Carretera: Fermoselle, Formariz, Muga de Sayago, Fariza, Palazuelo de Sayago, Fornillos de Fermoselle, Cibanal, presa de Almend

Hoy ha sido un día diferente. Nos hemos escapado hasta Fermoselle para hacer una ruta de carretera mucho más bonita que las que solemos hacer por los alrededores de Zamora capital, porque ya sabéis que los Arribes nunca defraudan. Hemos salido seis: Moises -el anfitrión-, David, Adrián, Jose Mari, Sergio y yo. Y hemos pasado una mañana fenomenal. Por un lado, porque como os digo, el recorrido es mucho más bonito e interesante. Pero además, al salir en grupo hemos rodado a ratos como un verdadero pelotón (bueno, pelotín). Empezamos muy bien, con viento favorable, desde Fermoselle hacia Muga de Sayago. El rodaje era fluido, cómodo y a buena velocidad. Desde Muga hasta Fariza, el viento soplaba de lado, momento en el que aprendimos una nueva lección de ciclismo de carretera: cómo hacer abanicos. Se trata de protegerse del viento lateral con los compañeros a los que vas adelantando. Al llegar a la cabeza del pelotón, te adelantará otro ciclista que se había pegado a ti, quien se pondrá en cabeza y será adelantado inmediatamente por un tercero, y ese por el cuarto y así sucesivamente. De esta forma vas rodando muy rápido y sin esforzarte mucho. Es muy divertido y efectivo, pero se necesitan unos cuantos ciclistas. Total, que llegamos muy fácilmente a Fariza y después a Palazuelo de Sayago, A continuación hay una subida muy suave de unos cinco kilómetros y después un par de subidas y bajadas que terminan con un puertecillo de otros 2 km que llega hasta la carretera. Subimos bien, cada uno a nuestro ritmo, y paramos a comer algo y a charlar brevemente. Los siguiente kilómetros eran fáciles, pasando por Cibanal y por la impresionante presa de Almendra, donde de nuevo nos paramos a hacer un par de fotos del grupo. En ese momento, el más joven del grupo -Adrián- ya llegó muy descolgado y cuando reanudamos la marcha se volvió a quedar. Me dio un poco de pena, así que me deje caer del grupo e intenté que se enganchara a mí, pero era imposible. Total, que de camino a Trabanca me encontraba solo en tierra de nadie. No podía alcanzar al grupo de delante. Tenía la oportunidad de hacerlo en la bajada hasta el río Tormes, aunque no lo conseguí tampoco allí. Lo que sí conseguí fue disfrutar a tope de la bajada, una gozada. Y una vez abajo, ya sabéis, toca subir. En esta ocasión la Cicutina. Cinco kilómetros y medio de puerto no demasiado duro (4%-8%), pero que hay que subir. Cacé enseguida a Jose Mari y a Sergio, que iba reservando fuerzas. Por delante de mí iban David y Moises, que juegan en otra liga. Así que de nuevo en terreno de nadie, a mi ritmo y sin forzar, llegué arriba. Fin de la etapa. Me había gustado mucho y me había encontrado estupendamente. Después, ducha caliente garantizada en casa del anfitrión y a comer en Fermoselle (en el España, concretamente). Otro día redondo en compañía inmejorable.