2017-07-15 Salinas San Jose

Esta vez nos decidimos por una ruta rápida para envitar las calores con el objetivo de visitar la Salina “San José” y e indagar un poco en su historia, y para hacernos una idea exacta de sus elementos, distribuidos en tres ámbitos, como en todas las salinas: un manantial del que mana todavía hoy el agua salada. Agua que era distribuida por los salineros por las pozas de la amplia explanada dedicada a la evaporación y obtención de la sal. Que luego era retirada por medio de carrillos de mano y burros con serón de pleita. La casa del salinero y el almacén, hoy desaparecidos, estaban al otro lado del Salado, de forma que el salinero jefe, que vivía allí todo el año, podía vigilar todas las instalaciones desde su casa. El venero de esta salina no es muy abundante, razón por la que en los meses de intenso trabajo, de junio a septiembre, recurría al agua también salada del arroyo.

El proceso era tan sencillo de contar como difícil de conseguir en una tierra, la de la Campiña, tan arcillosa: llenaban los dos grandes depósitos , llamados “calentadores” y de éstos iban llenando las pozas poco a poco. Especialmente interesantes son los sillares tallados de estos depósitos, elaborados con el mismo esmero que los destinados a templos o edificios nobles. La sal de esta salina se vendía en almacenes de Martos, Alcalá la Real y Alcaudete, además de la que vendían directamente al público en la propia salina.

La alta concentración de sal en las aguas de esta zona hacía que ya por aquél entonces se considerara estas aguas como un primitivo spa tosiriano. A las salinas acudían muchas personas con problemas en los huesos o la piel y permanecían durante mucho rato en el agua de los calentadores. Cuando las salinas quedaron abandonadas, estos usuarios hacían pozas en el salado y en ellas se bañaban durante un par de horas para conseguir mejoría para sus dolencias.