Carretera: Tardobispo, Entrala, el Perdigón, Cazurra, Casaseca de las Chanas, Moraleja del Vino, Madridanos, Villaralbo, Zamora.

Pues parece que hemos concatenado una racha mala de clima incompatible con el ciclismo, obligaciones familiares y pereza puntual que ha hecho que salga mucho menos de lo que cabría esperar. Había que intentar romper esa racha, así que animé a mi compadre a salir a dar la vuelta que veis. Es curioso que el día anterior la previsión era de lluvia y no cayó una gota hasta bien pasadas las 6 de la tarde y hoy, que decía Maldonado que podíamos salir tranquilos porque no iba a llover, nos hemos mojado bastante rato. Aparte de eso, de la lluvia, el día era desapacible por el viento, que soplaba del noreste. Yo no me he encontrado demasiado bien (tengo últimamente el estómago siempre en la boca) así que me he aprovechado de Sergio en bastantes ocasiones. En otras muchas, mi compañero iba unos metros por delante sin que yo pudiera alcanzarle, aunque la distancia nunca llegara a pasar de unos 20 o 30 segundos. Cuando hemos ido juntos he dado algún relevo que otro, pero muchos menos de los que él me ha dado a mí. Y dicho esto poco más que añadir. La salida fue en dirección al polígono de los Llanos, donde siempre es costoso llegar porque el viento suele soplar de frente (lo que se une a que la carretera es en ascenso). Hoy, sin embargo, se pedaleaba muy bien ¿estábamos muy fuertes? No, era que Eolo nos echaba una mano. Muy fácilmente nos acercamos hasta Tardobispo. Giramos a la izquierda y se acabó la fiesta. Eolo se enfadó con nosotros. Y también el dios de la lluvia (dice la Wikipedia que Min). Nos esperaban 25 kilómetros durillos y desapacibles. Ahí es donde Sergio fue haciendo la goma conmigo como os dije antes. Pasamos los pueblos de la llanura (Entrala, El Perdigón, Cazurra, Casaseca de las Chanas, Moraleja del Vino y Madridanos) sin mayor novedad. Lo siguiente era el asfalto horrible durante algo más de 2 km desde Madridanos hasta la carretera de Villazán. Giramos a la izquierda y entonces sí que dejamos de sufrir. Viento a favor, buen asfalto y no más chubascos. 13 kilometritos de placer, o como diría Sergio "estos kilómetros son de regalo". Nos plantamos en un santiamén en el puente de hierro, nos tragamos millones de semáforos en rojo y le dimos un agua a las máquinas. Todo correcto.