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PORTOVELO Y SU PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL

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Trail stats

Distance
24.18 mi
Elevation gain
4,833 ft
Technical difficulty
Moderate
Elevation loss
3,648 ft
Max elevation
4,099 ft
TrailRank 
49
Min elevation
2,063 ft
Trail type
One Way
Coordinates
1193
Uploaded
February 2, 2020
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near El Calvario, El Oro (Ecuador)

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Itinerary description

Esta ruta turística es parte de un proyecto de investigación de los estudiantes de Cuarto Ciclo Paralelo "A" de la Carrera de Turismo de la Universidad Nacional de Loja, como parte de la asignatura de Patrimonio Natural y Cultural. Siendo el objetivo principal fortalecer la identidad cultural del cantón Portovelo, a través de la valoración de las leyendas y su relación con los bienes patrimoniales, es decir, que jóvenes de segundo de bachillerato, comunidad local y turistas podrán acceder a ella de forma gratuita, y a la vez fortalecer la identidad cultural y la imagen de Portovelo como destino turístico.
Por otro lado, te presentamos el vídeo promocional que realizó el GAD Municipal de Portovelo, con el objetivo de promocionar al cantón como tu destino turístico.
https://www.youtube.com/watch?v=B5xatdMH4lI

Waypoints

PictographRisk Altitude 2,626 ft
Photo ofCruces flacas, cruces olvidadas

Cruces flacas, cruces olvidadas

Diversas cruces retorcidas, despintadas y semi destruidas, que ensombrecen el paisaje vial se observa en este tétrico y sombrío lugar, conocido como “La Curva de la Muerte” y nos llevan a la meditación el olvido de quienes algunas veces lloraron por la muerte de un familiar en este sitio, producto de una la mala maniobra del conductor o de algún daño que sufrió el vehículo se precipito al abismo. Muchos accidentes, donde varios seres inocentes encontraron el fin de sus días de la manera más cruel y deplorable. Una curva fatal donde la soberana de las sombras eternas acecha a cada instante, y que esta presta a lanzar su guadaña para llevarse añ sepulcro eterno a cándidas personas que buscando la manera más comida y rápida de trasladarse, se embarcaron en algún automotor sin percatarse que sus horas en este mundo estaban contadas. La Curva de la Muerte, un barranco de más de ciento cincuenta metros de profundidad, donde muchos carros han rodado al fondo causando la muerte de decenas de personas, no importa niños, jóvenes, adultos o ancianos, hombres o mujeres; pocos son los que se salvaron y pueden ahora contar la historia, como cuando ocurrió el accidente del bus de servicio urbano de la parte baja que viajaba al Santuario de El Cisne por el año de 1970 (o algo más) repleto de pasajeros se precipito al vacío, (cuentan que viajaban mas o menos 60 personas entre niños y adultos) murieron 47 pasajeros pocos se salvaron de este fatal accidente. Se recogió a los peregrinos como se podía, muchos heridos fueron llevados al Hospital Curipamba de Portovelo (claro en aquel entonces funcionaba como uno de los mejores de la provincia), otros a Piñas y a la parte baja de El Oro. Fue desastroso y deplorable ver el cuadro dantesco que aparecía a la vista de quienes iban a auxiliar. Después, llanto, dolor y oraciones en el lugar del siniestro. Muchas cruces, con dolor fueron colocadas en la Curva de la Muerte. Luego serían más carros que se despeñaron (buses, camiones, camionetas y hasta autos), numerosos accidentes en esta vía que pocos conocen, en especial quienes vienen por primera vez y se lanzan en una desenfrenada carrera. Varias cruces fueron colocadas en el lugar, como un monumento a los seres queridos, o quizá con la esperanza de que al verlas los señores conductores obren con prudencia o con el afán de recordar a los que se fueron. Estas sanas y católicas costumbres se van perdiendo en el devenir del tiempo y poco a poco han sido abandonadas. Ni siquiera las retocan, pintan y enderezan. Se llora el momento y se olvida después, por algo dicen que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, quizá este refrán popular tenga razón y todo se pierde en el inexorable e infinito tiempo. Cuando han pasado los años, la gente que por ahí cruza, ha comenzado a hablar de apariciones fantasmagóricas, de llantos, ruido, de carros resplandecientes y hasta de seres apocalípticos que hacen aterrador el lugar, más aún viendo cruces retorcidas y destruidas. Con ironía, alguien dijo, estas cruces están flaqueando y quedando solo el esqueleto, ¿será porque nadie las visita? O es que se han olvidado de quiénes aquí entregaron su alma al Creador.

PictographWaypoint Altitude 2,483 ft
Photo ofEl borracho y el duende

El borracho y el duende

En el barrio El Osorio, había un señor que mucho le gustaba beber, en especial los fines de semana y lo hacía hasta la misma madrugada y en ocasiones se amanecía. Los espectáculos indignos no se hacían esperar, borracho perdía todas las buenas costumbres y los preceptos morales aprendidos en el hogar de sus padres y en la escuela. En su estado de ebriedad no le importaba hablar sandeces y peor que le escuchen, se quedaba dormido en las veredas o en el corredor de casa de un amigo, andaba sucio, es decir, hecho toda una calamidad y postración humana. Claro que cuando no bebía (alcohol) su comportamiento era distinto, era buen esposo, padre abnegado y un buen trabajador en las minas. Cierta ocasión, cuando Baco lo había secuestrado y llevaba libando por dos días con uno de sus amigos, y cuando el gallo cantor anunciaba la llegada de un nuevo día, los amigos seguían conversando de la vida, de los amores de tiempos idos, de sus trabajos, tan absorto estaba nuestro personaje, en el trago y en la charla, que no se había dado cuenta que sis amiguitos ya se habían retirado y cuando escapaba de topar el piso con la cabeza, el sueño lo dominaba y más balbuceaban que hablaba, le decía a su amigo aquí nos amanecemos, en fin mañana es domingo y no hay nada que hacer, la vieja está durmiendo, no la voy a molestar, yo mando en la casa y otras frases más que subían su ego de machista, tomar mejor un trago, al rato repetía el pedido ¡toma nomás! Y le dijo ¡queeee te pasha a vohssss, cadajo y al regresar a ver, grande fue el susto que se llevó al ver a un hombrecito de gran sombrero sentado a su lado. Mia amigo se ha marchado y estuve bebiendo y hablando con el mismísimo duende se dijo y se acordó del Creador y levanto la vista al cielo exclamo ¡Dios Santo!, el Todopoderoso me libre de este ser infernal! Y tambaleándose emprendió una rápida carrera hacia u casa, buscando refugio en su esposa. Al siguiente día, al recordar lo sucedido le conto a su familia lo que había pasado. Le dijeron que era el duende que se lo quería llevar por borracho. Esto puso punto final a las noches de bohemia y nunca más se lo vio libar en ninguna parte.

PictographWaypoint Altitude 2,272 ft
Photo ofEl hombre de negro de las dos puertas de golpe

El hombre de negro de las dos puertas de golpe

Hay ciertos juegos que se practican en la niñez o en la pubertad que ahora se los recuerda con nostalgia y que hacen que uno añore el pasado, como por ejemplo de “quien quiere ser el hombre de negro”, en este juego, uno se convertía en el hombre de negro y seguía a todos los niños que escapaban en un gran griterío, quien era atrapado era llevado a su reino. Causaba terror ya que había la creencia de que esto sucedería en la realidad. Al grito de ¿quién quiere ser el hombre de negro? Los muchachos contestaban ¡nadie! Todos corrían para no ser cogidos. Inocencia pura de aquellos tiempos. Sin embargo, la creencia en el hombre negro tomaba credibilidad en ciertas personas y hasta decían haberlo visto, en especial en las noches oscuras y en sitios lúgubres. Cuentan que cierta vez, un joven subía desde Portovelo hasta el Castillo (población ubicada al norte de Portovelo en la parte alta) luego de ver una película, sería eso de las 11 y 30 de la noche, cuando de pronto, al cruzar por el lugar denominado las dos puertas de Golpe, vio una figura humana que se levantaba desde el pie de un árbol grande y frondoso, llamado fruta de pan, casi no se le distinguía, de ojos brillantes, todo el vestido de negro. El ser se levantó y poco a poco iba creciendo hasta perderse en el firmamento. Las piernas comenzaron a temblarle, los pelos se le pusieron de puta y profirió una oración de auxilio ¡Dios mío sálvame, es el hombre de negro! No supo cómo paso el lugar, regresando a ver cómo llegó hasta su casa, donde casi desmayado con una palidez cadavérica, les narro a su familia lo que había visto y prometió al Todopoderoso y a sus padres, nunca burlarse de los seres de ultratumba y andar solo hasta altas horas de la noche. La noticia corrió como regadero de pólvora, en los días siguientes todos sabían de la visión y daban diversos criterios, cada quien aumentaba a su gusto, hasta llegaron a decir que ellos también lo habían visto pero que no dijeron nada por no asustarlos. Nadie intento cruzar por el lugar en especial por las noches y se daban el trabajo de rodear el Hospital Curipamba, por la carretera, aunque les tomaba más tiempo. Hoy es un misterio del hombre de negro de las dos trancas, y la mayoría guarda respeto al lugar.

PictographMonument Altitude 2,168 ft
Photo ofLos fantasmas de Newberry Club

Los fantasmas de Newberry Club

El Newberry Club, fue un centro social de los extranjeros de tiempos de la SADCo. Fue prohibida la entrada para nacionales. Los señores empleados se reunían para departir momentos amenos, donde jugaban billar, tenis de mesa, ajedrez, practicaban natación, realizaban bailes por distintos motivos. Una noche de 1947 en que se hallaban divirtiendo, era casi la madrugada y ya con tragos en la cabeza, Mister Jack Lowry, bajó las escaleras y subió al trampolín alto. Tomando un fuerte bocado de aire fresco, corrió por la plataforma y se lanzó de cabeza, sin percatarse que en la piscina estaba un palo que flotaba, cayendo sobre él. Cuando sus amigas y amigas lo buscaron y al dar con él, lanzaron gritos de angustia y dolor, al verlo sangrando en el fondo de la alberca. Rápidamente fue sacado y se le dieron los primeros auxilios, pero todo fue tarde. Cuentan que fue por celos que se auto eliminó, otros coinciden que fue producto del alcohol. Fue sepultado en el cementerio de El Faique. Estas almas en la actualidad penan, dicen los vecinos. Comentan personas que por las noches se atreven a pasar por este lugar que escuchan voces, risas y ven figuras humanas que se elevan hasta el techo. Cierta vez, cuando dos jóvenes pasaban por el club, en un avanzado estado de ebriedad, comenzaron a burlarse de los fantasmas, y manifestaban no tener miedo ni al diablo. Al pasar cerca de la sala de juegos, escucharon rumores dentro del edificio, los borrachitos se miraron y como si se hubieran puesto de acuerdo se acercaron y al mirar por la ventana se llevaron el gran susto, al ver a dos individuos de aspecto extranjero, de color blanquecino, uno era más alto que el otro, jugaban una partida de billar, en su boca un cigarrillo y el humo daba aspecto fantasmagórico. Los valientes muchachos no atinaban que hacer y casi desmayados, vieron que los dos personajes del billar iban en dirección a ellos, al estar cerca de la ventana desaparecieron en el techo. Con miedo y todo, comenzaron a alejarse, parecían hechos de azogue, temblando de pies a cabeza y el corazón latía aceleradamente. ¿Fueron fantasmas los que se presentaron? ¿o qué mismo fue lo que vimos? se preguntaban cuando la borrachera se le había pasado.

PictographWaypoint Altitude 2,478 ft
Photo ofEl duende de la carretera

El duende de la carretera

Siempre el duende se nos presentó, nunca nos hizo nada y tampoco lo seguimos, indica doña Enriqueta Jaramillo, moradora del barrio Osorio. Con mi esposo trabajábamos en el mercado de la ciudad, y a eso de las cuatro de la mañana bajamos a pie por el carretero. Una madrugada en que me había adelantado, al saltar a la carretera divisé a un hombre pequeñito con un enorme sombrero, lo vi bien, con nervios y todo me atreví a decir, ¡Dios mío es el duende!, y no supe que hacer, en eso llego mi esposo, él también lo vio, es el duende, comento con una voz como susurro. No puede ser, pensé que era sólo imaginación de la gente dijo el hombre. Cogidos de la mano seguimos caminando eso sí, seguidos por este ser. Cerca de la curva que da a Portovelo (actual San Francisco), desapareció. Esta visión la compartimos con los vecinos, quienes nos supieron manifestar que ellos también lo habían visto pero que nada han dicho por temor a que los crean mentirosos, exagerados o locos. Contaban que el pequeño hombrecito de gran sombrero deambulaba por las noches por el sector de El Osorio, lugar escogido para enterar su tesoro y cuidarlo celosamente. Siempre se presenta, a tal punto que muchas personas ya se han acostumbrado a ello y más bien extrañan que el diminuto ser, de color plateado y de gran sombrero no se presente. Lo ven por la carretera que va a Portovelo, lo ven en la pampa, por el camino que rodea la población y hasta en el centro, eso sí a partir de la medianoche.

PictographWaypoint Altitude 2,241 ft
Photo ofEl caballo de oro

El caballo de oro

Leyendas como “El caballo de Oro” merece ser escuchada porque en ella se conjuga la imaginación, la creatividad, la habilidad y astucia de quien narra, trasportándolo al lector al lector a vivir una aventura imaginaria con sabor a real. La leyenda se desarrolla en un sector del barrio Machala Alto, en la actualidad llamado San Francisco, ubicado en la parte oeste de la ciudad. Allá por el año de 1964, en el mes de octubre, cuando la comarca soportaba un cálido y sofocante verano, en un terreno baldío se suscitó un hecho que hasta hoy sembró la duda si fue un hecho real o algo imaginado por quienes creen haber vivido la experiencia. Serían las 12 de la noche, cuando los perros aullaban mirando a la luna caprichosa que se ocultaba tendiendo un enorme manto negro sobre el sector, como tratando de no ser testiga de lo que iba a suceder en este sector; las gallinas por su parte, asustadas, volaban de un lado a otro, todo un alboroto y … ¿la dueña del terreno?, ella descansaba plácidamente en su catre, al igual que lo hacían todos los inquilinos. La bulla fue más que la oscura y pesaba noche. La anciana señora despertó bruscamente, gran susto debió llevarse al escuchar el ronquido que omitía un enorme chancho gordo que tenía, creyó que había ladrones que querían llevarse los cerdos, bajo las empinadas escaleras y corrió a ver sus animalitos; se sorprendió al ver al marrano con las orejas bien paradas, botando espuma por el hocico. Desesperada empezó a gritar, tratando que sus inquilinos se despierten y vengan en su auxilio, como así sucedió. Pero las personas acudieron a los gritos de la mujer anciana divisaron, dos hermosos perritos de color gris que corrían alrededor del patio con la lengua roja de tanto que jugaban. Como por encanto los perritos se transformaron en un enorme caballo con pelaje grisáceo y luminoso. Pero lo que más les llamó la atención fue el resplandeciente brillo que tenía la montura y sus riendas e ir arrastrando una gruesa cadena que reflejaba con la luz de la luna que había sonado en entre las negras nubes para ver lo que sucedía en esta parte de la tierra. La gente pensó que la montura y las riendas que llevaba el animal era de oro, corriendo a capturarlo, más el caballo, dando media vuelta se perdió en la maleza. Las personas dejando a un lado el miedo y con el deseo de hacer de algún objeto de oro que llevaba el animal, lo persiguieron para ver donde se ocultaba. Al llegar a los linderos del terreno el caballo, como por embrujo desapareció. Muchos comentarios se tejieron en estas personas que no salían de su asombro. La dueña de casa les preparó una agüita de toronjil para los nervios y fue en ese momento que relacionaron los hechos hasta manifestar que no fue otra cosa que gagones, indicando que desde hace tiempo sospechaban de dos personas que vivían en unión libre sin respetar las condiciones de ser cuñados. Otros en cambio hicieron oración y rezaban el Santo Rosario para que los malos espíritus se alejen del lugar, convencidos estaban que lo que habían visto se trata de cosas sobrenaturales. Desde esta ocasión, quienes vivieron las experiencias han contado lo que aquella noche sucedió en el barrio Machala Alto o llamado San Francisco de Asís.

PictographMuseum Altitude 2,135 ft
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La niña del teatro

Era cierta noche en que en el teatro Portovelo (hoy Colón Jaramillo) se proyectaba un clásico de película “Tarzán de los Monos” con reconocidos y aclamados artistas. Las personas acudieron con esposa e hijos. Fue tanta la gente que asistió que en el teatro no cabía un alma más. Novelería de la muchedumbre o los actores atraían la atención de todos, lo cierto que el debut de la película fue todo un éxito. La película transcurrió con toda la normalidad, de rato en rato, se escuchaba un ¡OH! cuando Tarzán hacía gala de sus hazañas. Al término de la cinta todos se precipitaron a las puertas de salida buscando el exterior del teatro, unos cargaron a sus niños, otros les cogieron de la mano y los llevaron en medio del gentío sin darse cuenta del inmenso peligro que en ellos se tejía. Una pareja conformada por Juan y María, cogieron a su hermosa hija de la mano y la llevaron a buscar la puerta, era tal el atropello que los esposos ni siquiera se dieron cuenta que la niña se soltó. Cuando estuvieron en el exterior, el esposo pregunta a su mujer ¿María dónde está la niña? A lo que respondió ¡si tú la tenías! ¿Dios mío dónde está? y comenzó la penosa tarea de averiguar a quienes salían si habían visto a una niña rubia, color blanco y de ojos azules de unos cuatro años de edad. Al ver que nadie respondió, corrieron a la puerta para ver si podían ingresar a buscarla. Cuando al fin pudieron entrar encontrar encontraron a la pobre niña tendida en el suelo, bañada en sangre y sin conocimiento. Al verla, la madre lanzó un terrible grito que desgarro la fría noche de luna llena, corrieron a recogerla y al levantarla comprobaron que estaba muerta. Cuánto dolor en los padres, angustias que se reflejaba en los rostros tristes. Sentimientos de culpa, de arrepentimiento, de impotencia al ver a su hija muerta por haber ido a ver tan solo una película. A partir de esa fecha, los transeúntes que por el lugar pasan, escuchan un llanto, la risa y hasta llamadas de una tierna niña. Otros narran haber visto a una hermosa niña de traje blanco y de rizos de oro, subir y bajar las gradas exteriores del teatro, cuando se acercan no encuentran nada, la niña, sencillamente se esfuma. Estas visiones y llanto se aparecen a eso de las doce de la noche. En especial cuando hay luna nueva y llena. Decían quienes conocen de esta leyenda que es el alma de un pobre angelito que por alguna razón se hace presente o es que algún mensaje, para padres y niños, quiere dar. La verdad es que, al pasar por este lugar, se siente cierto temor y de la impresión de que alguien los sigue o los mira.

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Los ladrillos de oro

Quienes vivieron en la época de la SADCo relatan que los gringos eran muy estrictos y a quienes les encontraban robando o que poseía algún bien de la empresa, de hecho, lo sacaban del trabajo y lo mandaban a dejar en el Puerto Jelí para ser trasladado a su país de origen. Los empleados se cuidaron mucho, cuando por suerte alguna vez lograban sacar algo lo enterraban en el patio o dentro de la casa para no ser encontrada por la policía de la empresa. De aquí nace la leyenda de los ladrillos de oro. Cierta vez, un empleado de la empresa, que vivían en el Campamento americano, burlando toda vigilancia y riéndose de las leyes establecidas por sus paisanos, que decía: “honradez ante todo”, se sustrajo desde el molino, varios kilos de oro, al llegar a su casa los fundió y con esto hizo tres ladrillos que fueron escondidos, según cuentan, en pleno patio, al pie de un capulí. La idea era que el día que retorne a su país se iría llevando, así tenía asegurado su porvenir. Al pasar el tiempo el gringo falleció, la casa fue abandonada y alguna gente que sabía de los ladrillos de oro procedieron a buscarlos, abrieron huecos en el patio, en la casa y por todo lado sin que jamás los encontraran. Desde la muerte del norteamericano, en la casa se comenzó a presentar un fantasma, muchos lo han visto y dicen que es el fantasma del gringo que cuida su tesoro. Hasta el momento, nadie ha dado con los ladrillos de oro de este míster que la muerte no le permitió que pueda disfrutar de aquella fortuna adquirida de manera ilícita en sus horas de labor.

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Los fantasmas del campamento americano

Muchas leyendas se narran en Portovelo y casi todas son de espantos, siendo los protagonistas los duendes, fantasmas, muertos, gagones, y hasta del mismo diablo. Son almas en pena de los gringos que vivieron en estas casas y que murieron en el interior de las minas o fuera de ellas. El campamento americano está ubicado al este de la ciudad de Portovelo, a un costado del sector marinero, ha sido escenario donde se han desarrollado hechos, algunos de los cuales han pasado al plano de leyenda. Personas del lugar narran que, a eso de las 12 de la noche, espantan en todo el campamento americano. No hay como pasar tranquilo, se presentan fantasmas, se escuchan ruidos y hasta voces raras, en todo lo largo del camino peatonal de piedra que va desde el Club Social Portovelo hasta el antiguo Hospital Curipamba. Cuenta que cierta vez, en que un señor se aventuró pasar por este lugar, a la medianoche, metido en tragos y profiriendo palabras soeces en contra de los espíritus. Malayas contra quienes vivieron en el lugar y al grito de no les tengo miedo, “yo soy bien macho”, no tengo miedo a nada, comenzó a subir por el empedrado camino y se trasladaba a su domicilio asentado en el sitio El Soroche. Al cruzar frente a la casa de la familia Zambrano y Espinoza (actuales dueños) el valiente minero escuchó que algo venía tras de él, al regresar a ver le sorprendió que nada hubiera y un viento helado le azoto su rostro. No puede ser dijo o es que estoy viendo visiones, al ver una figura que parecía que bailaba en el camino frente a él, se imaginó que la cabeza le crecía, no podía dar un paso, los pies se habían puesto como de plomo y no sabían como gritar, se quedó mudo del susto…Dios, dijo entre sí, es que sí existen los fantasmas o es producto de mi borrachera. A punto estuvo de desmayarse, la embriaguez había desaparecido y como pudo alzó una oración al Creador y de repente como si alguien lo empujara comenzó a caminar a pasos largos. De lejos parecía que escuchaba una voz que le decía ¡esta vez te me escapaste, pero la próxima te llevaré! Cuando llegó a la vía, el valiente señor, suspiró hondo y de rodillas pidió perdón a Dios por haber sido un incrédulo y haberse burlado de los seres del más allá.

PictographMine Altitude 2,120 ft
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El milagro de los mineros

Desde hace muchos años, Portovelo se convirtió en un hermoso lugar de trabajo, donde miles de compatriotas y personas de varios países del mundo acudieron en busca de riqueza, llegaron y por siempre se quedaron. Para finales del siglo XIX llegó la empresa norteamericana denominada: Sauth American Develoment Company (SADCo) y comienza la más grande explotación minera en el Ecuador y Sudamérica que duraría hasta 1950. Es el tiempo de la SADCo que vienen miles de compatriotas a trabajar en los socavones. Cada quien trajo su cultura y con ello: creencias y mitos, fiestas y ritos religiosos. Muchas leyendas y cuentos comienzan a formularse en Portovelo, tanto de las minas, como las que voy a narrar. Hace muchos años, tres mineros planificaron ir a sacar oro del socavón en una de las tantas minas que había en el lugar y que el dueño, en un gesto caritativo, les había permitido trabajar en esta vieja mina. Estando en plena faena, con el sudor que bañaba su cuerpo, sintieron que el cerro se les venía abajo, los angustiados mineros no pudieron correr y quedaron atrapados en la oscuridad del subterráneo. Lo único que hicieron pedir a Dios y la Santísima Virgen que los proteja de morir sin que nadie los auxiliara, elevaron una oración y pidieron al cielo que les diera la oportunidad de vivir ya que todos ellos eran padres de familia. Con tanta devoción rezaron y cuando la angustia, el hambre y la tristeza se apoderaban de ellos, vieron venir a una mujercita que les brindó agua y les dio de comer. No se percataron de lo que sucedía y así pasaron varios días 5 o 6 hasta que un buen día escucharon combos y martillos y el hablar de alguien, como zombis se levantaron, acercándose al lugar donde vieron una pequeña luz y gritaban, ¡aquí estamos!, ¡sálvenos por favor!, la esperanza inundó su alma, nos salvamos gritó uno, este es un milagro ya que nadie sabía dónde estábamos. Con lágrimas en los ojos dieron gracias al cielo. Esta clase de leyendas se han dado muchas y en años distintos, ya sea de derrumbos en las minas de Portovelo, de mineros muertos alcanzados con dinamita, de aplastados al caer una plancha del cerro, de asfixiados, etc. Que las almas de los fallecidos penan en las minas o de apariciones fantasmagóricas y diabólicas. Todo eso ha pasado a formar parte de nuestra cultura y por ende de nuestro acervo cultural.

PictographBridge Altitude 2,149 ft
Photo ofEl duende de El Paraíso

El duende de El Paraíso

El Paraíso está ubicado al este de la cuidad de Portovelo, es un legendario barrio, de gente sencilla y taciturna. Son los testigos permanentes de la despedida póstuma de quienes habitaron en esta tierra minera que pasan en hombros de caritativas personas y familias que los llevan a su morada final. En este lugar, en el tiempo de la SADCo aún no había rellenado. La orilla del río Amarillo se la utiliza como patio para almacenar madera que era traída desde las altas montañas de Salvias, Trencillas, Cerro de Arcos, de Daule, San Pablo, Ortega, el Roble etc. Era tanta la madera almacenada que parecía un enorme laberinto. Aquí los niños jugaban a las escondidas, chivo en casa, y otros juegos infantiles. Cuentan los viejos moradores del lugar que siempre veían un hombrecito de color blanquecino, de traje plateado y de gran sombrero, nunca pisaba la tierra iba a un metro de alto y se perdía al pasar el puente de ladrillos que pasaba a las instalaciones de la empresa. El hombrecito que no era otro que el DUENDE, lo veían salir desde la Mina Grande y acompañada a las personas en especial a los del pelo de largo y se perdía en los patios donde se encontraba la madera o bajo el puente de ladrillos del Paraíso. Era un duende juguetón, cuentan los moradores que lo vieron cuando les perseguía les iba lanzando palitos y les ensuciaba la ropa. Una de las personas que lo vio fue don Jacinto Mocha, hoy finado. Contaba que el duende se les puso delante de ellos cuando venían desde la cuidad de Zaruma, ellos sin saber se apresuraron el paso para alcanzarlo, creyendo que era un niño, pero al darse cuenta de la velocidad de caminar de este ser, les llamó la atención, procediendo a burlarse y mofarse del pequeño ser, el tétrico personaje, regresó a verles con una mirada infernal que votaba rayos por los ojos, ellos asustados emprendieron veloz carrera y llegaron desmayados a sus hogares y contaron lo que les habían pasado por burlarse. Otra persona que siempre lo veía ya que la perseguía fue la Sra. Pola Feijoo, mujer blanca, gordita de una larga cabellera. Fue mártir de la persecución del duende, narran los del Paraíso. La gente asustada contaba sobre todo este extraño ser, y muchos exagerados la verdad. Tan pronto la empresa relleno este sitio la figura macabra del duende desapareció. La leyenda ha ido desvaneciéndose poco a poco y hoy son pocos que la cuentan.

PictographWaypoint Altitude 2,162 ft
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El zapatero de El Paraíso

En el barrio el Paraíso, hace muchos años vivía un artesano, junto con la esposa y su pequeño hijo, era una familia muy pobre y sobrevivía gracias al trabajo de zapatero, pasaba noche y día remendando y clavando zapatos, tanto de mujer como de hombre. Trabajaba en su dura faena hasta altas horas de la noche para ganarse algunos centavos más. Pedro, como así se llamaba el zapatero remendón, (así lo conocían la gente), pese a su pobreza tenía un enorme corazón para querer a su esposa e hijo. Al paso del tiempo, debido a la competencia, el trabajo se escaseó, ésto complicó la dura situación que ya atravesaba Pedro y su familia, no tenía ni siquiera para comprar el pan y la leche diaria. Pedro, estaba desesperado, esto lo llevó a la depresión, poco a poco se fue volviendo un hombre gruñón, de mal carácter y hasta agresivo fue como si un espíritu maligno se hubiese apoderado de él. Cierta vez estando en estado de ebriedad llegó a su casa y comenzó a maltratar a su esposa en presencia de su tierno hijo. Cuentan que una noche, cuando se preparaban a ir a dormir, su hijo al ir a apagar el foco, vio un hombre vestido de negro, a través de la ventana, este ser tenía un enorme sombrero, estaba parado en la esquina de la casa; el niño corrió alado de su padre y le contó lo que había visto, pero éste no le creyó e hizo caso omiso. Habían pasado algunos días y el pobre zapatero seguía golpeando a su mujer, ella soportaba el castigo sin quejarse, en cada paliza le dejaba el rostro desfigurado por tanto golpe, el niño mudo testigo del maltrato que recibía su madre, lloraba en un rincón. Una noche en que Pedro llegó nuevamente borracho, el niño se asomó a la ventana y vio nuevamente al hombre de negro y de sombrero grande, fue a contarle a su padre, pero éste, como siempre no le creyó; cuando apagaron las luces de la casa el niño sintió unos pasos en las escaleras como si alguien se dirigiera al dormitorio. Hubo un momento de silencio, pero luego se comenzaron a escucha los terribles gritos se levantó aterrada y se dirigió a prender las luces del dormitorio para ver que sucedía, pero entre tanta oscuridad, gritos y confusión no lo consiguió. Los gritos del zapatero se fueron perdiendo y al fin la asustada señora logro encender las luces. Pero al ver el lugar donde provenían los gritos vio con asombro el cuerpo de su esposo muerto a un lado de la cama. Su rostro tenía huellas de grandes y filudas uñas, huellas de haber sido torturado, la sangre regada en el piso y un cuchillo que atravesaba el corazón, era como si alguien hubiese querido vengarse de Pedro por la cobardía de castigar infamemente a su esposa. Cuentan que el zapatero fue enterrado en el cementerio local. Desde aquel día la señora y su hijo oían ruidos aterradores en la zapatería, se escuchaba el golpear al martillo en los zapatos, golpear suelas, murmullos, la señora lo que hacía es rezar cada noche y cada momento pedía a Dios que lo perdone y le dé el descanso eterno. La paz retornó al hogar de la buena señora, como si Dios le habíase escuchado sus suplicas y su llanto. La señora consiguió trabajo y pudo enviar a su hijo a la escuela, sacándolo adelante. La mujer aprendió a no rendirse ante los avatares de la vida y lo único que quedaba es luchar para abrirse paso en la vida sin dejarse derrotar.

PictographThermal waters Altitude 2,257 ft
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El uniformado

En tiempo de la empresa minera norteamericana, mucha gente de los alrededores laboró, llegando de: Lourdes, Sn Juan de Bellavista, San Pablo, Salvias, Ortega, Sin Sau, etc. La mayoría de ellos venía a sus guardias y retornaban a su casa, sea de día o de noche. Recordemos que la empresa estableció tres guardias de trabajo de 7 a 3 de la tarde, 3 a 11 de la noche y 11 a 7 de la mañana, todos cumplían con disciplina y responsabilidad. Era común ver gente ir y venir por los caminos de herradura, unos empedrados, otros puros camellones llenos de lodo, o en el peor de los casos no había camino y tenían que ir por campo travieso. En este diario trajinar se fueron tejiendo relatos e encuentros, hallazgos, apariciones, convirtiéndose la mayoría en leyendas inverosímiles como la del uniformado, que contaba don Emilio Rivera Asanza que vivía en San Juan de Bellavista, a quien todos los días se lo veía caminar por los polvorientos caminos, con su morral al hombro donde traía su “rancho frío”. Cuenta que en tiempo de la SADCo a cada trabajador le daban un dormitorio par que descanse después de la guardia, pero que el prefería ir a casa de sus padres donde vivía localizada en San Juan de Bellavista (en ese entonces no había carretera como hay hoy, sino que tenía que trasladarse por el camino de herradura que venía por el agua caliente y pasaban el puente de madera sobre el Río Amarillo). Siempre bajaba o subía acompañado con sus amigos que también trabajaban en la empresa. Cierta vez, luego de salir de la guardia a eso de las 11 de la noche, se pusieron en marca e iban comentando sobre rumores que se habían desatado, como de espíritus malignos que espantaban en este sendero. A partir de aquella noche los amigos de Emilio Rivera pernoctaron en los dormitorios asignados para ellos, pero él, hecho el valiente no hizo caso y continuaba por aquel sendero solitario, manifestando que no existen los espantos y es cuestión de nervios lo que les hace ver cosas. Un día uno de sus amigos de nombre Miguel, al que le llamaban “el uniformado” (porque siempre vestía de blanco), le pidió que lo esperara que iba a San Juan, tenía que llevar la comida a su familia, le indicó. Emilio esperó tranquilamente sentado en un viejo tronco, pero gran sorpresa le llevó al ver que su amigo no salía, ¿qué le habrá pasado? se preguntaba. Tanto esperar, que un buen rato se durmió, la noche ya se había caído y la penumbra se hizo presente, el uniformado no salía, pregunto a un policía de la empresa si lo había visto salir, pero no le dio ninguna respuesta, lo único que le decía no haberlo visto. Emilio optó por emprender el camino solo hacia su tierra, se preguntaba a cada instante: ¿qué le habrá pasado al uniformado? o ¿acaso ya salió y lo vino dejando? Se lamentó de haber perdido tanto tiempo en la espera y que este mal amigo se haya marchado dejándolo a él. Cuando pasaba el puente del Amarillo divisó a una persona vestida de blanco, pensó que se trataba de su amigo, aceleró el paso para alcanzarlo, pero cada vez el hombre se alejaba más. Ya cansado Emilio se sentó en una piedra, al regresar a ver vio que el uniformado se había detenido también. Al poco rato prosiguió caminando, llegando a un sitio donde había una cruz, que recordaba que un cristiano había muerto en el lugar y según contaban se trataba de una mujer que había muerto de sed. En este sitio el hombre de blanco desapareció misteriosamente, buscó con su mirada y nada divisó, prosiguió lentamente el camino, llegando a su casa cuando el reloj anunciaba la media noche. Al día siguiente, ya en el trabajo vio a Miguel (el uniformado), le preguntó que, si en la noche anterior había ido a su casa a dejar la comida, le contesto que no, porque se hizo muy tarde y la noche estaba avanzada, le dio miedo ir solo y prefirió pernoctar. Al escuchar esto Emilio optó por callar y no hacer saber lo que había ocurrido la noche anterior. De aquella vez nada se supo de la mujer muerta por sed y de las apariciones de seres extraños, o de ultratumba. Sin embargo, el camino del Higuerón hasta el Puente del Amarillo sigue siendo “pesado” y funesto… sino, haga la prueba.

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La veta maldita

En la ciudadela La Alborada de la ciudad, en el sector denominado “La Ponderosa”, mineros de la zona cuentan que una vez, un señor encontró una veta muy rica a pocos metros de la superficie. Esta veta les pagaba de 3 a 4 kilos de oro por chancada, decían que era bolsonera. El minero, al ver que la naturaleza le sonreía, en vez de agradecer a Dios más bien se volvió orgulloso y hasta soberbio con sus vecinos, familiares y con quienes se acercaban a pedirle alguna ayuda, siempre les contesto “vayan a trabajar si quieren tener plata” la avaricia cegó a este minero hasta el punto de irse a dormir a la mina para que nadie le robe. Un día en que estaba descansando, se le aparecieron unos mineros y le solicitaron que les regale una picada en la veta, le pedimos es porque nuestra madre que está muy enferma y necesitamos dinero para trasladarla a otra ciudad donde la puedan tratar le dijeron, pero este hombre que se había transformado por el oro y cegado con su brillo, les respondió que no le molestaran y sacando un revolver disparo varios tiros ahuyentando a quienes habían ido pensando en solucionar su problema. Cuentan que este señor, mientras dormía en las profundidades del socavón, ocurrió un extraño fenómeno, la veta, la tan ambicionada veta de oro, que había hecho cambiar a un humilde hombre, poco a poco se fue transformando en tierra. Cuando amaneció, rápidamente fue a ver la veta para ver si no habían saqueado, gran sorpresa se llevó al no encontrar su apreciada veta, ¡había desaparecido! Muchas cosas acudieron a su cabeza y hasta pensó que se había vuelto loco, si la tarde anterior había inspeccionado, esto no puede ser real, se decía. Pensó que sus amigos le habían jugado una pesada broma, quizá le habían tapado el filón de oro con barro. Salió de la mina y no había pasado mucho tiempo esta se derrumbó tapando completamente la entrada y ni siquiera quedo rastro de donde estuvo la bocamina; esto le puso nervioso había perdido misteriosamente su amada fortuna, la depresión fue tanta que no pudo soportar la angustia de haber perdido el oro y un fuerte dolor se le presento en el pecho y al rato murió de un infarto. Muchos mineros conocedores de este hecho, buscaron afanosamente la mina sin que hasta el día de hoy la puedan encontrar. Algunos dicen que esta veta esta maldita, que está encantada, otros dicen que el oro es vivo y por la ambición y avaricia del primer dueño se cambió de lugar. Una señora, pariente del infortunado minero se atrevió a decir que jamás existió dicha veta, que era el mismo diablo que se presentó en forma de un rico filón de oro y que el mismo se la llevo para que nadie pelee o pueda tener acceso a ella.

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El duende y el incrédulo joven

En el barrio San José, ubicado al sur de la ciudad de Portovelo, vivía un joven que se caracterizaba por ser irrespetuoso con todos, hasta con los seres del más allá, tenía la costumbre de burlarse e insultar a las personas que contaban leyendas o cuentos de espíritus, les decía que eran “gallinas” y hasta cobardes. Cierto día, cuando iba por un pésimo y oscuro camino de herradura que unía a la ciudad con el barrio San José, cerca de las 22h00, pensando en lo que haría el día de mañana, se le presentó un hombre pequeñito con un gran sombrero y con un enorme rabo, al ver esto se espantó mucho. Pasado el susto, se acordó lo que decían las personas: que si le quitas el sombrero el duende éste se rendía y podía pedirle un deseo y este ser le cumplía. Pensó pedirle una bola grande de oro. El joven trató de sacarle el sombrero para ver si esto era verdad, el pequeño ser, corrió de un lado a otro y no se dejó sacar el sombrero, era muy ágil y escurridizo pero el muchacho no se dio por vencido. Cansado se sentó en una piedra grande y al no poder más le dijo que es lo que quería y el ser fantasmagórico respondió con una voz de ultratumba, volveré por ti por burlista e incrédulo y el duende desapareció como por encanto. El desconfiado muchacho quedo con la boca abierta, botando espuma por ella, quizá de miedo y contaban que hasta los pantalones se había orinado. Un vecino al verlo caído en el camino llamó a todos los moradores del lugar y le dieron auxilio. Desde ese día se le acabaron las bajadas a Portovelo a este incrédulo joven donde su amigo. Jamás osó volver a burlarse de las cosas misteriosas del más allá y más bien aconsejaba que no se burlen porque esto existe.

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Los caballos fantasmas

La leyenda de los caballos fantasmas, fue contado por don Luis Medina y su esposa, ellos vivieron hace muchos años cerca del sitio Nudillo, en una casa que quedaba a pocos metros de las monumentales piedras. El señor Medina recordaba que estas tierras fueron disputadas por las familias del lugar y llegaron a la agresión con tal de quedarse con ellas. En aquel tiempo aún se conservaban vírgenes; poblada por una gran arboleda era un paraíso. Aquí vivieron muchos animales silvestres como: osos, leones, tigres, tigrillos puercos del monte, guantas, venados, guatusas, armadillos, monos, ardillas y una gran variedad de aves de hermosos plumajes. Todo ha desaparecido en nuestros días por la acción destructora del hombre que no ha sabido cuidar, sino que talo la montaña sin piedad para vender la madera, a la empresa minera SADCo y convertir en potreros estos encantadores lugares. Con referencia a la leyenda, contaba don Luis Medina, que un día, a eso de las doce de la noche, cuando todos descansaban después de un agotador día de trabajo, escucho el aullar de los perros como un concierto que entonaban a la luna llena que había salido por el horizonte a contemplar la tierra y bañarla de una tenue luz, el viento soplaba desde la cordillera, el frio calaba hasta los huesos. La oscuridad y la espesa neblina convertían al lugar en un sitio funesto y hasta fantasmagórico. Un profundo silbido que venía desde las montañas se percibió, corrió y despertó a los demás, para que escuchen. En eso un ensordecedor estruendo se oyó, como si cientos de caballos vinieran a galope hacia el lugar, parecía que iban a pasar por el patio de la casa, la tierra tembló y el techo y ventanas crujían amenazando caerse la casa en cualquier momento, el gallo cantor busco refugio en la profundidad del gallinero. La confusión fue total, recordaba el señor Medina ¿de dónde saldrían tantos caballos? preguntó sin recibir contestación. Lo que si nadie se atrevió a sacar la cabeza por la ventana y mirar lo que realmente estaba sucediendo. Nuevamente el silencio reino, como pudieron el sueño conciliaron. Por la mañana con los primeros rayos del, sol todos se levantaron y se preguntaban qué mismo fue lo que sucedió en esa noche misteriosa. Salieron y buscaron las huellas sin que las encontraran, ¿es alfo sobrenatural? se preguntaban o ¿almas en pena que cuidan el lugar? Todo un misterio de aquella terrible noche que nadie quiere recordar. Desde ese día siempre escuchamos silbidos, galopar de caballos y ruidos extraños, indicaba, nosotros nos hemos acostumbrado manifestó Don Luis Medina. La gente hasta hoy mantiene respeto al lugar y sostienen que quien se atreve a pernoctar es objeto de espanto. Es imposible pasar la noche baja la luna. La piedra d los petroglifos de Nudillo guarda ciertos secretos y poderes que uno parece sentirlos y hasta vivirlos, como la creencia que narro a continuación: Entre las creencias se dice que quien se arriesga a subirse en ella (la piedra de los grabados) la montaña se enfurece y comienza a soplar fuerte viento que amenaza con castigar a aquella persona que desafío el poder de la piedra. Lo cierto es que Nudillo encierra una enorme riqueza arqueológica digna de ser visitada y admirada por estudiosos y por turistas amantes de la naturaleza.

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El duende de la baraja

Esta leyenda se desarrolla en lo que hoy es la parroquia Morales, la gente de este sector se dedicaba al cultivo de la caña de azúcar, luego de molerla hacían panela y aguardiente muy apetecido en los pueblos cercanos y toda la provincia. Era un poblado triste, donde las horas parecía que el tiempo se detenía. El hombre, luego de la jornada de trabajo se refugiaba en su casa, no había nada que hacer. Algunos se reunían en las tiendas cercadas de tarde en tarde para charlar, hacer deporte o jugar baraja. Era tan picado el juego de naipe, que se quedaban hasta altas horas de la noche o se amanecían. El juego preferido era el 40 y el casino, no les importaba alumbrarse con mecheros - en aquel tiempo no había luz eléctrica. Para amenizar el juego consumían algunas copas de aguardiente. Una noche en que el juego se había puesto interesante, olvidándose de la hora; era tan tarde que hasta el gallo les cantó. Un viento frío que les caló hasta los huesos irrumpió en el local del juego. Todos escucharon un largo y fino silbido, guardaron silencio; uno de ellos dijo que era Carlos quien silbaba pero éste apareció y al escuchar los comentarios les indicó que no era él, los silbidos venían del patio trasero, don Jacinto que era el dueño del local, se levantó y camino al patio para ver de qué se trataba, lo que divisó fue la silueta de un ser pequeñito que llevaba un sombrero grande, se movía de un lado a otro saltando y jugando como un niño, reía sin parar, disfrutando con el movimiento de las hojas de los árboles que se meneaban entre las sombras de la noche dando una forma tétrica. Jacinto era un hombre joven sin mucha experiencia de la vida, al ver esto comenzó a temblar de miedo y corrió hasta donde estaban juagando, les contó lo que había visto, recién se dieron cuenta que era más de media noche y no se atrevieron a regresar a sus casas por los solitarios caminos de herradura, temieron que la visión les persiga, prefirieron amanecerse sentados donde estaban. Comentarios y criterios se vertieron aquella madrugada resolviendo no volver a jugar ya que se les había pegado el vicio del nadie. A los pocos días, olvidando aquel incidente, y pensando que el naipe es un juego divertido y que podían ganarse algunas monedas, acuerdan regresar al juego con más ahínco y con apuestas mayores. Cuentan, quienes asistían a ver las partidas de cartas, que nuevamente el silbido comenzó a invadir el local, era esta vez era más largo. Otros contaban que escuchaban a niños jugar baraja, el frío congelaba el alma a quienes osaban pasar por aquel lugar. Un buen dia el dueño se armó de valor y esperó que el ruido escuchara al igual que los finos silbidos. Se oía como gente jugaban, repartía las cartas y hasta discusiones; el buen hombre, alumbrándose con un mechero salió al patio y se puso a insultar con palabras soeces y sacando el machete que llevó en la cintura, comenzó a golpear fuertemente, el ruido fue desapareciendo poco a poco hasta que desapareció. Desde aquella ocasión no se ha vuelto a ver el ser fantasmagórico ni se escuchó el fino silbido en aquel vecindario. Los agricultores optaron por abandonar la baraja y dedicarse más a su hogar.

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Los ladrillos del tesoro

Muchas leyendas se cuentan en los tranquilos pueblos del sector rural, es como si la gente quisiera recordar a sus hijos lo bueno y lo malo de esta vida. Al correr de los años se han convertido parte de la cultura popular que identifica a los pueblos convirtiéndolos en algo folclórico. Las reuniones entre vecinos y familiares, en las oscuras noches de invierno o de las noches de luna llena de verano era común, ahí se contaba con maestría y dramatismo las leyendas de terror que ponen los pelos de punta a los niños que luego tiene que dormir en cama general para que el personaje de la leyenda no se presente en el lugar. Los padres sacan provecho de estas narraciones y envían los mensajes a sus hijos para que se porten bien, sean obedientes, humildes y sumisos y siempre estén bajo su voluntad. Esta manera de sometimiento espiritual ha pasado de generación en generación a través de cientos de años y hoy, forman parte de la cultura popular de los pueblos La leyenda de los ladrillos del tesoro se originó en la población de Curtincápac, lugar de hermosos paisajes y un clima primaveral. Sus habitantes se dedican al cultivo de la caña de azúcar con la que produce el nombrado aguardiente de caña, llamado “Ron Curtincápac”. Orgullos de su tierra, y querendones de sus familias, ha hecho que donde quiera que se encuentren luchen por alcanzar el desarrollo de la parroquia. Es aquí donde se han originado muchas leyendas que nos recuerdan tiempos pretéritos de gloria y trabajo. Hace mucho tiempo, un agricultor compró una finca, en ella había una vieja casona, como había decididó pernoctar en el lugar con su familia, contrató personas que la demoliera y procedan a construir una nueva casa. Trajo gente de la Sierra, en especial indígenas de Saraguro a quienes, despectivamente llamaban “Cutos”. Los runas eran fuertes y robustos. Con combo y barreta comenzaron a tumbar la vetusta casa. El patrón, como llamaban a su empleador, les dio como tarea de tumbar los cuatro pilares que aún quedaban en pie, poco a poco fueron demoliendo cada columna, pero al llegar a la última no pudieron hacerlo tan fácilmente, les tomó tiempo, lo que les hizo enojar, ellos habían calculado que lo harían en poco tiempo. Que van a tumbar ese pilar, si en ese lugar siempre espantan, decía la gente que cruzaba por el lugar. Los trabajadores, redoblaron su trabajo y al fin la recompensa se les dio, lograron tumbar más de la mitad, pero gran sorpresa se llevaron al ver que dentro de la columna había ladrillos. Los asombrosos hombres corrieron a llamar a su patrón diciéndole, patrón, patrón hemos encontrado muchos ladrillos dentro de la columna y parece que alguien los guardó, son pesados como si fueran de oro. Los indígenas creyeron que su patrón iba a participarles del hallazgo, pero él, con gesto iracundo les dijo: eso es lo que había estado buscando, por eso compre la finca con la vieja casa, acaso creen que yo iba a pagar tanto en su compra, denme los ladrillos que son míos. En su casa, los lavo y picando uno se dio cuenta que de verdad eran de oro. Los “runas” con la cabeza gacha se fueron, renegando por su ingenuidad de haber ido con el cuento. Cuentan que este hombre con el producto de la venta de los ladrillos de oro se fue con su familia a la cuidad y nunca más se supo de él.

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El tesoro que se convirtió en piedra

La leyenda del tesoro se convirtió en piedra, sucedió en la parroquia Curtincápac, cantón Portovelo, sitio Nudillo. Cuentan que cada año, en Viernes Santo, a las 12 de la noche se ve arder cerca de una de las piedras grandes que existen en el lugar, supone que aquí la tierra guarda un gran tesoro. Cierta vez un grupo de amigos, que habían escuchado de la leyenda, ilusionados por el entierro caminaron hasta dicho sitio, persinándose varias veces y encomendándose al Todopoderoso, empezaron la tarea de excavar en la tierra. Todos ellos habían afincado sus esperanzas este tesoro oculto para salir de la pobreza. Con los ojos brillantes, quizás por la codicia, veían el hoyo que iban abriendo centímetro a centímetro. De entre ellos, había uno que se resistía a creer sobre el tesoro y en cada momento lanzaba sus chistes burlones y les decía que estaban perdiendo el tiempo, esta es una mentira y así prosiguió, de pronto algo sonó en el fondo del hueco que habían abierto, se trataba de una caja de madera que iba quedando al descubierto. En eso comenzaron a percibir un olor fuerte, como azufre y escuchaban ruidos extraños, y vieron venir un toro negro furioso que soplaba y botaba candela por los ojos y la boca, rápidamente se acercaba a ellos lo que les llenó de pánico, sin saber que hacer, lo único que se les vino en mente es elevar una oración al Creador para que los salve de este ser infernal. El incrédulo, viendo todo esto manifestó ¡la leyenda ha sido cierta!, y sin que se den cuenta sus amigos, se abalanzó como pudo sobre la caja diciendo, yo la vi primero, esto es mío, cuando cayó sobre ella ésta se convirtió en piedra, el hombre quedo torcido y mascaba espuma, como un castigo a su ambición. Los amigos al verlo lo sacaron del hoyo y lo llevaron donde un curandero del lugar que logró sanarlo con remedios para el aire (valeriana, timolina, etc.) Desde aquel día nadie ha osado volver al lugar, peor ir a tratar de sacar el entierro que aún permanece en el sitio, según el argumento de muchas personas del lugar.

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La gallina y los pollos de oro

Esta leyenda se desarrolla en una hermosa campiña rodeada de árboles frutales, sango, papachina, yuca y otros vegetales. Este recinto es conocido como Tarapal, pueblito de la parroquia de Salatí, lugar de agricultores donde el tiempo pasa con demasiada lentitud, es como el tiempo se detuviera y hasta la población se contagiaba de la melancolía del sector Es aquí donde nació la leyenda de las gallinas y los pollitos de oro, leyenda que pasó de generación en generación y de boca en boca. En el sector vivía un hombre muy pobre que no tenía ni para comer con su familia, de manos callosas, piel curtida por el sol, de baja estatura, piel trigueña de mirada profunda y triste, que inspiraba compasión al contemplarlo. Su esposa, lo trataba mal y siempre lo insultaba con el cuento de vago, sinvergüenza, bueno para nada. Un buen día el hombrecito salió a buscar trabajo, caminaba de un lado a otro y todos le decían lo mismo, no hay trabajo, el tiempo está malo, quizá otro día. Sus pies no aguantaban más, estaba exhausto, al pasar por el camino polvoriento y lleno de “camellones” del cerro Ojeda escuchó que algo lo seguía, pensó para sí, ojalá sea un animal para comer y con temor regresó a ver, divisando una gallina con varios pollitos de color amarillo. Se preguntó ¿de quiénes serán estos pollos?, pero, si no hay casas en este solitario sector, él mismo se respondía, muchas preguntas debieron haber pasado por su mente hasta que, venciendo sus prejuicios, se decidió coger la gallina y los pollitos y meterlos en un costal, donde lleva un poco de guineo verde. Al avanzar a su casa, sintió que el saco le pesaba, suponía que era por los guineos, bajó el talego para ver y al abrirlo miró a la gallina y los pollitos de color amarillo como si fueran de oro, por poco y se le paraliza el corazón de la impresión que tuvo. ¿Esto es una ilusión, o que me estoy imaginando cosas?, ¿será por la pobreza o el hambre que tiene extenuado a mi cuerpo? Cerró el saco y volvió a cargar al hombro. Llegó a la casa donde le esperaba su iracunda mujer con un gesto desagradable, que al verlo llegar le gritó, ¡ya conseguiste trabajo o sigues matándonos de hambre! El hombre bajando el saco y con una sonrisa en los labios que extraño a su desesperada esposa se lo entregó, indicándole que había encontrado una gallina en una ladera y unos guineos que los prepare para la merienda; cuando abrió el saquillo la señora vio una gallina y los pollitos, los sacó, y notó su peso y color, le llamó a su marido preguntándole de donde había sacado la gallina con los pollitos o es que los robaste, esto es oro, puedes ir a la cárcel, llévatelos y devuélvele a su dueño le gritó. Más el hombre con su natural timidez le contó que los había encontrado en el Cerro de Ojeda en verdad es encanto donde pasan cosas inexplicables. Gruesas lágrimas corriendo por las mejillas de la mujer al convencerse de que el cielo se había apiadado de ellos, en especial del buen corazón de su esposo que había sabido soportar el dolor de la pobreza con humildad y resignación.

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