Alfaz del Pí, Alto del Gobernador y mina de ocre

NOTA IMPORTANTE: Esta información tiene únicamente carácter orientativo, quienquiera que haga uso y seguimiento total o parcial del track y su texto adicional asume la plena responsabilidad ante los riesgos propios de la práctica de la actividad senderista.

Ruta tan llamativa como exigente, que obliga a esfuerzos poco comunes y arriesgados, de ahí que se califique como apta solo para expertos. Compensa, eso sí, con unas vistas y unos parajes singulares que bien valen el abundante sudor que nos costó realizarla, ya que hacía un típico día veraniego levantino de esos en que el sol pega fuerte y la humedad ambiental es del 90 %.

Su escenario es el extremo oriental de la Sierra Helada, zona declarada como Parque Natural del Faro del Albir, en el término municipal de L'Alfas del Pí. Partimos del aparcamiento existente a la entrada del parque y tomamos la senda ascendente que lleva a la cumbre cimera de esta sierra, el Alt del Governador, de 435 m de altura. Son 2,5 km de continua subida, pero llevadera por estar la senda cuidada y facilitada en sus tramos más empinados. Llegados a la cima, acotada por un recinto cuajado de antenas de comunicación y sus necesarias instalaciones, disfrutamos de unos panoramas costeros más que atractivos, tanto hacia el mar como al interior.

Pero después comienza lo más espectacular de esta ruta: el tremendo descenso hacia el extremo oriental de la sierra, donde se alza el Faro del Albir que da nombre a este parque natural. Son 1.500 m de distancia en los que se pierden 350 m de altitud, andando con sumo cuidado entre senderos pedregosos lindantes con los farallones casi verticales del acantilado serrano, o con las escarpadas laderas del profundo barranco que conforma la orografía de esta prominencia de la montaña. Hay que extremar cada paso y eso requiere mucha tensión emocional y habilidad senderista. Eso sí, serán muchas las asombrosas vistas que, tanto hacia el mar como al interior, disfrutaremos de continuo.

Nos daremos un respiro cuando alcancemos terreno llano llegados al mirador de Alfonso Yébenes, naturalista que ha dedicado especial atención a la geología de la Sierra Helada. Pero casi de inmediato nos aventuramos con un segundo reto: explorar los restos de la mina de ocre rojo que socavó este subsuelo montañoso desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX. Es un recorrido marcado e incluido entre los atractivos del parque, aunque el adentrarse en el interior de las bocas mineras es cosa de cada cual si a ello se atreve; para los más decididos, será toda una experiencia imaginar la difícil peripecia de los mineros metidos en las entrañas de unas galerías que no eran tales, sino irregulares huecos excavados a golpes de pico.

Completamos la visita al entorno minero siguiendo los pilares que sustentaban unos tramos de vía por la que en vagonetas llevaban el mineral hacia el cargadero, situado en una de las calas costeras, donde también había edificaciones que albergaban al personal trabajador. Hoy, de todo ello solo quedan restos.

Y poco más. Después de tanto emocionado esfuerzo, nos restará un cómodo trayecto por la buena pista del parque, el que fuera antiguo camino de la mina, hasta terminar la ruta.