Camino del Norte. Etapa 3. Bilbao-Santander.
near Zazpi Kaleak, País Vasco (España)
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Trail photos
Itinerary description
Salir de Bilbao es mucho más fácil que entrar. Solo hay que seguir la ría y ya. Yo me decidí por la vertiente de Deusto. Eso sí, no sin antes ver el Guggenheim y San Mamés a la mejor hora posible: las 7:30 de la mañana.
Bajar por la ría me gustó. Le queda ese toque de las grandes industrias del siglo pasado, resquicios de los altos hornos tan familiares para mí. Y a la vez se está construyendo mucho y revitalizando la zona.
El transbordador de Portugalete, mola. No tuve que esperar casi nada, y luego utilicé las escaleras mecánicas del pueblo para no gastar demasiado.
Luego un carril bici que, salvo el primer tramo, es todo de bajada, y que yo recomiendo para hacer con niños. Llega hasta la misma playa, y alli me encuentro con uno de los puntos fuertes de la jornada. Las escaleras que suben a ese carril bici por encima de los acantilados.
A ver, las escaleras son duras, pero se hacen. Ojo a los resbalones con calas.
Y luego, el carril bici es muy bonito, vale la pena, pero igual me esperaba algo más. No sé. Con niños, también ideal.
Eso sí, la gran fábrica del final, cómo afea. Pero vamos, seguro que habrá dado trabajo a un montón de gente y demás. Pero, qué cosas se hacían.
Lo siguiente es el puerto de Saltacaballos que te devuelve a la realidad. ¿Dónde ibas? Qué esto no es un parque de bolas.
Al rato llego a Castro Urdiales que me parece precioso. El conjunto puerto pesquero-iglesia es de lo más bonito de lo que llevo.
Voy bien. Pero me doy cuenta de que me queda más de la mitad de la etapa. No hay tiempo para almorzar. Me como una barrita malísima y empiezo a notar el viento en contra. Es un mal momento que se agrava con la visita a Liendo. Para llegar hay que subir un puertaco, y para salir, otro. Qué necesidad.
Fuerzas justas y bajada hasta Laredo. Allí me topo con muchos coches, y con la lluvia.
Hace un tiempo escuché que en todos los caminos te tenía que llover. El año pasado, 14 etapas y ni una gota. En Laredo cae bien. Pero eso me permite pasar todo su largo paseo sin molestar ni ser molestado. Al final del mismo me espera la barcaza, y nunca mejor dicho. Después de un sprint por la arena mojada, subo y enseguida arranca.
En el camino hasta Santoña, menos de diez minutos, el de los tickets, que es un lobo de mar, intenta venderme unas anchoas. Me encantan. Pero no estoy para llevar mucho peso.
En Santoña ya no llueve. 21 grados de temperatura. Decido entonces parar a comer a las 14:30 y estirar la etapa por la tarde, ahora que se puede. Como en Noja. Qué grandes recuerdos me trae de unos viajes que hice a hacer surf con un amigo hace más de 20 años.
Como tranquilo. Me tomo un helado en Regna. Y decido seguir por la costa hacia Isla. Me encuentro allí con la casa de las mareas. Un lugar mágico. Luego ya me propongo llegar a Somo lo antes posible y me topo con los típicos paisajes de Cantabria y con otro puertaco, el de Ajo, que me pilla ya muy cansado.
A partir de ahí, bajada por un cómodo, aunque eterno, carril bici que me lleva casi casi hasta el embarcadero del ferry que me cruza la bahía hasta Santander.
Al final me salen ciento veintipico kilómetros y casi 12 horas de excursión.
A ver, se puede hacer. Yo lo he hecho. He tenido suerte por el tiempo que ha hecho. Pero aconsejo acabar un poco antes y no ir tan pillado.
En Santander me alojo en la residencia Micampus. Carísima y muy lejana al centro, pero no tenía opciones mejores. Ni yo, ni los muchos huéspedes con los que me he cruzado.
Bajar por la ría me gustó. Le queda ese toque de las grandes industrias del siglo pasado, resquicios de los altos hornos tan familiares para mí. Y a la vez se está construyendo mucho y revitalizando la zona.
El transbordador de Portugalete, mola. No tuve que esperar casi nada, y luego utilicé las escaleras mecánicas del pueblo para no gastar demasiado.
Luego un carril bici que, salvo el primer tramo, es todo de bajada, y que yo recomiendo para hacer con niños. Llega hasta la misma playa, y alli me encuentro con uno de los puntos fuertes de la jornada. Las escaleras que suben a ese carril bici por encima de los acantilados.
A ver, las escaleras son duras, pero se hacen. Ojo a los resbalones con calas.
Y luego, el carril bici es muy bonito, vale la pena, pero igual me esperaba algo más. No sé. Con niños, también ideal.
Eso sí, la gran fábrica del final, cómo afea. Pero vamos, seguro que habrá dado trabajo a un montón de gente y demás. Pero, qué cosas se hacían.
Lo siguiente es el puerto de Saltacaballos que te devuelve a la realidad. ¿Dónde ibas? Qué esto no es un parque de bolas.
Al rato llego a Castro Urdiales que me parece precioso. El conjunto puerto pesquero-iglesia es de lo más bonito de lo que llevo.
Voy bien. Pero me doy cuenta de que me queda más de la mitad de la etapa. No hay tiempo para almorzar. Me como una barrita malísima y empiezo a notar el viento en contra. Es un mal momento que se agrava con la visita a Liendo. Para llegar hay que subir un puertaco, y para salir, otro. Qué necesidad.
Fuerzas justas y bajada hasta Laredo. Allí me topo con muchos coches, y con la lluvia.
Hace un tiempo escuché que en todos los caminos te tenía que llover. El año pasado, 14 etapas y ni una gota. En Laredo cae bien. Pero eso me permite pasar todo su largo paseo sin molestar ni ser molestado. Al final del mismo me espera la barcaza, y nunca mejor dicho. Después de un sprint por la arena mojada, subo y enseguida arranca.
En el camino hasta Santoña, menos de diez minutos, el de los tickets, que es un lobo de mar, intenta venderme unas anchoas. Me encantan. Pero no estoy para llevar mucho peso.
En Santoña ya no llueve. 21 grados de temperatura. Decido entonces parar a comer a las 14:30 y estirar la etapa por la tarde, ahora que se puede. Como en Noja. Qué grandes recuerdos me trae de unos viajes que hice a hacer surf con un amigo hace más de 20 años.
Como tranquilo. Me tomo un helado en Regna. Y decido seguir por la costa hacia Isla. Me encuentro allí con la casa de las mareas. Un lugar mágico. Luego ya me propongo llegar a Somo lo antes posible y me topo con los típicos paisajes de Cantabria y con otro puertaco, el de Ajo, que me pilla ya muy cansado.
A partir de ahí, bajada por un cómodo, aunque eterno, carril bici que me lleva casi casi hasta el embarcadero del ferry que me cruza la bahía hasta Santander.
Al final me salen ciento veintipico kilómetros y casi 12 horas de excursión.
A ver, se puede hacer. Yo lo he hecho. He tenido suerte por el tiempo que ha hecho. Pero aconsejo acabar un poco antes y no ir tan pillado.
En Santander me alojo en la residencia Micampus. Carísima y muy lejana al centro, pero no tenía opciones mejores. Ni yo, ni los muchos huéspedes con los que me he cruzado.
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13 ft
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