La Bicicleta como Máquina del Tiempo, Recordando a mi Papá y Nuestras Antiguas Andadas, Albania 2013
near Chiquinquirá, Boyacá (Republic of Colombia)
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Trail photos
Itinerary description
Uno de los lugares a los que más deseaba regresar, pues fui cuando era un niño con mi padre y en el camino, gracias a una especie de memoria geográfica, apenas veía cualquier vestigio, lugar o paisaje, llegaban específicos recuerdos con él, quien aquella vez, al paso de los kilómetros en su campero todo terreno, apuntando con el dedo y su otra mano al volante, me ilustraba con el nombre de cada lugar o alguna historia que en aquellos parajes, de guerrilleros, novias, piquetes y momentos de miedo o alegría, había vivido en sus días de juventud.
Atravesé municipios de Boyacá y hermosos parajes que no imaginaba, como Boquemonte donde se divisan los nevados del Ruiz y del Tolima, al otro lado del río Magdalena, cientos de kilómetros más allá, en un horizonte que pareciese más cercano de lo que realmente es.
Salgo de Chiquinquirá a las 8 de la mañana, el segundo día de travesía, luego de alojarme donde mi amigo el Señor Julio, quien en aquel primer viaje en bicicleta, unos años atrás, me salvase con su esposa, la querida Profesora Blanquita, a quienes le he han interesado los viajes a pedal y que me hospedan o salvan más bien, una vez más, debido a que el plan original de llegar a Albania, ese mismo día de la partida, ha sido negado por un pinchazo. Al día siguiente, llego a Pauna con el sol en su punto más alto y a Albania, gracias a un difícil camino rústico, cuando el astro rey se quiere ocultar y paso la noche en un pequeño y barato hospedaje; el único del pueblo (...) Me encuentro con una profesora de Puente Nacional con quien voy a un evento deportivo de microfúbol y un baile, en el coliseo cubierto del pueblito. Después de bailar apenas tres canciones con ella, regreso temprano al hospedaje, auspiciado por el cansancio, pero llevo en mi mente la mirada de una chica que bailando con alguien al otro lado del lugar, me sonríe antes que salga por la única puerta y luego de caminar las solitarias calles, me tumbo en una dura cama, que era la gloria en ese momento.
Amanece con el canto de los amigos alados y no puedo más que dedicarme a disfrutar de la gastronomía de Albania, llena de productos de la región y preparaciones tan deliciosas como auténticas y naturales, como los caldos de costilla, los piquetes con yuca, arracacha y bore, amasijos o las bebidas fermentadas. Dejo Albania y a su parque, por donde pareciera que no habían pasado los años evocando los antiguos toldos donde con mi padre comía en un domingo de mercado ya perdido en el remoto pasao, o las notas musicales de la Banda Lelio Olarte, donde mis hermanos mayores, gestaban notas festivas, ese medio día mientras asciendo al Diamante, bajo un fuerte sol que se calmaba bajo capas de neblina efímera y rodeado de paisajes selváticos e imponentes; no sabía que tendría el ascenso más exigente de toda la vida, hasta el famoso Diamante, que no es más que un cruce de caminos, con dos casitas en las que en una de ellas, mi padre y yo dormimos décadas atrás, antes de llegar a Albania y poder llevar la magia de la pólvora a sus habitantes.
Luego de llegar a Jesús María, cuando ya es de noche, tengo una caída que me hace girar en un suelo lleno de piedras sueltas que raspan el casco, la rodilla izquierda y el brazo, porque mi ya tenue luz frontal, se comenzaba a despedir. Nunca más andar de noche sin luz, me dije alguna vez, pero no había más remedio que continuar, aunque esta vez tuve que pagar el precio de la oscuridad total. Llego a la parte pavimentada pocos kilómetros antes de Puente, pero sufro un pinchazo y me refugio en el Chimbral porque comienza a llover como segunda bienvenida de la noche. A las 8:30 luego de limpiarme y beber para llegar por fin a descansar, salgo del Chimbral y llego a casa, culminando un viaje inundado de de recuerdos con mi padre, con mi vieja amiga, mi bicicleta Poderosa, cual máquina del tiempo, pagando un precio por dejarme abrazar de la noche, pero con el corazón regocijado, olvidando un poco el sabor amargo de la enfermedad de mi madre y trayendo en la maleta, aquella sonrisa fugaz de esa joven mujer como artesanía, de un viaje entrañable, que me recordaba, que la vida, a pesar de todo, se debe sentir, se debe vivir.
Atravesé municipios de Boyacá y hermosos parajes que no imaginaba, como Boquemonte donde se divisan los nevados del Ruiz y del Tolima, al otro lado del río Magdalena, cientos de kilómetros más allá, en un horizonte que pareciese más cercano de lo que realmente es.
Salgo de Chiquinquirá a las 8 de la mañana, el segundo día de travesía, luego de alojarme donde mi amigo el Señor Julio, quien en aquel primer viaje en bicicleta, unos años atrás, me salvase con su esposa, la querida Profesora Blanquita, a quienes le he han interesado los viajes a pedal y que me hospedan o salvan más bien, una vez más, debido a que el plan original de llegar a Albania, ese mismo día de la partida, ha sido negado por un pinchazo. Al día siguiente, llego a Pauna con el sol en su punto más alto y a Albania, gracias a un difícil camino rústico, cuando el astro rey se quiere ocultar y paso la noche en un pequeño y barato hospedaje; el único del pueblo (...) Me encuentro con una profesora de Puente Nacional con quien voy a un evento deportivo de microfúbol y un baile, en el coliseo cubierto del pueblito. Después de bailar apenas tres canciones con ella, regreso temprano al hospedaje, auspiciado por el cansancio, pero llevo en mi mente la mirada de una chica que bailando con alguien al otro lado del lugar, me sonríe antes que salga por la única puerta y luego de caminar las solitarias calles, me tumbo en una dura cama, que era la gloria en ese momento.
Amanece con el canto de los amigos alados y no puedo más que dedicarme a disfrutar de la gastronomía de Albania, llena de productos de la región y preparaciones tan deliciosas como auténticas y naturales, como los caldos de costilla, los piquetes con yuca, arracacha y bore, amasijos o las bebidas fermentadas. Dejo Albania y a su parque, por donde pareciera que no habían pasado los años evocando los antiguos toldos donde con mi padre comía en un domingo de mercado ya perdido en el remoto pasao, o las notas musicales de la Banda Lelio Olarte, donde mis hermanos mayores, gestaban notas festivas, ese medio día mientras asciendo al Diamante, bajo un fuerte sol que se calmaba bajo capas de neblina efímera y rodeado de paisajes selváticos e imponentes; no sabía que tendría el ascenso más exigente de toda la vida, hasta el famoso Diamante, que no es más que un cruce de caminos, con dos casitas en las que en una de ellas, mi padre y yo dormimos décadas atrás, antes de llegar a Albania y poder llevar la magia de la pólvora a sus habitantes.
Luego de llegar a Jesús María, cuando ya es de noche, tengo una caída que me hace girar en un suelo lleno de piedras sueltas que raspan el casco, la rodilla izquierda y el brazo, porque mi ya tenue luz frontal, se comenzaba a despedir. Nunca más andar de noche sin luz, me dije alguna vez, pero no había más remedio que continuar, aunque esta vez tuve que pagar el precio de la oscuridad total. Llego a la parte pavimentada pocos kilómetros antes de Puente, pero sufro un pinchazo y me refugio en el Chimbral porque comienza a llover como segunda bienvenida de la noche. A las 8:30 luego de limpiarme y beber para llegar por fin a descansar, salgo del Chimbral y llego a casa, culminando un viaje inundado de de recuerdos con mi padre, con mi vieja amiga, mi bicicleta Poderosa, cual máquina del tiempo, pagando un precio por dejarme abrazar de la noche, pero con el corazón regocijado, olvidando un poco el sabor amargo de la enfermedad de mi madre y trayendo en la maleta, aquella sonrisa fugaz de esa joven mujer como artesanía, de un viaje entrañable, que me recordaba, que la vida, a pesar de todo, se debe sentir, se debe vivir.
Waypoints
Summit
9,573 ft
Boquemonte
Un lugar no muy conocido, pero que ofrece con buen clima unas vistas espectaculares. Se pueden ver los nevados del Ruiz y Tolima, disfrutar de un profundo silencio, una bella flora y un paisaje casi infinito.
River
4,833 ft
Quebrada Canutillo, límite entre Boyacá y Santander
La entrada más inusual a Santander y la más hermosa
Park
5,367 ft
Albania, Rincón Amable de Santander
Gastronomía auténtica y natural, gente supremamente amable, paisajes grandiosos y mucha paz. Es loque sepuede encontrar en Albania
Comments (4)
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Mi hermano tu historia de evocar momentos y lugares que visitaste en el pasado, me trajeron a la mente todos esos recuerdos de viajes que tuve con mi abuelo, y también me trajo los viajes que dejamos pendientes. Ahora, tengo dos viajes que le debo a el, uno por no haber aceptado la invitación y otro que la vida no nos permitió hacer juntos, pero la bici nos dará ese desquite algún día.
muchas gracias por esta crónica. un abrazo parcero
Amigo, cuando no se puede con ellos, hay que hacerlo nosotros y así lo he hecho, por ejemplo en el último viaje bike packing a una ciudad a la que nunca pudimos ir con mi papá o a Manizales que aún no lo conozco, a donde mi madre siempre quiso ir y nunca la llevé. Al menos esta el consuelo de los recuerdos y de la voluntad, de ir los que nos quedamos aquí, para disfrutarlo y recordarles a ellos. Un abrazo.
Que bueno es recordar esos bellos momentos vividos con nuestros seres queridos, yo me imagino la nostalgia tuya al pasar por todos estos hermosos lugares que de una u otra forma te hacen recordar a quienes ya no están, sobre todo esos buenos momentos que pasaste con tu Papá y tu Mamá, de solo pensarlo dan ganas de llorar, pues esos momentos ya no volverán, quisiera uno detener el tiempo, pero es algo imposible, lo importante es que fueron momentos muy valiosos que no se borraran de tu mente.
La ruta definitivamente es muy bonita, llena de paisajes exuberantes y un clima muy variado, leer tu buena crónica, me ha hecho viajar en el tiempo por estas bellas tierras de Boyacá y Santander, las cuales tuve la fortuna de recorrer al igual que voz en bicicleta, recuerdos imborrables que me hicieron muy feliz, debo recordar que esta es una topografía muy difícil para rodar en bicicleta, pero que vale la pena conocer.
Felicitaciones Amigo Marius por compartir esta fabulosa ruta, acompañada de anécdotas y buenos recuerdos, la verdad da gusto leer tus excelentes crónicas.
Un Abrazo Parcero.
Mi amigo Oscar, dicen que la vida son tres días y ya pasaron dos, entonces toca vivirla con alegría y valorar a quienes nos dieron la oportunidad de vivir, mientras les tenemos y cuando se van físicamente y una buena forma de hacerlo, de ser alegres y vivir tranquilos, es esa, recordarlos y vivir en homenaje a ellos. Gracias de nuevo por la valoración de estos caminos y de esas memorias que no son llenas de nada especial a nivel deportivo, pero sí son relevantes a nivel personal y anecdótico. Bendiciones querido amigo.