Cumpliendo Propósitos; Pedalear con Liliwhale. Ruta Urbana y Nocturna. Sabaneta-Envigado-El Salado. Octubre de 2019

La dificultad, bendita sea; nos acerca al movimiento obligatorio, al cambio, más que deseado, vital y necesario para continuar. Desde ella, las neuronas danzan buscando soluciones, salidas y acciones.

Desde ella se vislumbran propósitos y el camino va mostrando como llegar a ese horizonte, antes tan lejano. Poco a poco cumplí el propósito de regresar a pedalear, a hacer lo que me mantiene vivo, a recuperar la gracia de algo que no solo da placer, sino que da vida y respuesta a las complejas preguntas que hace la vida, a reponerme estoicamente de mis pérdidas, que incluso a veces, haciendo el papel del autoengaño y del no reconocerlo, son superávit.

En el propósito también se encontraban las promesas, de un volver, de un conocerte, de un visitarte, de agradecer (...) Me gustan las promesas porque ellas son el mismo reto a cumplirlas y son esfuerzos agradables, que hacen bien. Por eso quería regresar a Medellín, la ciudad que me cura la tristeza y me hace llevar mejor el duelo, que ahora es un aprendizaje en reconocer que entendí, que nunca perdí a mi madre, sino que cambió el escenario, pues ella seguirá allí, en sus enseñanzas, en la mirada de amor de mis sobrinos o hermanos, que tienen sus mismos ojitos, que la evocan a perfección o en algo más útil que la nostalgia, que no es más que recordar con una sonrisa y agradecimiento, mientras se inspira en ese legado, para cada acción en la existencia. Lo mismo aplica para mi padre y a quienes ya no puedo ver como solía y que amo.

Emprender estos retos, sea cuales fuesen, simples o complejos, si en su perfume se percibe un motivo de dar gracias, una mejora, un beneficio, bienvenidos. Conocer a Liliwhale, fue uno de ellos y así como a los amigos que comparten maratónicas aventuras por Wikiloc, con los que pocos días antes, ya había pedaleado, para después ser disfrutadas, aquellas rutas y caminos por uno mismo, es el mejor de los autógrafos en la libreta del alma, sumado todo ello a regresar a esta ciudad, volver a saborear aquellos caminos que me dieron paz, después de la muerte de mi madre y volver a agradecer; estaba viviendo por aquellos lluviosos días de octubre el mejor regalo.

Lili no solo me ha dejado saludarle, sino que me ha cubierto de hospitalidad, junto a Luis, su compañero de vida y en un paroxismo de amabilidad y esfuerzo, me han dado la bienvenida y me han dejado disfrutar del más valioso regalo, que es su compañía. A pesar de su escaso tiempo libre, ella ha atravesado la ciudad, para llegar a casa, como en todos sus días, después del trabajo y me ha dicho en esa noche “vamos a hacer esa ruta en bicicleta”. En una entropía de emociones, entre vergüenza por ese cansancio que debía ella tener y alegría por no solo conocerla sino tener la oportunidad de disfrutar con ella de un momento en bicicleta, salimos a vivir por fin, un capítulo en bicicleta junto a ella. Ya no solo era seguir sus tracks en Turmequé, la Sierra Nevada y Santander o admirar y alucinar con sus rutas en otros países de América del Sur, era pedalear con ella, mientras me enseñaba parte de aquella ciudad que es su hogar y me daba consejos para pedalear mejor, o me contaba algunas vivencias.

Cruzamos avenidas atestadas de tráfico, parques, asensos ya en periferia rural, que al inicio estaban llenos de ciclistas y poco a poco en el ascenso, fuimos quedando solos, angostas callejuelas con casitas humildes de luz interior tenue en sus márgenes y al fondo una vista espectacular, nocturna de las mismas luces tenues de otras casitas a lo lejos, en esa gran ciudad, como un segundo cielo estrellado, por debajo de la línea de un ya invisible horizonte por culpa de la sombra de la noche, iglesias, calles solitarias y un lugar favorito de ella para cenar una comida rápida exquisita y exótica para mí paladar. No podría estar más feliz, agradecido y aparte, justo en la despedida, porque debía seguir mi camino, ya que ella me motivó sin saberlo, a continuar hacia el norte, volver a otros lugares de recuerdos y alegría, como el mar y aun no regresar a casa, me llena de regalos para hacer más cómodo mi viaje y me da el mejor de todos los obsequios, que no era otro que ya no solo admirarla por sus rutas, sino por su ser, su forma de ver la vida, su ejemplo de fortaleza y su amabilidad, todo aquello que a veces en mí, escasea. Gracias por la gran compañía y hospitalidad a Lili y a Luis, gracias por no sólo hacer parte de mi viaje, sino por ser apoyo y motivo.