Vuelta a Iberia VII (5 Oporto-Aveiro)

Esta era la etapa más larga de todas, pero a nuestro favor tenía el ser prácticamente llana, lo cuál nos permitió rodar muy tranquilos durante todo el día.
Antes de ponernos en serio, dimos una pequeña vuelta por Oporto, y los primeros kilómetros los hicimos en plan “Verano azul”, y así fuimos hasta llegar a la desembocadura del río Duero, a la altura de Lavadores.
A partir de aquí, un estupendo carril-bici, combinado con una poco transitada carretera, nos condujo paralelos a la costa hasta Gulpilhares, donde nos acercamos a visitar la ermita do Sr da Pedra, ubicada más allá de la orilla del mar.
Proseguimos alternando carril-bici con carretera hasta Espinho, para empezar a acometer las primeras rampas del día (parecía mentira haber recorrido 24km sin tener que usar el molinillo), que nos deberían conducir hasta la ruinas del Castro Ovil, al cuál no pudimos llegar ya que la carretera de acceso estaba cortada por obras y tuvimos que continuar sin poder desviarnos a verlo.
Continuábamos por carreteras con poco tránsito y por zonas bastante urbanizadas, pero con una tranquilidad pasmosa, y todo iba perfectamente hasta que llegamos a Cortegaça y tuvimos que atravesar el bosque que rodea el aeródromo de Ovar: los caminos estaban llenos de arena de playa y era poco menos que imposible avanzar, por lo que nos tocó dar media vuelta y continuar hasta Válega por carretera, para visitar la que está considerada como la “capilla Sixtina portuguesa”.
Después de comer, continuamos con nuestro ritmo socarrón, pero como aún quedaba tarde y no teníamos prisa, nos íbamos recreando en todo lo que nos rodeaba.
Aún nos quedaba el tramo más interesante de la etapa, y es que a la salida de Estarreja, nos adentramos en la Bioría de Salreu, un estuario formado por la desembocadura de los ríos Vouga y Boco, y que conforman la ría de Aveiro. El paisaje es espectacular, guardando un gran parecido a nuestra Albufera.
Atravesamos el río Vouga, y poco a poco nos íbamos acercando a nuestro destino, otra vez rodando por caminos asfaltados y recorriendo zonas urbanizadas, afortunadamente para nosotros, pues a lo largo del día, ante la escasez de fuentes en el recorrido, tuvimos que recurrir varias veces a los paisanos para que nos proveyeran de agua.
Por fin llegamos a Aveiro tras recorrer casi 100km, aunque a decir verdad no se hicieron para nada pesados. Aveiro es típica por sus canales, surcados por las “moliceiras”, barcas típicas que se utilizan para distintos menesteres, además de para hacer recorridos turísticos por la zona, de ahí que se la conozca como la Venecia de Portugal. Ahora tocaba baño, cena y disfrutar del ambiente nocturno que envolvía la ciudad.

Comer: salimos del paso, a buen precio
Dormir: Hotel Arcada Residencial: se salió, hasta para tres, la habitación era enorme; desayuno genial.