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¡Oh Boyacá! ÉpicaTravesía a la Sierra Nevada Del Cocuy, Güicán de la Sierra y Chita. Abril de 2022

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Author

Trail stats

Distance
214.55 mi
Elevation gain
25,846 ft
Technical difficulty
Experts only
Elevation loss
28,136 ft
Max elevation
12,617 ft
TrailRank 
77 5
Min elevation
4,512 ft
Trail type
One Way
Time
5 days 14 hours 25 minutes
Coordinates
500
Uploaded
September 24, 2022
Recorded
April 2022
  • Rating

  •   5 1 review

near Duitama, Boyacá (Republic of Colombia)

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Itinerary description

Harto, cansado de descansar, exhausto de la maldita y flemática somatización de la fatiga, de lo corriente, de lo que no pone a prueba, salgo con lo poco que tengo hacia el norte, aquel que el azar un día predijo en el obelisco, aunque solo en dirección, mas no con ella, con quien iría, pero no. Sin embargo, "estabas".

Curiosamente el impulso duró poco, pues ganó la escasez del implacable tiempo y el no querer releer las mismas páginas asfaltadas de la cotidianidad y así diez kilómetros después me embarco en varios buses que me dejarían en Duitama donde de ahí en adelante el pedalear me hace recitar paisajes nuevos, por vías libertarias de Socha y Socotá, donde poco después de sus concurridas calles y gente amistosa que pregunta sobre mi bicicleta, como a ella en aquel Vélez que la recibía, con el valor de sus piernas y quien sentía que yo estaba ahí con ella, mientras me escribía esas líneas mojadas que aún guardo aleatorias en la memoria, acampo con un paisaje que al desnudarse de la niebla en la mañana, revela el cañón del Chicamocha y Sátiva Norte a lo lejos, donde alguna vez, entre sus casas amarillas y murales folclóricos, sucedieron cosas malas para bien.

Con la hospitalidad como despedida de una familia que me dejó su patio con aquel festín de vistas y el aroma de un café que no pude rechazar, parto al otro día, hacia Jericó, escuchando a Cabral y su poemario de subir ánimos caídos, entre vistas e intermitentes pinares. Jericó y sus Laches metalizados, su hermosa iglesia y sus aires altos que hacían del respirar un arte de paciencia, sus murales y su hermosa mujer con fusil terciado y verde oliva quien me indica el camino o la tienda más amable y del mejor pan, me acoge con calidez, a pesar del clima que comienza a ser constante de ahí a los futuros días.

Para llegar al solitario caserío de Cheva, he gritado de vida y me he desprendido de los ya pasados ascensos, por una vertiginosa y descendiente trocha que me baña en polvo, horizontes y alegría, que poco después se deshizo en una de las subidas de carretera más exigentes de mi vida y así frente a una gigantesca pirámide de granito rojizo frente a mí, que para alcanzar su cima con mi mirada, me descubría boquiabierto, arranco entre pedregales y curvas serpenteantes el ascenso que poco a poco develaba una de las escenas más hermosas de toda una vida sobre una bicicleta y aquella pirámide adyacente poco a poco mermaba su altura y me ponía a su nivel, mientras algunos vehículos que me daban un sonoro pitazo de saludo y un manto de polvo como legado a su paso, no podían seguir marcha en la siguiente curva, para ser rebasado por un jadeante viajero que les devolvía el saludo con una nada forzada sonrisa. La cima de esa antes enorme montaña piramidal, ahora se postraba a mis pies, decenas de metros abajo y el camino por el que horas antes le veía imponente, era un hilo de arena en la distancia ya casi ilegible.

El alto del Zancarrón me ofrecía además el anhelo de duelo con esa fatiga que quería encontrarme justo después de cada curva lujuriosa, pero nada que aparecía la cobarde y me quería batir a golpes con ella, sin importar nada, pero nunca hizo presencia y una alegría, causada por esos horizontes bañados con rayos solares a lo lejos y una cruz en la cima, eclipsaron todo momento pasado y me han hecho dar la mínima importancia a lo que ha amargado mi vida hasta ahora so pena que justo para ello era esta distante travesía. Chita se mostraba metida entre el verdor esmeralda de las montañas que hacían contraste con el pasado arenoso y dorado del árido Zancarrón y allí pongo mi carpa donde en otros tiempos más violentos, de años hoy difuntos, sería impensable.

No sé, una fuerza extraña e insolente, revelada contra lo habitual, contra viejos y aburridos cansancios, se apoderaba de mis piernas y de mi ímpetu y me hacía mas terco y prepotente, más déspota contra los límites de una cordura tradicional, aunque tenía una decisión por delante que casi no me deja dormir en suelos chitanos, ya que el tiempo me presionaba a no tardar más de un día para mi arribo al Cocuy y es así como tanta osadía al final me fuerza a elegir el camino más largo pero que permitía más velocidad, en lugar de aquel pedregoso ascenso corto pero fuerte, directo al Cocuy por el páramo que posiblemente me frenaría para alcanzar mi necesidad de llegar a aquel hermoso pueblito, antes del jueves santo.

Deshago el refugio que me ha protegido de los gélidos vientos de madrugada de Chita y sin casi levantar cabeza, asciendo por una trocha que poco a poco me hacía despedir de aquel lugar y me muestra después con el amanecer, Cusagüí en donde hago un desvío absurdo que luego desbarato y que me hace ascender ya por pavimento con más ansiedad hacia La hermosa Uvita y un San Mateo sorprendente, donde en silencio, prometo un regreso inminente y próximo. Con la eufórica tarde llena de matices y premonición de lo que sería un colorido de los próximos pueblitos, veo por primera vez la sierra nevada a lo lejos y con un inmenso palpitar en el corazón, planto mi carpa con aquella vista inverosímil y duermo plácido con la licencia de un centenar de kilómetros a cuestas.

Con el cuarto amanecer de este viaje, me levanto con un dolor demoledor en las piernas, que se hace poco relevante ante la vista y la promesa de lo que se viene en este día santo y así llego a un estallido de tonos y hospitalidad llamado Guacamayas, pero no podía quedarme mucho aquí y sigo entre orquídeas y casas multicolor adelante para alcanzar una meta cada vez más deseada. El Espino es el triste epílogo de un circundante paisaje agradable, pero no tarda en decepcionarme con su gris iglesia y su basura en la calle, que me anima a salir cuanto antes de allí y curar ese amargo con el bonito Panqueva y su Cacique Lache que dominaba el arte apícola.

Luego de un ascenso fuerte y con el sol de un joven medio día, sus casitas blancas con el clorofilado tono de sus ventanas, zócalos y puertas, que rompe viejas discordias de violentos rojos y azules políticos, simplemente aparece ante mí y me recibe en sus coloniales y empedrados brazos. Cumplía mi meta de arribar al hermoso pueblo del Cocuy por primera vez y allí me esperaba Cesar, mi guía en la Sierra, que no podría acompañarme por su estado de salud, aunque de él he recibido una cálida bienvenida, como si fuese un amigo de años y a quien conozco gracias al entrañable Diegonó, que no hacía mucho saboreó la magia de la sierra nevada, con la guía de este gran intérprete ambiental, que hoy me hacia sentir como en casa. Un almuerzo y trazar los planes para la bitácora del día siguiente, en el que alcanzaría dicha magia nevada, tras una larga caminata, con mi otro gran amigo Carlos, con quien tengo la fortuna de disfrutar la hermosa sierra nevada y el sendero de la Laguna Grande de la Sierra, aunque esa historia, la revelo, luego de esta.

Ese mismo día, emprendo a unas inconvenientes cuatro horas de la tarde, el ascenso hacia la hacienda La Esperanza, refugio donde iniciaría una de las travesías más hermosas de mi existencia, pero la osadía me ha hecho caer en el más absurdo optimismo de recorrer poco menos de veinticinco kilómetros en tan sólo dos horas, que al final serían casi ocho, por el fuerte ascenso al alto de la Cueva. Cruzar páramos de noche, no era algo para lo que estaba preparado, pero aún así, decido enfrentarme a ese monstruo gélido y penumbral, que me acercaría a un sueño diáfano y poco fácil, que hacía de mi pecho un volcán de inminente erupción.

Llegaba casi a la cima, pero antes me encuentro con gente que me dice que regrese, que esos no son parajes para recorrer a esas horas de la joven noche y sigo hasta encontrarme con aquella maldita fatiga que me toma por sorpresa en el más apropiado campo de batalla para que ella me derrote y no pueda cumplir ese sueño de alcanzar las nieves ya no tan perpetuas, como me lo enseñaron una vez en la ya borrosa y distante en el tiempo, escuela.

Alcanzaba los cuatro mil metros a las diez de la noche y una sorprendente y fantasmal imagen en el horizonte se revela al abrirse un cielo estrellado, que se escondía poco antes, tras el gris telón nuboso. La luna, poco después que mi lámpara frontal fallara, me serviría como espada en esa oscuridad casi absoluta y me ayudaba para abrirme paso en ese casi imposible camino a ese sueño difícil de alcanzar y en un horizonte hacia el este, reflejaba su no tan tenue luz en los picos nevados, que hicieron lo que el frío o la fatiga no lograron, y no fue más que dejarme asustado, perplejo, horrorizado y sin aliento ante algo tan inmenso, que jamás había visto y que rompía con un extraño y terrorífico blanco, aquel invisible oriente por alcanzar. Vencida esa fatiga inventada, esa oscuridad horrorosa que impedía el pedalear, no me iba a rendir ante esa imagen que no sé porqué me llenó de terror. Es que era algo poco asimilable, era como un gran monstruo que poco a poco se me echaba encima, en cuyo enorme lomo caminaría a la mañana siguiente y me terminaría de quitar el aliento.

Poco antes de la media noche, las puertas de la Hacienda la Esperanza a la que llegaba con las manos y quijada petrificadas, por el cincel de un viento nocturno del páramo, se abrían con la angustia de la señora Rosita, quien me recalienta la pantagruélica cena que me devuelve el alma al cuerpo y servía de antesala a un descanso anhelado y necesario. Ese próximo amanecer, sería el violeta telón abierto a mi primer encuentro con la Sierra Nevada del Cocuy y ese blanco que la noche anterior me hizo tiritar de miedo, hoy me hacía feliz y vivo al tocarlo, tras un día entero de dura caminata entre páramos y montañas que me hacían sentir minúsculo ante ellas, por sus inconmensurables dimensiones y belleza. Esa será mi siguiente historia y esa misma tarde, cansado de alegría, llego a Güicán de la sierra con los arreboles de una tarde que se derrumba ante mí y empujando la Tata al son de las historias de la vieja violencia que me cuenta don Rafico, busco la primera ducha caliente y una cama dura para dormir las siguientes doce horas, con un blanco de la nieve maravillosa, no vista hace ya décadas, en los anaqueles de mi reciente memoria.

Güicán de la Sierra sería otra joya de esta corona fastuosa llamada Norte de Boyacá y al recorrer sus calles con un mute como combustible, me preparo para deshacer los caminos recorridos y hacer lo que, en otros escenarios, sería de un tedio de dimensiones galácticas y es regresar por el mismo camino, por el que he llegado hasta aquí. Me recordé a la bella Panqueva, el sabor de los colores de Guacamayas que bajo una tenue llovizna y orquídeas, me vuelve a recibir para tomármelo con una calma pausada y merecida y finalmente el mirador de la sierra, desde donde diviso un pedacito de Santander, con Macaravita incrustado en él a lo lejos. Esa tarde llego a San Mateo y cumplo mi promesa de regreso y allí Don Ramón Galvis y su hija, me reciben en su casa esquinera, con un buen plato de miel y queso campesino, que espanta mi agotamiento.

Tras pasar una noche más en tierras del norte, disfruto al otro día de los recuerdos de mi padre, con el arte de la apicultura, en la ciudad de las abejas y me deleito con el oficio noble de don Ramón, con quien al regreso, damos un paseo por su casa museo y un delicioso e inesperado viaje alrededor del mundo, gracias a la cata de las mieles de distintas culturas y puntos cardinales, unas cítricas como las latinoamericanas, de dulce intenso, otras suaves y finas al paladar como la miel alemana, otra con un aroma extraordinario y floral como la miel de Italia y otras más exóticas y no menos sabrosas como las asiáticas de tintes agridulces y espesos. Al brindis de un licor de miel y con un adiós que se convierte en promesa de regreso, muchas veces más, me voy de San Mateo, poco después de encontrarme con una familia que, para mi gran sorpresa, también viajando en bicicleta, ha disfrutado conmigo de los sabores de la sierra nevada y el Cóncavo como anfitrión y hoy los encuentro de nuevo, después de haberlos conocido, entre la nieve y la alegría de lo mas alto de la Sierra. Dos niños y sus padres, se adelantaban en el camino hacia La Uvita. Esta fue una agradable sorpresa de no ser el único que así disfruta de las sendas de la vida.

El camino por el que días antes navegaba con los motores del afán, me ofrecía con la pausa, vistas magnas multicolor, con cielos diáfanos y aromas frescos, incluso con delicias a la vera del camino, hechas a leña y amor, hasta que alcanzo de nuevo La Uvita y luego un camino nuevo para un pueblito nuevo llamado Boavita cuyas bellísimas mujeres y enorme catedral, me saludan y me comienzan a mostrar el epílogo de este gran recorrido por una de las regiones más lindas de Colombia.

Batallas ganadas y miedos vencidos, revelaciones aprendidas y victorias antes anheladas hoy hechas realidad, emprendo el camino de regreso a casa, con contrastes tan fuertes que van desde el desértico ascenso por el cañón del Chicamocha en la vía a la tierra de los dátiles, Soatá y el páramo de la Rusia, después de Susacón que me regresaría a Duitama, sin embargo, tras alcanzar Soatá y habiendo saboreado los dátiles, tal vez más sabrosos que los antes probados de Omán, llego a Susacón con un diluvio invernal sin antecedente en este viaje y con un páramo de la Rusia que por el frío y las pocas fuerzas, ya vería desde la ventanilla de un autobús. De esta manera me cuelgo la medalla de un viaje que me entrega batallas ganadas de una guerra que llevaba conmigo mismo, con mi parte derrotista y enfermiza y que me hace humillarla y dejarla moribunda y deambulante en el olvido, para darme paso ante el modus vivendi lleno de salud y optimismo que merezco. Benditos sean los viajes donde se sufre y se vive.

Gracias a Jose Bikealone, quien pocos meses antes inspiró con esta ruta llamada Oh Boyaca, cuyo track GPS está en bikepacking.com y a quien también le debo mi continuidad por un viaje literario al rededor del mundo, con los dos continentes hechos libro, que me faltaban del Viaje de Cuento del grandioso Salvador Rodriguez.

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Waypoints

PictographReligious site Altitude 9,104 ft
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Socha Boyacá

Socha Boyacá

PictographReligious site Altitude 7,768 ft
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Socotá Boyacá

Socotá Boyacá

PictographMountain pass Altitude 8,540 ft
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Al otro lado del cañón del Chicamocha

Al otro lado del cañón del Chicamocha

PictographPanorama Altitude 9,766 ft
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Camino a Jericó

Camino a Jericó

PictographReligious site Altitude 10,080 ft
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Jericó Boyacá

Jericó Boyacá

PictographWaypoint Altitude 7,612 ft
Photo ofCorregimiento de Cheva Photo ofCorregimiento de Cheva Photo ofCorregimiento de Cheva

Corregimiento de Cheva

Corregimiento de Cheva

PictographMountain pass Altitude 8,453 ft
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Ascenso al alto del Zancarrón

Ascenso al alto del Zancarrón

PictographWaypoint Altitude 9,195 ft
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Casa de Ciprian Riscanevo

Casa de Ciprian Riscanevo

PictographReligious site Altitude 9,693 ft
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Chita Boyacá

Chita Boyacá

PictographIntersection Altitude 9,845 ft
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Cusagüi

Cusagüi

PictographReligious site Altitude 7,787 ft
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La Uvita Boyacá

La Uvita Boyacá

PictographReligious site Altitude 7,292 ft
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San Mateo Boyacá

San Mateo Boyacá

PictographPanorama Altitude 9,112 ft
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Amor a primera vista del nevado

Amor a primera vista del nevado

PictographReligious site Altitude 7,225 ft
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Guacamayas Boyacá

Guacamayas Boyacá

PictographPanorama Altitude 6,992 ft
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El Espino Boyacá

El Espino Boyacá

PictographReligious site Altitude 7,326 ft
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Panqueba Boyacá

Panqueba Boyacá

PictographReligious site Altitude 8,886 ft
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El Cocuy Boyacá

El Cocuy Boyacá

PictographPanorama Altitude 10,592 ft
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Rumbo a lo Alto

Rumbo a lo Alto

PictographIntersection Altitude 12,002 ft
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Intersección en el páramo

Intersección en el páramo

PictographSummit Altitude 12,629 ft
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Alto La Cueva

Alto La Cueva

PictographMountain hut Altitude 11,745 ft
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Hacienda La Esperanza

Hacienda La Esperanza

PictographBirding spot Altitude 11,300 ft
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Caminos del norte

Caminos del norte

PictographReligious site Altitude 9,487 ft
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Güicán De La Sierra, Boyacá

Güicán De La Sierra, Boyacá

PictographMountain pass Altitude 9,602 ft
Photo ofMirador de la Sierra

Mirador de la Sierra

Mirador de la Sierra

PictographFauna Altitude 7,296 ft
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Apiario La casa De Las Abejas

Apiario La casa De Las Abejas

PictographProvisioning Altitude 9,194 ft
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Delicias campesinas

Delicias campesinas

PictographTree Altitude 7,093 ft
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Boavita Boyacá

Boavita Boyacá

PictographBridge Altitude 4,460 ft
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Puente Río Chicamocha

Puente Río Chicamocha

PictographWaypoint Altitude 5,907 ft
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Ascenso a Soatá

Ascenso a Soatá

PictographReligious site Altitude 6,439 ft
Photo ofSoatá Boyacá

Soatá Boyacá

Soatá Boyacá

PictographReligious site Altitude 8,141 ft
Photo ofSusacón Boyacá

Susacón Boyacá

Susacón Boyacá

PictographWaypoint Altitude 7,254 ft

Paz De Río Boyacá

Paz De Río Boyacá

PictographWaypoint Altitude 8,684 ft

Belén Boyacá

Belén Boyacá

Comments  (4)

  • Photo of Oscar Upegui
    Oscar Upegui Sep 25, 2022

    Una travesía sencillamente espectacular, pero para nada fácil de hacer, hay que tener muy buen estado físico para poder lograr completar con éxito el recorrido, lo felicito Marius la verdad provoca hacer una travesía así, muy bonitas fotos y muy buena Crónica, que paraíso es Colombia, ojalá todo el mundo pudiera conocer estos bellos parajes.

  • Photo of DXMARIUS
    DXMARIUS Sep 26, 2022

    Esa una gran experiencia. Todo lo que se sufre se compensa y uno regresa renovado.

  • Photo of Carlos Andres Franco Vasquez
    Carlos Andres Franco Vasquez Oct 8, 2022

    Amigo muy buena ruta, estoy planeando hacer algo parecido. Solo quiero saber por qué de desvío desde Chita a Boavita y no siguió subiendo derecho al Cocuy. Hay algún problema con ese camino? Gracias.

  • Photo of DXMARIUS
    DXMARIUS Oct 8, 2022

    Carlos, buen día. Básicamente el desvío fue espontáneo para puebliar un poco más y conocer esos municipios pero también la verdad es que el camino directo pasa por un páramo y por las condiciones de ese día y la falta de tiempo, hice el desvío que por condición de vía es mejor aunque sea mucho más largo. La ruta normal sí debe ir directo, pero no me vi llegando tan pronto al Cocuy.

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