268. Desfiladero del Río Mataviejas y Ermita de Redonda desde Ura
near Ura, Castilla y León (España)
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Itinerary description
📸 FOTOS:
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 53 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 404 metros (mayor que el estimado por Wikiloc).
PREÁMBULO
Pronto se cumplirían tres años. No podíamos ‘taparlo’ más. En lugar de enmudecer en el olvido, alzaba la voz más alto cada día.
En tiempo de conciencias laxas, la nuestra, en este asunto, ya clamaba. Había que restañar la herida moral. Ahí seguía palpitando.
Había que reparar el desaguisado. ¿Con quién? ¡Con qué!, más bien: Con el desfiladero del río Mataviejas entre Ura y Castroceniza; y su entorno; y los propios pueblos.
Y ¿por qué? Pues porque en junio de 2021 hicimos una ruta por allí (*) algo aquejados de languidez; sin un compromiso activo con ella. Como las hacíamos en los inicios.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/desfiladero-del-rio-mataviejas-entre-ura-y-castroceniza-99315641
A ver qué pasaba; a verlas venir. Como meros espectadores. Sin ahínco. Cual ‘domingueros’ con su cabeza en otra parte. Sin apenas fotos que no fueran de carácter personal.
Pensábamos sólo en un presente en fuga. Hasta que nos dimos cuenta de que el futuro, el nuestro, podía forjarse con todos esos presentes. Poniéndoles más ganas.
Decía entonces, cuando escribí la crónica y publiqué la ruta en Wikiloc casi un año después (en abril de 2022), ya con ‘sentimiento de culpa’:
«No les dimos al paisaje y a los propios pueblos suficientes ocasiones de protagonismo en las fotografías; las que merecen. Inexplicable e imperdonable, porque la ruta es una pequeña joya. No hay excusa. Quedamos en deuda».
Había que saldarla.
Haríamos, por tanto, otra vez el desfiladero del Mataviejas entre los pueblos de Ura y Castroceniza, como antaño. Pero ahora sería con contrato de adhesión: fotográfico y verbal (…y moral).
Esa era la parte estrella de la ruta. Para variar, la recorreríamos ahora en sentido inverso. Además, añadiríamos novedades en el itinerario de casi todo el resto.
LA RUTA
Hay espacio de aparcamiento en las afueras de Ura, llegando desde Puentedura. Caminamos unos metros por carretera hasta su iglesia/ermita (km 0,3). Allí cogemos el sendero de subida al monte.
Creía que era un sendero ‘inventado’ por mí, pero no. Algún poste indica “Ruta 8. Ura/Valle del Mataviejas”. Tiramos por él hacia arriba (hasta el km 1,6) entre encinas y carrascas, principalmente.
Inmediatamente, iniciamos el descenso hacia el otro lado, el norte; más frondoso. El estrecho sendero se ensancha y se convierte en camino (hasta el km 3,4).
El paisaje cambia y se abre a la campiña del río Arlanza. La vista se expande hasta la sierra de Las Mamblas. Enseguida llegamos a la ermita de Redonda (km 3,9). Bonito entorno.
Comenzamos un suave ascenso rodeados de campos. En el km 6,2 hacemos un giro a la derecha. Un letrero pone ‘Camino cortado a Ura’. Ni caso. Será para vehículos.
En la parte alta, vamos tres km bordeando el bosque, con campos al otro lado (hasta el km 9,2). Terminamos introduciéndonos en el bosque; encinas, quejigos y pinos.
Llegados a un punto (km 10,2), hay que iniciar el descenso por un camino áspero. Mejora su estado a partir del km 10,9 hasta Castroceniza (km 11,6).
Además de una vuelta por el pueblo y su iglesia, nos desviamos hasta la cercana ermita de San Roque, al otro lado del río (km 12,2).
Un cartel a este lado, antes de cruzar, nos señala el inicio del recorrido del cañón del Mataviejas. Comenzamos ese tramo (km 12,4).
El desfiladero hasta Ura tiene 2,5 km. Así lo indica el cartel. Y lo cumple; o lo cumplimos, a rajatabla, incluso con algún pequeño desvío. En el km 14,9 entrábamos en Ura.
Posibles Dificultades:
Diseñé previamente la ruta sobre mapa. Parecía posible ir enlazando caminos y senderos a lo largo de todo el trayecto.
Únicamente había inseguridad en un trecho: el que sube desde la ermita/iglesia de Ura hasta el monte (km 1,6). Afortunadamente, un senderillo se abre paso, seguro.
Sí es incómodo, en cambio, el camino que posteriormente (km 10,2 al 10,9) desciende del monte hacia Castroceniza. Pendiente y pedregoso. Reduces la velocidad y arreglado.
Todo lo demás es descansado.
Por lo que respecta a la orientación, a lo largo del monte hay muchos caminos. Es probable perderse sin guía. El resto es fácil.
DESTACADO
Nos sentíamos en deuda con esos pueblos y su entorno. En la ruta de hacía casi tres años, nos quedamos cortos en ver y reconocer sus merecimientos. Ahora ampliamos lo uno y lo otro.
(1) Los Pueblos y las Ermitas:
Ura ahonda su historia en un castro celtibérico. El pueblo ha resistido el paso de los siglos. A falta de iglesia en el núcleo urbano (tal vez allí no cabía), tiene su ermita de San Martín un poco apartada. Proto-gótico rural, sobre otra románica.
Castroceniza sí tiene espacio para la iglesia de La Asunción en lo alto del pueblo. Titánicos contrafuertes en su ermita. ‘Castro’ vendrá de castro; asentamiento romano hubo. ‘Ceniza’ quizá se enraíce en la tradición de elaborar carbón vegetal.
Ambos pueblos conservan una interesante arquitectura popular, con entramados de madera en las paredes de sus casas antiguas. Las que aún quedan en pie.
La ermita de Nuestra Señora de Redonda pertenece a la villa de Covarrubias (a 5 km). Fue la parroquia de un poblado homónimo en el siglo XII. El actual edificio es ya del XVI y posterior. El entorno es idílico.
(2) El Monte y la Campiña:
Hay una extensa zona de monte boscoso hasta el km 3,4: encinas, pinos, quejigos, enebros, sabinas, escobas, retama, etc. Y luego otra desde el km 6,9 hasta el 11,5: con similar composición.
Con esa variedad vegetal, a trechos compartiendo espacio con los campos, y con ventanas al exterior, el monte se hace entretenido. Quizá un poco más sería un poco de más.
La vega del Arlanza (km 3,4 a 6,2) nos sorprendió. Anticipábamos una aridez invernal en las tierras de labranza; resignadas ellas y nosotros hasta el final del invierno.
En cambio, nos encontramos con una anticipada ebullición primaveral: los sembrados verdeaban, despuntaban los brotes en los árboles, y los almendros echaban flores al aire.
Y todo ello con la panorámica de la sierra de Las Mamblas por el norte, ahí cercanas; y con los perfiles de las sierras de Cervera y de Tejada por el sur. Todas marcando horizontes.
(3) El Desfiladero:
El cañón-desfiladero del Mataviejas merece una sección aparte. Están las paredes calcáreas que lo conforman; vistosas por sus colores terrosos y por sus formas horadadas.
Ese cañón no encañona tanto como otros (ej., del Ebro o el Rudrón, por el norte). Ni se estrecha tanto como para hacerte desfilar. Sus roquedos no son tan compactos y verticales.
Pero es sinuoso, proporcionando así ambientes diversos y cambiantes conforme avanzas. Está pletórico de una variada vegetación de ribera: fresnos, chopos, sauces, mimbreras.
El río que lo hiende, el Mataviejas, aunque modesto, fluía ahora haciéndose oír. En varios puntos creaba cascadas; pequeñas en salto, pero potentes en caudal.
Un poco más abajo, el Arlanza bajaba ancho por Puentedura. Los siete ojos de su largo (90 metros) y alomado puente medieval casi no daban abasto para abrir paso al agua.
Parecía un Amazonas cualquiera. Y eso que aún no se le había unido el Mataviejas.
(4) El Nombre del Río (y el Cañón-Desfiladero):
Mataviejas o Ura. Es más conocido por el primer nombre, pero este segundo suena más poético a oídos delicados. No pondré ninguno en entredicho. Es sólo curiosidad.
La palabra ‘ura’ tiene varios significados en lengua española; ninguno parece relevante para el caso. En lengua vasca, sin embargo, significa ‘agua’. Podría tener que ver (porque): ‘Agua lleva’.
Por su parte, la denominación tradicional de ‘Mataviejas’ se remontaría, presumiblemente, a los tiempos del Cid Campeador. Según una leyenda, así se cuenta:
«Dos ancianas afines a los invasores sarracenos engañaron al Cid con una emboscada nocturna. Aquellos eran más, pero una luz cegadora, unida a la resistencia castellana, los ahuyentó. Al cernirse la oscuridad, las viejas hechiceras cayeron por los acantilados al río. Allí encontraron su final».
De ahí. El nombre. Quien sabe….
ANÉCDOTA
Una anécdota tiene como rasgo esencial (según la R.A.E) la sorpresa por un hecho real (no ficticio o fabulado) que resulta curioso, ameno, o divertido.
Si es así, tenemos una anécdota de esta ruta.
Llevábamos ya casi dos meses de invierno astronómico (desde el 22 de diciembre). Pero aún faltaba algo más de un tercio para su conclusión.
Es verdad, no obstante, que el invierno meteorológico es más madrugador (desde el 1 de diciembre). Ya faltaba poco para su fin.
En esto último debían estar pensando los campos y los árboles de hoja caduca. Todos encandilados con la primavera. Todos queriendo ser el primero en insinuarse.
Ahí estaban naciendo los brotes verdosos, amarillentos, ambarinos, anaranjados, rojizos, en los árboles y las mimbrajeras de ribera.
Ahí se desplegaba una alfombra verde en los campos de cereales, empujando sin recato cuatro dedos por encima de la tierra.
Y hasta flores había. No en las lindes o los caminos todavía; pero sí en muchos árboles. Flores de un pálido rosado. Supongo que serían almendros.
También los pajaritos se sumaban al festival, con sus trinos. Muy variados; señal de que estaban mayoritariamente convencidos (o hipnotizados).
Fue, pues, una sorpresa. Novedosa y agradable. De ahí lo anecdótico. Era la primicia de la llamada de la primavera; antes de tiempo.
Quizá lo más sorprendente es que todo parecía haberse precipitado. Tras sólo dos días más de lluvia y luego dos de sol. Es verdad que ‘llovía sobre mojado’, en un invierno por aquí suave y húmedo (para los fríos que se estilan).
Nos encontramos, pues, con una inesperada explosión de vitalidad. Había ocurrido como de repente. De un día para otro.
Ahora febrero ‘mayea’. Pero seguro que vendrán heladas…. Esperemos que los cerezos de los valles de Caderechas no sucumban a los ‘cantos de sirena’ (como el desastroso año pasado).
▶ Las 6 primeras seleccionan aspectos de interés (con descripción al pie).
▶ Las siguientes se ordenan según el itinerario (asociadas a cada 'waypoint').
📝 TEXTO (5 secciones):
▶ Índice IBP de la ruta,
▶ Preámbulo: antecedentes y motivos,
▶ La Ruta: recorrido y dificultades,
▶ Destacado: rasgos sobresalientes, y
▶ Anécdota: hechos curiosos.
INDICE IBP de Dificultad de la Ruta
Para Criterios y Tabla de Interpretación, Ir a:
https://www.ibpindex.com/index.php/es/
El resultado del análisis IBP es de 53 (para Senderismo): dificultad 'Media' para una preparación física 'Media'.
El cómputo del desnivel acumulado de la ruta por parte de IBP es de 404 metros (mayor que el estimado por Wikiloc).
PREÁMBULO
Pronto se cumplirían tres años. No podíamos ‘taparlo’ más. En lugar de enmudecer en el olvido, alzaba la voz más alto cada día.
En tiempo de conciencias laxas, la nuestra, en este asunto, ya clamaba. Había que restañar la herida moral. Ahí seguía palpitando.
Había que reparar el desaguisado. ¿Con quién? ¡Con qué!, más bien: Con el desfiladero del río Mataviejas entre Ura y Castroceniza; y su entorno; y los propios pueblos.
Y ¿por qué? Pues porque en junio de 2021 hicimos una ruta por allí (*) algo aquejados de languidez; sin un compromiso activo con ella. Como las hacíamos en los inicios.
(*) https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/desfiladero-del-rio-mataviejas-entre-ura-y-castroceniza-99315641
A ver qué pasaba; a verlas venir. Como meros espectadores. Sin ahínco. Cual ‘domingueros’ con su cabeza en otra parte. Sin apenas fotos que no fueran de carácter personal.
Pensábamos sólo en un presente en fuga. Hasta que nos dimos cuenta de que el futuro, el nuestro, podía forjarse con todos esos presentes. Poniéndoles más ganas.
Decía entonces, cuando escribí la crónica y publiqué la ruta en Wikiloc casi un año después (en abril de 2022), ya con ‘sentimiento de culpa’:
«No les dimos al paisaje y a los propios pueblos suficientes ocasiones de protagonismo en las fotografías; las que merecen. Inexplicable e imperdonable, porque la ruta es una pequeña joya. No hay excusa. Quedamos en deuda».
Había que saldarla.
Haríamos, por tanto, otra vez el desfiladero del Mataviejas entre los pueblos de Ura y Castroceniza, como antaño. Pero ahora sería con contrato de adhesión: fotográfico y verbal (…y moral).
Esa era la parte estrella de la ruta. Para variar, la recorreríamos ahora en sentido inverso. Además, añadiríamos novedades en el itinerario de casi todo el resto.
LA RUTA
Hay espacio de aparcamiento en las afueras de Ura, llegando desde Puentedura. Caminamos unos metros por carretera hasta su iglesia/ermita (km 0,3). Allí cogemos el sendero de subida al monte.
Creía que era un sendero ‘inventado’ por mí, pero no. Algún poste indica “Ruta 8. Ura/Valle del Mataviejas”. Tiramos por él hacia arriba (hasta el km 1,6) entre encinas y carrascas, principalmente.
Inmediatamente, iniciamos el descenso hacia el otro lado, el norte; más frondoso. El estrecho sendero se ensancha y se convierte en camino (hasta el km 3,4).
El paisaje cambia y se abre a la campiña del río Arlanza. La vista se expande hasta la sierra de Las Mamblas. Enseguida llegamos a la ermita de Redonda (km 3,9). Bonito entorno.
Comenzamos un suave ascenso rodeados de campos. En el km 6,2 hacemos un giro a la derecha. Un letrero pone ‘Camino cortado a Ura’. Ni caso. Será para vehículos.
En la parte alta, vamos tres km bordeando el bosque, con campos al otro lado (hasta el km 9,2). Terminamos introduciéndonos en el bosque; encinas, quejigos y pinos.
Llegados a un punto (km 10,2), hay que iniciar el descenso por un camino áspero. Mejora su estado a partir del km 10,9 hasta Castroceniza (km 11,6).
Además de una vuelta por el pueblo y su iglesia, nos desviamos hasta la cercana ermita de San Roque, al otro lado del río (km 12,2).
Un cartel a este lado, antes de cruzar, nos señala el inicio del recorrido del cañón del Mataviejas. Comenzamos ese tramo (km 12,4).
El desfiladero hasta Ura tiene 2,5 km. Así lo indica el cartel. Y lo cumple; o lo cumplimos, a rajatabla, incluso con algún pequeño desvío. En el km 14,9 entrábamos en Ura.
Posibles Dificultades:
Diseñé previamente la ruta sobre mapa. Parecía posible ir enlazando caminos y senderos a lo largo de todo el trayecto.
Únicamente había inseguridad en un trecho: el que sube desde la ermita/iglesia de Ura hasta el monte (km 1,6). Afortunadamente, un senderillo se abre paso, seguro.
Sí es incómodo, en cambio, el camino que posteriormente (km 10,2 al 10,9) desciende del monte hacia Castroceniza. Pendiente y pedregoso. Reduces la velocidad y arreglado.
Todo lo demás es descansado.
Por lo que respecta a la orientación, a lo largo del monte hay muchos caminos. Es probable perderse sin guía. El resto es fácil.
DESTACADO
Nos sentíamos en deuda con esos pueblos y su entorno. En la ruta de hacía casi tres años, nos quedamos cortos en ver y reconocer sus merecimientos. Ahora ampliamos lo uno y lo otro.
(1) Los Pueblos y las Ermitas:
Ura ahonda su historia en un castro celtibérico. El pueblo ha resistido el paso de los siglos. A falta de iglesia en el núcleo urbano (tal vez allí no cabía), tiene su ermita de San Martín un poco apartada. Proto-gótico rural, sobre otra románica.
Castroceniza sí tiene espacio para la iglesia de La Asunción en lo alto del pueblo. Titánicos contrafuertes en su ermita. ‘Castro’ vendrá de castro; asentamiento romano hubo. ‘Ceniza’ quizá se enraíce en la tradición de elaborar carbón vegetal.
Ambos pueblos conservan una interesante arquitectura popular, con entramados de madera en las paredes de sus casas antiguas. Las que aún quedan en pie.
La ermita de Nuestra Señora de Redonda pertenece a la villa de Covarrubias (a 5 km). Fue la parroquia de un poblado homónimo en el siglo XII. El actual edificio es ya del XVI y posterior. El entorno es idílico.
(2) El Monte y la Campiña:
Hay una extensa zona de monte boscoso hasta el km 3,4: encinas, pinos, quejigos, enebros, sabinas, escobas, retama, etc. Y luego otra desde el km 6,9 hasta el 11,5: con similar composición.
Con esa variedad vegetal, a trechos compartiendo espacio con los campos, y con ventanas al exterior, el monte se hace entretenido. Quizá un poco más sería un poco de más.
La vega del Arlanza (km 3,4 a 6,2) nos sorprendió. Anticipábamos una aridez invernal en las tierras de labranza; resignadas ellas y nosotros hasta el final del invierno.
En cambio, nos encontramos con una anticipada ebullición primaveral: los sembrados verdeaban, despuntaban los brotes en los árboles, y los almendros echaban flores al aire.
Y todo ello con la panorámica de la sierra de Las Mamblas por el norte, ahí cercanas; y con los perfiles de las sierras de Cervera y de Tejada por el sur. Todas marcando horizontes.
(3) El Desfiladero:
El cañón-desfiladero del Mataviejas merece una sección aparte. Están las paredes calcáreas que lo conforman; vistosas por sus colores terrosos y por sus formas horadadas.
Ese cañón no encañona tanto como otros (ej., del Ebro o el Rudrón, por el norte). Ni se estrecha tanto como para hacerte desfilar. Sus roquedos no son tan compactos y verticales.
Pero es sinuoso, proporcionando así ambientes diversos y cambiantes conforme avanzas. Está pletórico de una variada vegetación de ribera: fresnos, chopos, sauces, mimbreras.
El río que lo hiende, el Mataviejas, aunque modesto, fluía ahora haciéndose oír. En varios puntos creaba cascadas; pequeñas en salto, pero potentes en caudal.
Un poco más abajo, el Arlanza bajaba ancho por Puentedura. Los siete ojos de su largo (90 metros) y alomado puente medieval casi no daban abasto para abrir paso al agua.
Parecía un Amazonas cualquiera. Y eso que aún no se le había unido el Mataviejas.
(4) El Nombre del Río (y el Cañón-Desfiladero):
Mataviejas o Ura. Es más conocido por el primer nombre, pero este segundo suena más poético a oídos delicados. No pondré ninguno en entredicho. Es sólo curiosidad.
La palabra ‘ura’ tiene varios significados en lengua española; ninguno parece relevante para el caso. En lengua vasca, sin embargo, significa ‘agua’. Podría tener que ver (porque): ‘Agua lleva’.
Por su parte, la denominación tradicional de ‘Mataviejas’ se remontaría, presumiblemente, a los tiempos del Cid Campeador. Según una leyenda, así se cuenta:
«Dos ancianas afines a los invasores sarracenos engañaron al Cid con una emboscada nocturna. Aquellos eran más, pero una luz cegadora, unida a la resistencia castellana, los ahuyentó. Al cernirse la oscuridad, las viejas hechiceras cayeron por los acantilados al río. Allí encontraron su final».
De ahí. El nombre. Quien sabe….
ANÉCDOTA
Una anécdota tiene como rasgo esencial (según la R.A.E) la sorpresa por un hecho real (no ficticio o fabulado) que resulta curioso, ameno, o divertido.
Si es así, tenemos una anécdota de esta ruta.
Llevábamos ya casi dos meses de invierno astronómico (desde el 22 de diciembre). Pero aún faltaba algo más de un tercio para su conclusión.
Es verdad, no obstante, que el invierno meteorológico es más madrugador (desde el 1 de diciembre). Ya faltaba poco para su fin.
En esto último debían estar pensando los campos y los árboles de hoja caduca. Todos encandilados con la primavera. Todos queriendo ser el primero en insinuarse.
Ahí estaban naciendo los brotes verdosos, amarillentos, ambarinos, anaranjados, rojizos, en los árboles y las mimbrajeras de ribera.
Ahí se desplegaba una alfombra verde en los campos de cereales, empujando sin recato cuatro dedos por encima de la tierra.
Y hasta flores había. No en las lindes o los caminos todavía; pero sí en muchos árboles. Flores de un pálido rosado. Supongo que serían almendros.
También los pajaritos se sumaban al festival, con sus trinos. Muy variados; señal de que estaban mayoritariamente convencidos (o hipnotizados).
Fue, pues, una sorpresa. Novedosa y agradable. De ahí lo anecdótico. Era la primicia de la llamada de la primavera; antes de tiempo.
Quizá lo más sorprendente es que todo parecía haberse precipitado. Tras sólo dos días más de lluvia y luego dos de sol. Es verdad que ‘llovía sobre mojado’, en un invierno por aquí suave y húmedo (para los fríos que se estilan).
Nos encontramos, pues, con una inesperada explosión de vitalidad. Había ocurrido como de repente. De un día para otro.
Ahora febrero ‘mayea’. Pero seguro que vendrán heladas…. Esperemos que los cerezos de los valles de Caderechas no sucumban a los ‘cantos de sirena’ (como el desastroso año pasado).
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