Tierra de Cascadas Flores y Libertad. Gámbita, Santander. Agosto de 2022
near Arcabuco, Boyacá (Republic of Colombia)
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Trail photos
Itinerary description
La vida me encontró hoy absorto contemplando el río de mi propia felicidad, sentado en su rivera, sabiendo que más temprano que tarde, allí me zambulliré. Esa calma nace de haber tenido la osadía de tomar caminos al principio oscuros y desconocidos que, sin importar mi precedente de renuencia y negación, debía emprenderlos, pero no hablo de la bicicleta, hablo de la misma vida. Resulta que esas sendas (decisiones más bien) me han conducido a este paraje presente quizá corto, mas nunca efímero, dejando hermosa y relevante huella. Disfruto ser un tipo de masoquista subconsciente, que más que querer la llegada del dolor que digiere, solo goza lo que inevitablemente le precede a él y no es más que la cicatrizante calma y enseñanza.
Disfruto estar extraviado en la ironía de una calma eufórica por todo lo que recién pasó ante mis ojos, por toda noticia que llega en el correo de la vida, a veces con las misivas hechas a puño y letra por la traición y la falacia. Sí (...), absolutamente me alegran todas ellas y las leo a carcajadas; no voy a cometer la estolidez de poner etiquetas una vez más y aunque hubo amargura, porque no intento simular ser una ridícula estatua de piedra y me hace orgulloso admitir el sentir, hoy al dejarme embargar del agradecimiento, siento los bellos destinos, horizontes y el camino en sí a los que estas decisiones me han traído. Más que gustarme su vocablo en sí, a la reivindicación, me gusta esculpirla, materializarla y la alegría me reviste, en este valle llamado presente que me encuentra burlándome de todo hecho ausente y distante de mi control y de mi innecesaria manipulación, ¿Para qué? no tiene ya gracia alguna ni aliciente, el intentar subir al escenario a mover los hilos de las ajenas marionetas de este teatro caótico o hallar epílogos lógicos mientras el agua valiosa del tiempo, se va entre los dedos; Ahora como espectador me siento y disfruto mientras escribo mi propio guion, que interpreto; la alegría exuda por mi alma cuando sé que sin importar circunstancia y el supuesto valor que tenga, cada una de ellas, ya no correré en los desiertos a beber de la amarga inconformidad o su insípido antónimo, la resignación. Ya no tengo sed de ninguno de esos dos pútridos brebajes.
No me importa, debo hacer, debo esculpir, moldear hasta donde mi mano y el cincel de la propia competencia y voluntad propia me den licencia y lo restante que se resuelva solo o que se complique aún más; ¿Acaso importa?. No hablo de insensibilidad o indiferencia, pero sí de un sano desapego, de ver cómo te acaricia con bofetadas la realidad y te muestra que sí era por aquí y despiertas en un dinamismo mágico. Estoy muy feliz estando aquí mientras pueda.
Le pido a mi hermano ayuda y me lleva en su carro hasta Boyacá. No importa que sea tarde. Soy feliz pudiendo solo, previo dibujo meticuloso en los mapas de un plan, pedaleando digno en el valerme por mí mismo, sin ayudas o compañías forzadas por mí mismo, pero ahora también lo seré dejándome dar una mano y despojándome de las cargas del vomitivo orgullo, qué nausea y lástima me hace sentir; me dejo acompañar, me dejo llevar, me dejo ayudar ¿Por qué no?.
Es así como luego de compartir una agüita para el frío y hacer las bromas cotidianas, en Arcabuco nos despedimos los hermanos y emprendo un camino inédito más, hacia la libertad, la misma que me impulsó a arriesgarme a tomar esas sendas que hoy felizmente me trajeron aquí, a donde quería, a esta pasividad deliciosa y galante de haber hecho lo correcto. Adyacente al camino, el río Chuqueque, que por su etimología guanentina, reseña a las músicas de bosques y montañas, me acompaña en una tierra de brisas agradables y un valle de verdor infinito, enmarcado con bosques en su horizonte y aves que insuflan de vida el lugar.
Mi ser exultante pedalea entre planicies hermosas, con la naciente lluvia y un amigo del camino me hace regresar a la casa de su padre para que allí me quede. Era un sábado ya tardío, pues de casa hemos salido después del mediodía y aquí ya la poca luz se derrumbaba inminente. Mi carpa no se iba a desempacar, pero si la voluntad de compartir un chocolate caliente con mi anfitrión, quien me contaba de su vida libre en la montaña y de la sociología, más como pasión que profesión. Al unísono con coplas que aluden explícitas a mi tierra, incrustadas en viejos libros de páginas sepia, cae una noche de punzante frío y bruma algodonada. Duermo bien bajo techo y con una nueva amistad, que al otro día me acompaña en desayuno e historias, ya en el siguiente pueblito, un paraje llamado La Palma, donde los quesos y amasijos, se muestran sabrosos para el paladar de quien no es de allí.
Atravieso el Ubaza, cual río que parte en dos este valle y sin darme cuenta ya estoy inundado de montañas, bosques, aljibes, quebradas rojas de vida, saludos de gente bonita y caminos que me llevan a un hermoso útero de la madre tierra, llamado Cueva del Chocó, enmarcada en jungla bellísima de arrayanes, helechos e higuerones, como antesala al lindo pueblo de las flores, Gámbita. Ya en esta inédita villa en mis bitácoras, me doy cuenta que sin un previo guion, esta obra era aclamada también y con el incentivo del escaso tiempo que me hacía devorar los ascensos al Cañón de la Hondura, con ansia, he arribado a una sucesión de horizontes alucinantes y cascadas, que me han traído a contemplar, cómo un albo manto de una virgen, cobijaba la madre tierra. Armadillos, flores y aves, dejaban en segundo plano al vértigo de los abismos ya sorteados y conquistados para llegar a estas alturas que, como premio entregan ese manto a quien allí llega.
Este periplo en particular, eclipsa toda adversa condición, todo cansancio, todo prejuicio y simplemente me entrega al disfrute, a conocer nuevos amigos, como Don Carlos o Don Jesús, quien luego de llevarme de vuelta al pueblo para evitar la dura subida de regreso, me acoge como Don Carlos, en su casa para no tener que regresar bajo la lluvia y los rayos a la central carretera que va a casa, donde al día siguiente muy temprano, en carrera contra el sol, podría ir para tomar transporte y llegar a tiempo al trabajo, tal cual como así sería.
Cito entonces al final a mi amigo griego, quien dijo en algún rincón del tiempo, sobre su condena fatal: «Sabed bien que si me condenáis a muerte, siendo yo cual digo que soy, he decidido que no podréis dañarme y para vuestra pena, aquel daño y sufrimiento será inminente más, para vosotros mismos, mientras la muerte será premio a mi ser ».
Disfruto estar extraviado en la ironía de una calma eufórica por todo lo que recién pasó ante mis ojos, por toda noticia que llega en el correo de la vida, a veces con las misivas hechas a puño y letra por la traición y la falacia. Sí (...), absolutamente me alegran todas ellas y las leo a carcajadas; no voy a cometer la estolidez de poner etiquetas una vez más y aunque hubo amargura, porque no intento simular ser una ridícula estatua de piedra y me hace orgulloso admitir el sentir, hoy al dejarme embargar del agradecimiento, siento los bellos destinos, horizontes y el camino en sí a los que estas decisiones me han traído. Más que gustarme su vocablo en sí, a la reivindicación, me gusta esculpirla, materializarla y la alegría me reviste, en este valle llamado presente que me encuentra burlándome de todo hecho ausente y distante de mi control y de mi innecesaria manipulación, ¿Para qué? no tiene ya gracia alguna ni aliciente, el intentar subir al escenario a mover los hilos de las ajenas marionetas de este teatro caótico o hallar epílogos lógicos mientras el agua valiosa del tiempo, se va entre los dedos; Ahora como espectador me siento y disfruto mientras escribo mi propio guion, que interpreto; la alegría exuda por mi alma cuando sé que sin importar circunstancia y el supuesto valor que tenga, cada una de ellas, ya no correré en los desiertos a beber de la amarga inconformidad o su insípido antónimo, la resignación. Ya no tengo sed de ninguno de esos dos pútridos brebajes.
No me importa, debo hacer, debo esculpir, moldear hasta donde mi mano y el cincel de la propia competencia y voluntad propia me den licencia y lo restante que se resuelva solo o que se complique aún más; ¿Acaso importa?. No hablo de insensibilidad o indiferencia, pero sí de un sano desapego, de ver cómo te acaricia con bofetadas la realidad y te muestra que sí era por aquí y despiertas en un dinamismo mágico. Estoy muy feliz estando aquí mientras pueda.
Le pido a mi hermano ayuda y me lleva en su carro hasta Boyacá. No importa que sea tarde. Soy feliz pudiendo solo, previo dibujo meticuloso en los mapas de un plan, pedaleando digno en el valerme por mí mismo, sin ayudas o compañías forzadas por mí mismo, pero ahora también lo seré dejándome dar una mano y despojándome de las cargas del vomitivo orgullo, qué nausea y lástima me hace sentir; me dejo acompañar, me dejo llevar, me dejo ayudar ¿Por qué no?.
Es así como luego de compartir una agüita para el frío y hacer las bromas cotidianas, en Arcabuco nos despedimos los hermanos y emprendo un camino inédito más, hacia la libertad, la misma que me impulsó a arriesgarme a tomar esas sendas que hoy felizmente me trajeron aquí, a donde quería, a esta pasividad deliciosa y galante de haber hecho lo correcto. Adyacente al camino, el río Chuqueque, que por su etimología guanentina, reseña a las músicas de bosques y montañas, me acompaña en una tierra de brisas agradables y un valle de verdor infinito, enmarcado con bosques en su horizonte y aves que insuflan de vida el lugar.
Mi ser exultante pedalea entre planicies hermosas, con la naciente lluvia y un amigo del camino me hace regresar a la casa de su padre para que allí me quede. Era un sábado ya tardío, pues de casa hemos salido después del mediodía y aquí ya la poca luz se derrumbaba inminente. Mi carpa no se iba a desempacar, pero si la voluntad de compartir un chocolate caliente con mi anfitrión, quien me contaba de su vida libre en la montaña y de la sociología, más como pasión que profesión. Al unísono con coplas que aluden explícitas a mi tierra, incrustadas en viejos libros de páginas sepia, cae una noche de punzante frío y bruma algodonada. Duermo bien bajo techo y con una nueva amistad, que al otro día me acompaña en desayuno e historias, ya en el siguiente pueblito, un paraje llamado La Palma, donde los quesos y amasijos, se muestran sabrosos para el paladar de quien no es de allí.
Atravieso el Ubaza, cual río que parte en dos este valle y sin darme cuenta ya estoy inundado de montañas, bosques, aljibes, quebradas rojas de vida, saludos de gente bonita y caminos que me llevan a un hermoso útero de la madre tierra, llamado Cueva del Chocó, enmarcada en jungla bellísima de arrayanes, helechos e higuerones, como antesala al lindo pueblo de las flores, Gámbita. Ya en esta inédita villa en mis bitácoras, me doy cuenta que sin un previo guion, esta obra era aclamada también y con el incentivo del escaso tiempo que me hacía devorar los ascensos al Cañón de la Hondura, con ansia, he arribado a una sucesión de horizontes alucinantes y cascadas, que me han traído a contemplar, cómo un albo manto de una virgen, cobijaba la madre tierra. Armadillos, flores y aves, dejaban en segundo plano al vértigo de los abismos ya sorteados y conquistados para llegar a estas alturas que, como premio entregan ese manto a quien allí llega.
Este periplo en particular, eclipsa toda adversa condición, todo cansancio, todo prejuicio y simplemente me entrega al disfrute, a conocer nuevos amigos, como Don Carlos o Don Jesús, quien luego de llevarme de vuelta al pueblo para evitar la dura subida de regreso, me acoge como Don Carlos, en su casa para no tener que regresar bajo la lluvia y los rayos a la central carretera que va a casa, donde al día siguiente muy temprano, en carrera contra el sol, podría ir para tomar transporte y llegar a tiempo al trabajo, tal cual como así sería.
Cito entonces al final a mi amigo griego, quien dijo en algún rincón del tiempo, sobre su condena fatal: «Sabed bien que si me condenáis a muerte, siendo yo cual digo que soy, he decidido que no podréis dañarme y para vuestra pena, aquel daño y sufrimiento será inminente más, para vosotros mismos, mientras la muerte será premio a mi ser ».
Waypoints
Waterfall
7,786 ft
Cascada Moniquirá
Comments (5)
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Muy buenos parajes para vivir la vida a plenitud gracias Marius por compartir el trazado, acompañado de un buen registro fotográfico y una muy buena crónica.
Buenos dias DXMARIUS,
Acabo de encontrar su correo a través de un
Me presento, soy Constant, vengo de Francia, vi sus recogidos que ha dejado en Wikiloc.
Estoy planificando una expedicion de trail, corriendo 200km en Boyaca (de Raquira hacia el Lago de Tota) a partir de la primera semana de Enero con motivo de recolectar fondos para mi asociación Traversées Solidaires (Cruces Solidarios) cuyo la meta es ayudar niños a acceder a la educación.
Al parecer usted conoce bien el senderismo en la región y me gustaría poder hablar con usted para ayudarme a realizar mi itinerario. Que opina?
Le dejo mi whatsapp : 33762470193
y la pagina Instagram de mi ultimo desafio en bici : /
De antemano gracias por considerar mi mensaje yespero tener la oportunidad de conocerlo.
Que tenga un buen dia,
Constant de La Bastide
Hola buen día, muchas gracias por el mensaje, claro que sí, a penas pueda por watsap me comunico.
Hola! Gracias por su mensaje, a su disposicion cuando quiera por Whatsapp : 33762470193
Buen dia !
Great cave we have al-Sadr cave in iran its biggest cave in world