Ruta de los embalses de Artikutza (Enobieta) y Añarbe
near Ategorrieta, País Vasco (España)
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Trail photos
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Itinerary description
Junto a Josean en un día muy caluroso realizamos la ruta de los embalses de Artikutza y Añarbe.Tras el ascenso a Bianditz llegamos al poblado de Artikutza, control de avituallamiento, donde coincidimos y compartimos en buena sintonía el hamaiketako con los amables guardas forestales de la finca.
Haciendo un poco historia de este increíble enclave natural, señalar que hasta el siglo XIX Artikutza perteneció a los monjes agustinos de Roncesvalles, lo que fue para ellos una fuente importante de ingresos por las rentas que cobraban por la explotación de prados y bosques a pastores, ganaderos, ferrones, caleros, carboneros…
Con la desamortización de Mendizabal pasó a manos privadas hasta la compra posterior por el Ayuntamiento de San Sebastián.
Hace varios siglos, la abundancia de madera (bosques), hierro (minas) y agua (regatas) en Artikutza, impulsó la actividad de un buen número de ferrerías hidráulicas.
Después de abandonar este acogedor poblado, pedaleamos por la pista que transcurre al abrigo de una vegetación típica de ribera, junto a los arroyos Artikutza y Elama (que confluyen para conformar la regata Añarbe que aportará sus aguas al embalse del mismo nombre), dejando a la izda los caminos que van a las ruinas de las ferrerías de Urdallue, Goizarin y Elama, con los restos de fraguas, hornos, puentes, viaductos, raíles del tren minero...fruto de la intensa actividad industrial existente al menos desde el siglo XIV.
Con el sonido relajante del agua, por muchos restos de ruinas industriales que hayan existido junto a estas regatas, es difícil hacerse a la idea de su pasado, con ruidos metálicos de los martillos y olores de los humos procedentes de su intensa actividad.
Como curiosidad señalar que Elama era un complejo relativamente grande para la época y habitado, pues además de la ferrería, horno y molino, tenía dos casas y una ermita en la que los domingos los trabajadores acudían a misa, único día libre, ya que el resto de la semana trabajaban de día y de noche, supongo que entonces a dos turnos.
El tren minero que unía Artikutza con Errenteria de 28,5 km, fue construido a finales del siglo XIX, funcionando dos locomotoras y 61 vagones, 31 de ellos para transportar mineral y 27 para carbón vegetal.
El recorrido que se iniciaba en Elama, atravesaba el barrio de Artikutza, ascendía hacia Ezkax por dos planos inclinados, superando la cima de Bianditz por un túnel que entraba en el término municipal de Oiartzun.
Continuando con la historia, ahora de las aguas de Artikutza, fue a principios del siglo XX, con los manantiales cercanos a Donostia insuficientes para suministrar agua a toda la población, cuando se construye una pequeña presa en la regata Añarbe, próxima a Artikutza.
El año 1902 un brote de fiebres tifoideas acaba con la vida de 40 personas. Tras la correspondiente inspección aguas arriba de la presa, se localiza el foco de la infección en dos habitantes de un caserío del barrio de Artikutza, enfermos de fiebres tifoideas cuyas ropas y excrementos habían contaminado el río.
Esto hace que el ayuntamiento se vea obligado a tener el control absoluto sobre Artikutza, adquiriendo para ello en 1919 toda la finca (incluyó la línea de ferrocarril), derribando varios caseríos diseminados por la zona y concentrando a partir de entonces todas las viviendas en el poblado de Artikutza.
Con la adquisición de la finca para el suministro de agua para la ciudad, es cuando se inició la regeneración de Artikutza, con el cierre de las minas y el tren, el cercado perimetral para evitar el paso de ganado y el acceso limitado a las personas.
Gracias a ello, hoy día Artikutza se ha convertido en un paraíso natural que debemos cuidar y proteger, y que es una verdadera delicia pedalear por sus innumerables pistas para ir conociendo su historia.
En esa línea de mejora ambiental, el ayuntamiento donostiarra eliminó últimamente varias conducciones y pequeñas presas aguas abajo del embalse de Artikutza, y ahora va a derribar la presa del embalse de Artikutza (Enobieta) que presenta varias deficiencias en materia de seguridad, por haber quedado obsoleta al no abastecer de agua a Donosti desde que en 1977 entró en funcionamiento el embalse de Añarbe.
Volviendo a la bici, después de disfrutar durante varios kilómetros pedaleando junto a la Elama erreka, la abandonamos para iniciar un ascenso continuado de unos 4 km hasta el collado de las canteras de Arriurdiñeta, en Goizueta.
Por una pista forestal en muy buen estado y contemplando unos espectaculares paisajes de montañas y valles profundos, vamos descendiendo durante cerca de 20 km hasta llegar a la ctra de Goizueta a Hernani, por la que descendemos algo más de un kilómetro hasta coger la pista del túnel de entrada al embalse del Añarbe.
Cruzando el puente, por su vertiente derecha seguimos unos 7 km hasta coger la pista de ascenso al collado de Malbazar, descendiendo hasta el merendero Susperregi, en el que degustamos un menú del día de calidad, a buen precio, muy buen servicio, y sin horarios, pues nos atendieron pasadas las 4 de la tarde.
En un cómodo descenso por Astigarraga y Riberas de Loiola, finalizamos esta bellísima e instructiva etapa de cerca de 90 km y ascenso acumulado de más de 1600 m, por lo que la hemos catalogado de moderada.
Haciendo un poco historia de este increíble enclave natural, señalar que hasta el siglo XIX Artikutza perteneció a los monjes agustinos de Roncesvalles, lo que fue para ellos una fuente importante de ingresos por las rentas que cobraban por la explotación de prados y bosques a pastores, ganaderos, ferrones, caleros, carboneros…
Con la desamortización de Mendizabal pasó a manos privadas hasta la compra posterior por el Ayuntamiento de San Sebastián.
Hace varios siglos, la abundancia de madera (bosques), hierro (minas) y agua (regatas) en Artikutza, impulsó la actividad de un buen número de ferrerías hidráulicas.
Después de abandonar este acogedor poblado, pedaleamos por la pista que transcurre al abrigo de una vegetación típica de ribera, junto a los arroyos Artikutza y Elama (que confluyen para conformar la regata Añarbe que aportará sus aguas al embalse del mismo nombre), dejando a la izda los caminos que van a las ruinas de las ferrerías de Urdallue, Goizarin y Elama, con los restos de fraguas, hornos, puentes, viaductos, raíles del tren minero...fruto de la intensa actividad industrial existente al menos desde el siglo XIV.
Con el sonido relajante del agua, por muchos restos de ruinas industriales que hayan existido junto a estas regatas, es difícil hacerse a la idea de su pasado, con ruidos metálicos de los martillos y olores de los humos procedentes de su intensa actividad.
Como curiosidad señalar que Elama era un complejo relativamente grande para la época y habitado, pues además de la ferrería, horno y molino, tenía dos casas y una ermita en la que los domingos los trabajadores acudían a misa, único día libre, ya que el resto de la semana trabajaban de día y de noche, supongo que entonces a dos turnos.
El tren minero que unía Artikutza con Errenteria de 28,5 km, fue construido a finales del siglo XIX, funcionando dos locomotoras y 61 vagones, 31 de ellos para transportar mineral y 27 para carbón vegetal.
El recorrido que se iniciaba en Elama, atravesaba el barrio de Artikutza, ascendía hacia Ezkax por dos planos inclinados, superando la cima de Bianditz por un túnel que entraba en el término municipal de Oiartzun.
Continuando con la historia, ahora de las aguas de Artikutza, fue a principios del siglo XX, con los manantiales cercanos a Donostia insuficientes para suministrar agua a toda la población, cuando se construye una pequeña presa en la regata Añarbe, próxima a Artikutza.
El año 1902 un brote de fiebres tifoideas acaba con la vida de 40 personas. Tras la correspondiente inspección aguas arriba de la presa, se localiza el foco de la infección en dos habitantes de un caserío del barrio de Artikutza, enfermos de fiebres tifoideas cuyas ropas y excrementos habían contaminado el río.
Esto hace que el ayuntamiento se vea obligado a tener el control absoluto sobre Artikutza, adquiriendo para ello en 1919 toda la finca (incluyó la línea de ferrocarril), derribando varios caseríos diseminados por la zona y concentrando a partir de entonces todas las viviendas en el poblado de Artikutza.
Con la adquisición de la finca para el suministro de agua para la ciudad, es cuando se inició la regeneración de Artikutza, con el cierre de las minas y el tren, el cercado perimetral para evitar el paso de ganado y el acceso limitado a las personas.
Gracias a ello, hoy día Artikutza se ha convertido en un paraíso natural que debemos cuidar y proteger, y que es una verdadera delicia pedalear por sus innumerables pistas para ir conociendo su historia.
En esa línea de mejora ambiental, el ayuntamiento donostiarra eliminó últimamente varias conducciones y pequeñas presas aguas abajo del embalse de Artikutza, y ahora va a derribar la presa del embalse de Artikutza (Enobieta) que presenta varias deficiencias en materia de seguridad, por haber quedado obsoleta al no abastecer de agua a Donosti desde que en 1977 entró en funcionamiento el embalse de Añarbe.
Volviendo a la bici, después de disfrutar durante varios kilómetros pedaleando junto a la Elama erreka, la abandonamos para iniciar un ascenso continuado de unos 4 km hasta el collado de las canteras de Arriurdiñeta, en Goizueta.
Por una pista forestal en muy buen estado y contemplando unos espectaculares paisajes de montañas y valles profundos, vamos descendiendo durante cerca de 20 km hasta llegar a la ctra de Goizueta a Hernani, por la que descendemos algo más de un kilómetro hasta coger la pista del túnel de entrada al embalse del Añarbe.
Cruzando el puente, por su vertiente derecha seguimos unos 7 km hasta coger la pista de ascenso al collado de Malbazar, descendiendo hasta el merendero Susperregi, en el que degustamos un menú del día de calidad, a buen precio, muy buen servicio, y sin horarios, pues nos atendieron pasadas las 4 de la tarde.
En un cómodo descenso por Astigarraga y Riberas de Loiola, finalizamos esta bellísima e instructiva etapa de cerca de 90 km y ascenso acumulado de más de 1600 m, por lo que la hemos catalogado de moderada.
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