no exenta de posibles riesgos o incidentes, en un entorno en el que el sentido común y las circunstancias pueden marcar la diferencia entre pasar un buen día o todo lo contrario.
Ayer llegamos a Reykjavik, capital de estado que se encuentra más al norte de todo el hemisferio norte. Lo hicimos desde Alicante, pues resulta más barato que hacerlo desde Madrid o Barcelona, y de ahí que nos encontráramos, tanto a la ida como a la vuelta, a algunos grupos de españoles procedentes de todos los rincones de la península.
Queremos recorrer la isla en el mismo sentido que las agujas del reloj, y de ahí que nuestro primer paso sea la península en la que se encuentra el glaciar y volcán Snaefellsjökull, que visitaremos mañana, y en el que Julio Verne localizaba la entrada en su “Viaje al centro de la tierra”. Nosotros hoy tan sólo queremos dar un paseo por los bonitos acantilados que hay entre las poblaciones de Arnarstapi y Hellnar. Para ello hemos aparcado el gran monovolumen alquilado, con capacidad para los ocho que somos, en el restaurante que hace las veces de centro de información e incluso reserva para la subida hasta el volcán cercano. Este se encuentra a la entrada en la población, y de ahí que tengamos que caminar un pequeño trecho por una carreterita, para rápidamente tomar el camino por la derecha que nos lleva hasta el “espíritu del troll gigante”, escultura hecha con bloques de piedra que representa a un gigante con barba y aspecto amenazador. El asunto de los trolls, elfos y demás seres fantásticos será un tema recurrente a lo largo de todo el viaje. El motivo de estas creencias de la población islandesa muy posiblemente haya que buscarlo en el parentesco y consanguinidad que dicha población tiene en un porcentaje mucho más alto con antiguos esclavos escoceses y celtas que con los vikingos y otros pueblos nórdicos, más propios de estas latitudes. Nada más pasar al gigante, se inicia un senderito por la derecha que con subidas y bajadas, aunque siempre al mismo borde de la costa, permite recorrer unos cuantos kilómetros de este bonito litoral, esculpido en su totalidad por los materiales incandescentes procedentes de las mismas entrañas de la Tierra. Son numerosas las colonias de aves acuáticas que se encuentran a lo largo del recorrido, algunas aún con sus polluelos: charranes árticos, patos eider-vauder, gaviotas de varios tipos, algún que otro cormorán, etc. Nosotros, cuando llevamos casi los dos kilómetros de ida, hemos de volver pues tenemos mesa en el citado restaurante, en el que por cierto el pescado como en el resto de la isla está exquisito. De no ser así, habríamos continuado hasta llegar a Hellnar, pasando tubos de lava, un pequeño faro y demás estructuras caprichosas hechas por la lava y al mismo borde del mar, muchas de ellas con nombres (catedral de los elfos) que vuelven a hacer mención a sus mitos y leyendas.