Islandia13 (Landmannalaugar-Hella)

Día 13: Landmannalaugar-Hella
Esta es la mejor etapa de todo el viaje. Los miedos que tuvimos al irnos a dormir y que se corroboraron cuando vimos que llovía al levantarnos, estaban infundados. El trayecto no es especialmente duro ya que, en general, hay más descensos que subidas. Además el viento soplaba de espaldas y aunque estuvo lloviendo durante toda la mañana no se notaba porque la única parte de nuestro cuerpo al descubierto era la cara. El trayecto es muy divertido hasta que se alcanza la carretera asfaltada porque es tierra cómoda para circular en bici. Durante la zona de montaña hay que atravesar varios ríos. No son muy ríos muy profundos y se pueden pasar sin bajar de la bici. El paisaje durante la primera mitad de la jornada es igual de espectacular que el día anterior. Se circula por valles rodeados de importantes montañas. Por eso creo que merece el título de la mejor etapa del viaje, para los que os guste la bicicleta de montaña son unos 50 Km. de diversión asegurada.
La segunda mitad de la jornada es más aburrida porque transcurre por carretera asfaltada y llana hasta la población de Hella. Durante esta etapa comprobamos los efectos del viento en la circulación en bici. Los 95 primeros kilómetros circulamos con el viento a favor alcanzando medias superiores a 25 km/h , pero los últimos diez kilómetros giramos a oeste para alcanzar Hella y nos topamos con el viento en contra. Gracias al viento a favor la etapa que en principio iba ser una de las más duras del viaje se convirtió en la etapa en la que conseguimos hacer más kilómetros. El comentario al llegar a Hella fue que casi nos había agotado más aquellos diez últimos kilómetros viento en contra que los 95 anteriores. Estuvo lloviendo durante toda la mañana, pero al tener el viento de espaldas y llevar la ropa totalmente impermeable, la lluvia casi no se notaba. Sólo fuimos conscientes de que llovía cuando parábamos por algún pinchazo o problema técnico.
Con el cansancio de pedalear a contra viento, buscamos una cama blanda y caliente donde dormir, visitamos la piscina del pueblo, con jacuzzi incluido, y por primera vez entramos en un auténtico bar. Un bar que no era gasolinera y fast-food a la vez. Pedimos unas cervezas y las pagamos a un precio desorbitado. Así que las disfrutamos, tranquilamente. Aquella noche compramos salmón y probamos por primera vez el pescado islandés.