Vámonos con Jorge a Gátova, Altura y Alcublas, subiendo Chirivilla y el Montemayor

Pensado y hecho, Jorge y yo hemos decidido esta mañana hacer una ruta que si bien para mí no ha tenido ningún tramo nuevo, sí que me ha servido para descubrir la dureza de subir al Montemayor desde Altura. Mucho más tedioso que subir desde Llíria. Sin embargo Jorge no tiene tanto mundo recorrido en su faceta 700x23C y hoy se las ha visto con la zona Alcublas, para bien y para mal.

Mi día ya ha empezado mal desde el primer momento, desayunando un triste flan de huevo y perdiéndome de mala manera de camino al punto donde habíamos quedado. Casi he estado a punto de llamar para decirle «Ven a buscarme que ya es la tercera vez que me pierdo y he acabado en la autovía» pero finalmente sólo he llegado cinco minutos tarde.

La subida hasta Gátova y el puerto de Chirivilla no tiene nada destacable. Bueno, sí, que nos han adelantado un porrón de grupos y no hemos hecho amago de picarnos, ni nada… Pero es que la meta hoy era llegar a casa sin abandonar antes de tiempo.

El almuerzo en Altura me ha sabido a poco, pero tampoco ha sido como para quejarse. El problema ha venido más tarde. Hemos subido al santuario de la Cueva Santa y al Montemayor, dando el pequeño rodeo para llegar a la caseta forestal, y cuando parecía que llegar a Alcublas estaba hecho, entre los repechos, el viento y el bocadillo que ya lo tenía más digerido que el calostro de mi madre me ha venido una flojera de las que necesitas comer cuanto antes o sentarte en un guardarraíl antes de caer mareado. ¿Y qué llevaba en el bolsillo? Una barrita con sabor a papel de periódico mojado y prensado. Con eso no tenía ni para empezar.

«Alcublas 2 km»

Con Jorge a la delantera he llegado a Alcublas en las últimas. Me ha tocado parar a comer algo, y ya que te pones, pues a lo grande… Otra vez almorzando. Desayunar mal se paga.

De este bocadillo sí que he quedado satisfecho. Demasiado incluso. Suerte que para bajar el puerto de Alcublas tampoco se necesita hacer grandes sacrificios. Sólo faltaba que encima se me cortase la digestión. En un momento nos hemos plantado en la monótona carretera a Llíria que parece que baja, pero realmente hay que pedalear como el que más.

Para llegar a Valencia ha sido Jorge el que ha tomado los mandos porque yo sólo se llegar por Bétera, pero ha sido fácil. Unos 140 kilómetros que no han podido ser «de comer a casa» pero al menos hemos llegado a la sobremesa.