La condicional. Día 1. Carretera: Arroyo de Joyalada, los Llanos, ermita de Morales, Zamora.

Era de esperar que saliéramos como leones enjaulados. Tras no sé cuantos días encerrados, nos abrieron la puerta y todos a correr. El día antes preparé el Manolón, pero por la noche me arrepentí pensando en que todo el mundo estaría en los mismos caminos a la misma hora. Decidí no salir. Pero una mala noche la tiene cualquiera, y me desperté muy pronto. Estaba claro que las bicis me pedían marcha. Eso sí, con cambio de montura, porque la carretera es más ancha y se puede mantener mejor la distancia que en los caminos. Como no hay muchas alternativas, elegí la carretera de Almaraz y salí escopetado. Muy bien hasta la primera subida, donde me di cuenta de que subir en el rodillo es más fácil que en el mundo real: ¡qué pequeños deben ser mis pulmones! Boqueaba como un pez fuera del agua buscando oxígeno. Bueno, llegué arriba y me repuse un poco bajando antes de volver a subir. Un poco mejor. Después hay una bajada larga de un par de kilómetros seguida de unas subidas mucho más suaves y que acaban en el gran meandro del Duero. Un pena, porque unos metros de bajada más tarde se acaba el término municipal del que no se puede pasar porque por lo visto te carbonizas o te conviertes en piedra. Por si acaso me di la vuelta y otra vez para Zamora. Y otra vez a subir y bajar antes de llegar a la zona llana que acaba en la ciudad. Me crucé con un montón de ciclistas, pero siempre a bastante distancia y con la braga del cuello en la boca por si las moscas. Y como quería aprovechar un poquito más, me animé por el puente de los Poetas hasta el polígono de los Llanos. De ahí a la ermita del Cristo de Morales y para casa. Muy contento con una ruta que en condiciones normales sería un apaño, pero que hoy me supo a gloria. Genial.