Ardales-Caminito del Rey-El Chorro

Como emperadores, porque como reyes se nos queda corto, acometemos el largo desplazamiento hasta El Kiosco en Ardales. Aunque el espartano desayuno es de plebeyos y el madrugón de modernos esclavos, marchamos emocionados por poder hollar tan emblemático, real y renombrado caminito. Al llegar al Parking de pago del acceso norte, una cola de vehículos esperando a que abran a las 8:30h nos hace dudar. No sabemos si por desconocimiento o por comodidad, ya que hay menos distancia al control de entrada, esperan ansiosos aquí, ocupando parte de la calzada. Decidimos con acierto seguir adelante y aparcamos gratis junto a la entrada del Tunel Largo sito al lado del Kiosco. Hemos elegido la ruta larga para disfrutar al máximo de esta parte del embalse y contemplar los juegos de brillos y luces que producen el sol y el agua en complicidad. El espectacular Caminito del Rey ha generado un fuerte efecto llamada, y la gran afluencia de visitantes ha contribuido a poder construir un nuevo tramo de pasarelas, aunque obliga a pedir cita previa y a implantar medidas de seguridad y comportamiento, además de permitir recorrerlo exclusivamente de norte a sur. Por ello nos entretenemos lo justo para estar los 30' antes de la cita como no es requerido. Puestos a normalizar la aventura, contratamos una visita guiada, que evita aglomeraciones y conflictos antes, durante y después, además de instruirnos sobre la obra, el entorno y su historia. Aunque el más exigente de nosotros manifestó su preocupación por si alguien del grupo podía retrasar nuestra marcha. Pero como nos informa el guía, somos libres de dejarla y seguir sólos en cualquier momento, previo aviso. Mientras recogemos el casco, la redecilla del cuál el más presumido de nosotros se resistió a poner aunque no le iba a despeinar en absoluto, los auriculares y recibimos explicaciones, un aparentemente maduro y formal señor, está a punto de caer al intentar saltar la cuerda de seguridad, porque su grupo se marchaba. Después de un seria discusión en inglés, sujetado y calmado , emprendemos la marcha. Nos explican en la Presa de Gaitanejo, que su artífice el ingeniero Benjumea, tuvo acierto y visión de futuro, tanto en la necesidad de energía en Málaga, como en el negocio eléctrico comprando empresas rivales, además de tocarle en suerte una acaudalada suegra para financiarle en sus negocios. Nos relatan que el trabajo era duro y peligroso, y realizado por marineros acostumbrados a semejantes condiciones. Aunque las pasarelas ancladas a las paredes del desfiladero por las que pasamos son anchas y seguras, procuramos movernos con precaución para evitar sustos y sobresaltos, no perder pertenencias personales que serían irrecuperables y ante todo, para que las aves rapaces de amplias alas y curvados picos que nos sobrevuelan incansables en círculo, decidan buscar su sustento en otro alejado lugar. Miramos hacia arriba extasiados con las altas cumbres, hacia abajo sobrecogidos por la altura y el hermoso río, y hacia las siguientes pasarelas intentando averiguar que sorpresa nos espera. Relatan que un canal nos acompaña a la derecha durante todo el recorrido, que por donde transitaban, con alpargatas y cargados con grandes pesos los marineros, se puede ver más abajo, apenas perceptibles voladizos estrechos y sin pasamanos donde agarrarse. Sorprendentemente un tren recorre el paraje, también construido para transportar hombres y materiales a la obra. El nombre de este camino proviene de una visita real de Alfonso XIII con motivo de la inauguración de la presa, nimio paseito debido a una fuerte tormenta de varios dias que hizo temer por su seguridad, provocando que le sacaran por el Puente del Rey y ya no volviera. Aunque exiguo y breve, su presencia da lugar a la denominación de Caminito del Rey con todo merecimiento. Pasado el primer tramo de pasarelas, caminamos sobre el Valle del Hoyo, a lo lejos vemos el cortijo que albergó al jefe de obras, a su señora y a sus once hijos, tal era la dedicación que ponía este señor en todo lo que hacía. A su muerte en un accidente, su familia se dedicó a vender quesos a trabajadores y visitantes para poder sobrevivir. En el Mirador del Suelo de Cristal es obligado inmortalizar el momento, y recomendable pedir a otros que disparen, por si la autofoto se convirtiera en el último acto de la existencia. En el segundo tramo de pasarelas, se puede contemplar la abertura del refugio de murciélagos, normalmente a los muerciélagos no, los poco habituales estratos verticales, y ammonite, fósil que revela el pasado marítimo del plegamiento. Como colofón, el Puente Colgante pone a prueba a los más timoratos por su balanceo y el reto de mirar hacia abajo. Las vistas del embalse desde aquí son hermosas e inigualables. Pasado el punto de salida, seguimos con el casco puesto, y nos sorprende la estampa de unos jinetes a caballo, y un valiente perro, que da pie al más bromista de nosotros para comentar: "Ese señor es el guía y el perro es el que cuida de que los caballos no se vayan de estampida", a pesar de su pequeño tamaño´el guía lo confirma con orgullo. El Puente de Josefona sobre nuestras cabezas, por donde pasa el ferrocarril, la hermosa estampa del Embalse del Tajo de la Encantada y las cimas circundantes reflejandose en sus verdes aguas, la Capilla Escuela de la Medalla Milagrosa, preceden al punto final, donde se entregan los cascos y aligeran vejigas. Sólo nos queda subir al autobús para volver al Kiosco, pasa con 30' de frecuencia y de plazas limitadas, aunque parece que se puede reservar. A punto de perderlo estuvimos, porque el menos previsor de nosotros olvidó de nuevo la mascarilla y ocupamos casi las últimas plazas de milagro. De vuelta en nuestro alojamiento, nos refrescamos profusamente en la pequeña alberca comentando las anécdotas de la jornada, repasando una y otra vez las bellas imágenes atesoradas durante la espléndida jornada, y consolándonos del final de la aventura de hoy con un banquete digno de los antiguos romanos.