E7 Camino Santiago: O Cebreiro - Palas de Rey

Séptima etapa de nuestro Camino de Santiago desde Madrid en bikepacking.

Amanecemos con una lluvia constante lo que nos hace elegir el asfalto para salir de O Cebreiro. Con la luces puestas y muy atentos a la carretera el tramo hasta Triacastela en una vertiginosa bajada solo interrumpida por las dos tachuelas del Alto de San Roque y el famoso Alto do Poio.

Me hubiera gustado seguir fielmente el Camino hasta Triacastela pero la lluvia y el alto número de peregrinos que había desaconsejaba compartir camino. Incluso en la parte que coincidamos, apenas llegábamos a vernos completamente. Ellos pertrechados fuertemente con ponchos y sombreros, nosotros los ciclistas con chubasqueros y con dificultad para ver el camino debido a la lluvia que nos obligaba a limpiar constantemente los ojos.

Entrada de Triacastela se encuentra el albergue público junto al río Oribio y rodeado de un amplio prado. Hace 20 años donde pasé la noche en una tienda de campaña en el prado junto a mi padre al no haber literas libres en el albergue.

A la salida de Triacastela, un mojón nos indica las dos opciones para continuar el Camino en dirección a Sarria: la variante de San Xil, más corta, o la de Samos, que pasa por su espectacular abadía benedictina.

Nosotros optamos por la variante de Samos a donde llegamos también por asfalto.

En Samos el protagonista es su majestuoso monasterio de San Xulián, que se remonta al siglo VI. Aquí se educó el rey Alfonso II, impulsor de las peregrinaciones, en cuyo reinado se descubrió el sepulcro de Santiago. Esta abadía guarda, entre otros tesoros, uno de los mayores claustros monásticos de España, del siglo XVIII.

Seguimos por carretera hasta Sarria sin mucha historia que contar. En Sarria tomamos un almuerzo y podemos comprobar que el número de peregrinos aumenta de forma considerable. Los peregrinos que empiezan aquí su ruta con la intención de completar los últimos 100 km a Santiago pueden pedir la credencial en el convento mercedario de La Magdalena.

La siguiente parada es Portomarín, a orillas del río Miño. Esta bonita localidad fue totalmente reconstruida en la década de 1960: la antigua aldea medieval yace bajo las aguas del embalse de Belesar y es visible cuando el caudal es suficientemente bajo.

En una explanada cubierta han montado un chiringuito donde venden pulpo y churrasco junto a un vino peleón lo que nos obligó a tomar asiento y disfrutar junto a los paisanos y peregrino de tan ricas viandas. Un divertido hito en el camino que siempre recordaremos por la sabrosa comida y la animada compañía de locales y peregrinos.

El final de etapa sería en Palas de Rei donde llegamos totalmente calados y con ganas de una ducha caliente. El alojamiento elegido es un albergue privado bastante bien de precio y cómodo en habitación cuádruple con baño compartido. Tras toma posesión de la habitación y las duchas calientes, aprovechamos la lavadora y secadora para lavar la ropa sucia antes de marchar a dar un paseo por Palas.

El número de peregrinos pernoctando en Palas eran muchos y todos los bares y restaurantes de la localidad estaban completos. Nuestra opción fue comprar empanada, jamón y queso junto con unas cervezas en el Covirán y aprovechar la terraza del albergue para cenar de forma relajada y amistosa con otros peregrinos que compartían alojamiento con nosotros.