Al Mulhacen por la Loma de Dílar
near Cájar, Andalucía (España)
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Itinerary description
Rutas de antaño:
Continúo con mi serie de rutas de antaño, de aquellas que hicimos en nuestra juventud y gusta recordar. Llevo tiempo queriendo resumirla pero no he encontrado ocasión y en estos días de encierro tengo una oportunidad. Por desgracia se ha hecho más fuerte en mi memoria precisamente ahora que uno de sus protagonistas nos dejó hace poco, o precisamente por eso.
No recuerdo bien el año, pero uno de los amigos con los que la hice me lo ha recordado, fue en septiembre de 1981, cuando empezamos a adentrarnos en la alta montaña granadina y esta fue una de nuestras primeras travesías, que por supuesto en aquel momento fue en verano.
Sólo contábamos con 16 años y estábamos ansiosos por salir de la baja montaña. Al menos yo sabía que con el grupo no lo iba a conseguir porque en aquellos tiempos nadie se aventuraba a las altas cumbres con un grupo numeroso de jóvenes y además estas aún imponían bastante respeto en el ambiente montañero.
Eduardo y Juande querían subir al Mulhacén y nos ofrecieron ir con ellos, Eduardo, Fabián, Pablo y yo nos aventuramos y salimos un día cualquiera de un verano cualquiera cogiendo como siempre el autobús de Cájar, habíamos quedado con Juande en el refugio de la Laguna de las Yeguas al día siguiente. Una retirada de Eduardo lo llevó a unirse con éste. La verdad es que me alegré de nuestro estilo. Siempre me ha parecido muy importante como subir y que el autobús te quitase tanta altitud de golpe no era lo deseado, además el sabor de las cumbres es más grato cuanto más duro ha sido el esfuerzo, al menos para mi siempre ha sido así.
Subimos por el camino hasta la Cortijuela donde pasamos la noche, en aquellos años era una casa forestal abandonada que los montañeros usábamos para pasar la noche a modo de refugio.
A la mañana siguiente con las cantimploras llenas de agua fresca de la fuente y esa fuerza que teníamos ya de tanto subir montañas y darnos caminatas empezamos el ascenso hacia la loma de los Panaderos. El sendero lo recuerdo de pendiente pronunciada y hasta alcanzar la Loma de Dílar, por donde va la vía pecuaria, requirió un buen esfuerzo. Las vistas del Trevenque que poco a poco se iba empequeñeciendo nos reconfortaban. En nuestros aún jóvenes corazones sentíamos que estábamos acometiendo un reto importante, ascender al Veleta y al Mulhacén casi desde la misma Granada, un grupo reducido de amigos y ocupando el vacío entre el campamento de verano y el de principio de curso, sólo tres amigos que se aventuraban en las que, para nosotros, eran las montañas más grandes que habíamos visto. La ilusión nos daba fuerzas.
Lo que realmente recuerdo de aquella excursión no son las cumbres del Mulhacén o del Veleta o el descenso o los ratos con los compañeros. ¡No!. Lo que recuerdo nítidamente era la sensación de estar superando una etapa, de estar alcanzando un nuevo estado de independencia y madurez; y especialmente recuerdo la vista que se alzó ante nuestros ojos cuando alcanzamos la cuerda de la Loma de Dílar, el cambio de paisaje, la pérdida paulatina de vegetación. Desde esa perspectiva la loma, con el Veleta dominando la escena frente a nosotros, era imponente. No recuerdo muy bien el tiempo que invertimos, pero quiero pensar que fueron cinco o seis horas desde que dejamos la Cortijuela hasta que llegamos al refugio de la laguna donde nos estaban esperando, ¡para mi sorpresa!, Juande y Eduardo. Ya no recuerdo más, no sé si esa noche dormimos en la laguna o en Río Seco, como luego se haría usual. No me acuerdo de nada, tan sólo de aquella visión del Veleta desde la Loma de Dílar cuando por fin se abrió el paisaje y la sensación de grandeza y soledad cuando nos acercábamos a las Yeguas.
Y también, ¿cómo no?, recuerdo a mis amigos.
Post data: Después de que Fabián me haya refrescado la mente, todo aparece más claro en mi memoria. Efectivamente del Mulhacén descendimos a Siete Lagunas donde él se dió un baño en la Hondera, hoy ni se os ocurra porque está afortunadamente prohibido por las autoridades del Parque Nacional, a mi aquello me pareció una gansada.
Posteriormente subimos a la loma de la Alcazaba y descendimos hacia las lagunillas del Goterón, nos encaramamos a la cuerda de vacares y descendimos al refugio de La Cucaracha donde posiblemente hicimos noche antes de descender a Güejar Sierra. En la vereda de la Estrella nos cruzamos con un vaquero y Pablo aprendió que nunca debes pasar por detrás de una vaca más bajo que ella.
Continúo con mi serie de rutas de antaño, de aquellas que hicimos en nuestra juventud y gusta recordar. Llevo tiempo queriendo resumirla pero no he encontrado ocasión y en estos días de encierro tengo una oportunidad. Por desgracia se ha hecho más fuerte en mi memoria precisamente ahora que uno de sus protagonistas nos dejó hace poco, o precisamente por eso.
No recuerdo bien el año, pero uno de los amigos con los que la hice me lo ha recordado, fue en septiembre de 1981, cuando empezamos a adentrarnos en la alta montaña granadina y esta fue una de nuestras primeras travesías, que por supuesto en aquel momento fue en verano.
Sólo contábamos con 16 años y estábamos ansiosos por salir de la baja montaña. Al menos yo sabía que con el grupo no lo iba a conseguir porque en aquellos tiempos nadie se aventuraba a las altas cumbres con un grupo numeroso de jóvenes y además estas aún imponían bastante respeto en el ambiente montañero.
Eduardo y Juande querían subir al Mulhacén y nos ofrecieron ir con ellos, Eduardo, Fabián, Pablo y yo nos aventuramos y salimos un día cualquiera de un verano cualquiera cogiendo como siempre el autobús de Cájar, habíamos quedado con Juande en el refugio de la Laguna de las Yeguas al día siguiente. Una retirada de Eduardo lo llevó a unirse con éste. La verdad es que me alegré de nuestro estilo. Siempre me ha parecido muy importante como subir y que el autobús te quitase tanta altitud de golpe no era lo deseado, además el sabor de las cumbres es más grato cuanto más duro ha sido el esfuerzo, al menos para mi siempre ha sido así.
Subimos por el camino hasta la Cortijuela donde pasamos la noche, en aquellos años era una casa forestal abandonada que los montañeros usábamos para pasar la noche a modo de refugio.
A la mañana siguiente con las cantimploras llenas de agua fresca de la fuente y esa fuerza que teníamos ya de tanto subir montañas y darnos caminatas empezamos el ascenso hacia la loma de los Panaderos. El sendero lo recuerdo de pendiente pronunciada y hasta alcanzar la Loma de Dílar, por donde va la vía pecuaria, requirió un buen esfuerzo. Las vistas del Trevenque que poco a poco se iba empequeñeciendo nos reconfortaban. En nuestros aún jóvenes corazones sentíamos que estábamos acometiendo un reto importante, ascender al Veleta y al Mulhacén casi desde la misma Granada, un grupo reducido de amigos y ocupando el vacío entre el campamento de verano y el de principio de curso, sólo tres amigos que se aventuraban en las que, para nosotros, eran las montañas más grandes que habíamos visto. La ilusión nos daba fuerzas.
Lo que realmente recuerdo de aquella excursión no son las cumbres del Mulhacén o del Veleta o el descenso o los ratos con los compañeros. ¡No!. Lo que recuerdo nítidamente era la sensación de estar superando una etapa, de estar alcanzando un nuevo estado de independencia y madurez; y especialmente recuerdo la vista que se alzó ante nuestros ojos cuando alcanzamos la cuerda de la Loma de Dílar, el cambio de paisaje, la pérdida paulatina de vegetación. Desde esa perspectiva la loma, con el Veleta dominando la escena frente a nosotros, era imponente. No recuerdo muy bien el tiempo que invertimos, pero quiero pensar que fueron cinco o seis horas desde que dejamos la Cortijuela hasta que llegamos al refugio de la laguna donde nos estaban esperando, ¡para mi sorpresa!, Juande y Eduardo. Ya no recuerdo más, no sé si esa noche dormimos en la laguna o en Río Seco, como luego se haría usual. No me acuerdo de nada, tan sólo de aquella visión del Veleta desde la Loma de Dílar cuando por fin se abrió el paisaje y la sensación de grandeza y soledad cuando nos acercábamos a las Yeguas.
Y también, ¿cómo no?, recuerdo a mis amigos.
Post data: Después de que Fabián me haya refrescado la mente, todo aparece más claro en mi memoria. Efectivamente del Mulhacén descendimos a Siete Lagunas donde él se dió un baño en la Hondera, hoy ni se os ocurra porque está afortunadamente prohibido por las autoridades del Parque Nacional, a mi aquello me pareció una gansada.
Posteriormente subimos a la loma de la Alcazaba y descendimos hacia las lagunillas del Goterón, nos encaramamos a la cuerda de vacares y descendimos al refugio de La Cucaracha donde posiblemente hicimos noche antes de descender a Güejar Sierra. En la vereda de la Estrella nos cruzamos con un vaquero y Pablo aprendió que nunca debes pasar por detrás de una vaca más bajo que ella.
Waypoints
Waypoint
4,206 ft
Fuente del Hervidero
Waypoint
5,590 ft
Casa forestal de la Cortijuela
Waypoint
5,586 ft
Fuente de la Cortijuela
Waypoint
9,348 ft
Radiotelescopio
Waypoint
9,425 ft
Observatorio astronómico
Waypoint
9,453 ft
Antiguo refugio hoy demolido
Waypoint
11,091 ft
Picacho del Veleta
Waypoint
10,212 ft
Mirador de Ferrer
Waypoint
9,916 ft
Antiguo refugio de Río Seco (hoy demolido)
Waypoint
10,244 ft
Collado del Ciervo
Waypoint
11,363 ft
Mulhacén
Waypoint
9,488 ft
Laguna Hondera
Waypoint
10,244 ft
Puntal de Vacares
Waypoint
5,824 ft
La Cucaracha (casa forestal)
Waypoint
5,825 ft
Fuente
Waypoint
3,585 ft
Fuente
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