Intentando de nuevo el reto de Valencia a Gandía por Dos Aguas y Xàtiva… Y volviendo a fracasar

En julio de este año que ya acaba tuve la mala idea de planificar una ruta en la que yo a solas saldría de Valencia y pasaría por Dos Aguas, Millares, Bicorp, Sumacàrcer, Xàtiva, Barxeta y Barx entre otros muchos pueblos, para finalmente llegar a Gandía. En total, casi 170 kilómetros y 3.600 metros de desnivel.

El resultado fue desastroso. Hizo un día de calor récord en una zona que sabe mucho de récords de temperatura. No sólo tuve que tirarme bidones de agua por encima, sino cosas más ridículas como zambullirme en fuentes y lavaderos, peligrosas como sufrir vahídos bajando un puerto o directamente aberrantes como tumbarme en una acera desmayado por la pájara más grande que me ha dado jamás, durmiéndome con la bici al lado y perdiendo el control de los esfínteres. En serio.

Así que esta ruta no sólo se quedó grabada en mi mente como «la peor experiencia ciclista de mi vida» —mucho peor que la última del Circuito Serranía a la que fui y a las cuales prometí no volver jamás— sino que me autoconvencí de que el problema no era la distancia, tampoco el desnivel, sino el no haber planificado bien el calor o los avituallamientos. Como diría Terminator: «I'll be back».

Y hoy ha sido el día. Juan y yo hemos salido con ganas de batir récords y para evitar que el tiempo se nos echara encima a las seis de la mañana ya estábamos de camino con las luces encendidas en posición «ver y ser visto».

De camino a Monserrat ya me he dado cuenta de que el plan de hoy no tenía pinta de salir bien. Juan había pasado una mala noche y para colmo había desayunado poco y mal, pero aún así hasta Dos Aguas no querría parecer aguafiestas y de hecho ha subido con bastante más brío que yo. Por mi parte, tras los doscientos kilómetros que llevo encima esta semana y saber lo que la ruta deparaba, he preferido subir con más calma. Me ha sacado treinta segundos de ventaja que se ha encargado de contarlo a todo el mundo. En el Circuito Serranía llegaron a sacarme dos horas y media y no creo que a nadie le importe.

Tras un refresco bien cargado de azúcar en el Mesón Lepanto hemos continuado nuestro camino en dirección a Millares por una bajada tremenda hasta el puente sobre el Júcar, donde hemos pasado más frío que en la comunión del Yeti. El frío no ha durado mucho porque nada más cruzarlo ha llegado la segunda subida del día hasta la cima del Alto del Carril. El mismo desnivel que Dos Aguas, pero con pendientes más suaves.

Al pasar por Millares la hemos fastidiado totalmente. Sabíamos de sobra que entre Millares y Bicorp hay 26 kilómetros y excepto los cuatro últimos, el resto son desesperadamente rompepiernas. No teníamos hambre, pero es que hemos tardado una hora y veinte en recorrerlos. Hemos pasado de no tener hambre a querer comernos las alimañas atropelladas de los arcenes.

Tampoco hemos podido disfrutar de la bajada a Bicorp como premio, porque es suicida. La carretera es estrecha, sin arcenes… Vamos, es que ni siquiera tiene carriles y la visibilidad, ridícula. Cada curva a izquierdas era una temeridad y cada curva a derechas, una tragedia griega. Teníamos que otear que no subiese ningún coche en todo lo que abarcaba la vista sobre el valle del barranco Moreno y ni aun así. Bajando despacio y a un palmo de la cuneta nos hemos encontrado en mitad de curva con un tráiler que nos ha puesto los huevos haciendo juego con la nuez. Estoy casi convencido de que un coche no hubiera cabido. Está claro que donde se ponga las cuestas de la abandonada carretera de Contreras, que se quite lo demás.

El almuerzo en el bar Navalón nos ha sentado como un tiro. Tanta hambre para luego esto. Me he pasado toda la tarde repitiendo la panceta del bocadillo. Y Juan directamente ha necesitado Almax.

La ruta tiene dos escapatorias posibles. Tomar el tren en Tavernes, ahorrándote subir a La Drova o bien en Xàtiva, ahorrándote además subir Barxeta. Visto lo visto estaba claro que a Gandía no íbamos a llegar, pero antes incluso de bajar los 200 metros de las cuestas de Sumacàrcer se ha despejado la duda: que con 125 kilómetros y 2.200 metros de desnivel, Juan ya tenía bastante. El sueño, el cansancio y el dolor de estómago no le ha dejado opción. Está claro que esta ruta es nuestro talón de Aquiles, porque hemos hecho trayectos más duros.

La semana que viene más. Lo de más, básicamente, porque la ruta que he preparado no tiene escapatoria posible.